Unos con la mochila llena de balas y otros sin abogado

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Un joven identificado como Alexander Diego se encuentra detenido tras las protestas sucedidas en Cuba el pasado 11 de julio y su abogado ni siquiera sabe cuándo es el juicio. Es un alumno excelente. Un exprofesor suyo lo recuerda, en su tesis de grado, y el homenaje aflora en sus recuerdos.

«Esta persona, que sería de los primeros en enfrentar cualquier intervención y que en sus planes no está irse del país, sino todo lo contrario, hacer un mejor país, hoy está detenido y no siendo procesado. Así, sin más. De pronto, ese joven recién formado por la Universidad de las Artes, con deseos de hacer cuando prácticamente nadie los tiene, está siendo procesado, así sin más,» explica su profesor en Facebook.

«Su abogado ni siquiera sabe cuando es el juicio»

Resume Osvaldo Hernández, profesor del joven Alexander

Una madre, en otra ciudad del país, tiene miedo de acudir a la prensa independiente para denunciar el caso de su hijo.

Dice, no sin motivos, que teme por el destino del joven; que lejos de ayudarle a salir de la cárcel, lo puede terminar perjudicando, pero, mientras, el joven está encerrado en 100 y Aldabó. Lo acusan de atentado, incitación y daños a la propiedad.

«En estos días – le dijeron – van a enjuiciarlo», dice bajo anonimato una vecina. El hijo de la señora no sabe si tiene abogado.

En Villa Clara, un joven le pide a su madre que no se gaste el dinero en ningún abogado, que procure facilitarle un librito, para defenderse él.

La justicia en Cuba secuestra cada abogado

Estos hechos bastarían para ilustrar el espectro en que viven no pocas familias de la isla a raíz de los hechos acontecidos el pasado 11 de julio.

A pesar de la represión demostrada, de los golpes y hasta disparos, hay gente como este «Decano» de la Facultad de Matemáticas que asegura que prefiere arriesgarse a coger Covid-19 en un acto patriótico de miles, antes de cualquier otra cosa.

«Haciendo una comparación entre los peligros de arriesgarse a contraer la covid y asistir al avento en defensa del país y demostrar la unidad del pueblo en torno a la revolución, me quedo con la segunda», dice este hombre».

«Tengo dos mochilas; una de balas y una de medicamentos. No puedo con las dos. Escojo la segunda», dijo.

Sus alumnos, por suerte, arremetieron contra sus palabras y sus balas. Le hablaron de niños y adolescentes – menores de edad – detenidos por la fuerza. De que las convocatorias a este «acto patriótico» eran más obligadas que cualquier otra cosa.

«La vida siempre debería ser la prioridad aunque tengamos que cambiar hacia el capitalismo,» le dice un alumno.

«No creo en una Revolución que se preocupe más por la imagen que se proyecta que por sus ciudadanos,» le dijo, no sin respeto.

¿Conocerá este «Decano» que hay jovenes detenidos; uno sin abogado y próximo a juicio; otro próximo a juicio también, con abogado, pero al que no ha visto?

Una denuncia similar a esta la realizaba en el año 1953 un joven nombrado Fidel Castro Ruz.

«Por último, debo decir que no se dejó pasar a mi celda en la prisión ningún tratado de derecho penal. Sólo puedo disponer de este minúsculo código que me acaba
de prestar un letrado (…)»

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