Cubanos esperan hace 19 años por viviendas prometidas

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El cubano Diosdado Pérez, natural de la provincia de Pinar del Río, espera desde hace 19 años por tener de vuelta su casa, luego de que los vientos del huracán Isidore se la echaran abajo, junto a otras muchísimas viviendas más en la más occidental de nuestras provincias.

La historia la trae no la prensa independiente, así que los gatilleros alegres defensores de la revolución pueden ir ahorrándose las balas, sino el mismísimo diario oficialista Granma. Ojo, que tampoco es que el Granma se esté transformando.

Eso sí, no deja de tener cierto «mérito» este párrafo, y sobre todo como encabeza: «Demasiado larga ha sido la espera de miles de damnificados en Pinar del Río –la provincia más golpeada por huracanes– que aún no tienen solución a su problema mayor: la vivienda, el cual es, también para Cuba, el principal de los problemas sociales.»

La historia de Diosdado no es muy diferente a la de cientos de tuneros que todavía esperan por las promesas que les hizo el Partido y el Gobierno de la provincia tras el paso del huracán Ike, el 7 de septiembre del año 2008 y que prometió «devolverlos» a sus viviendas. Aunque el tiempo «esté a favor» e Diosdado. A fin de cuentas son 19 años vs 13.

Diosdado, esposa y los dos hijos del matrimonio salvaron la vida, lo más importante, pero desde entonces siguen sin hogar.

Su esposa, Mercedes, saca una de esas copias del primer expediente que les hicieron.

«Les dijeron que una empresa les construiría una casa nueva. Diosdado asegura que hasta se hicieron los planos, pero los recursos no llegaron nunca.»

Han vivido, desde entonces, en un local de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado ubicado en el kilómetro 10,5 de la carretera a La Coloma. El local pertenece al estado, está en desuso. Ellos esperan le adjudiquen «el título» para poderlo acondicionar, pero el Estado – ese estado que le prometió hace 19 años le repararían la vivienda – ni fu ni fa.

«A 19 años del huracán Isidore, Diosdado y Mercedes siguen aguardando alguna solución,» dice el autor del fotorreportaje, el periodista Ronald Suárez Rivas.

El «expediente» y legajos que acumulan desde hace 19 años. Nada de eso ha puesto un techo legal sobre las cabezas de Diosdado, Mercedes, y sus dos hijos. Foto: Ronald Suárez Rivas.

Ronald asegura que la historia de Diosdado no es una historia aislada, y nos menciona una cifra: 6500.

Viviendas prometidas, promesas nunca cumplidas

Esa es la cantidad de familias en Pinar del Río cuyas viviendas «se vinieron abajo con los ciclones que han golpeado a Pinar del Río en las últimas dos décadas». Todas – explica Ronald – siguen esperando respuesta en condiciones de «temporalidad».

Así están, por ejemplo, los 2500 damnificados de los huracanes Isidore y Lili. Y el resto, los 4000 de de Gustav y Ike, en 2008, hace ya 13 años.

Clara Cardoso afirma que su niña tenía 7 años cuando la casa se les vino encima.

«Ya cumplió 26,» dice Clara.

«Cada vez que convocan a una reunión con los damnificados, corro para allá. Aquí está todo anotado», dice, pero en papel. Soluciones, cero.

La nieta de Clara tenía 7 años cuando la casa se les cayó encima. Ya tiene 26, y todavia el gobierno no le ha dado solución a su caso. Foto: Ronald Suárez Rivas

Todavía Clara tiene esperanzas, pero «Ricardo Soneira, en cambio, ya no cree que su caso tenga solución,» reconoce el periodista en su nota.

Soneira perdió su vivienda, tras el paso, en el mismo año, 2002, de los huracanes Isidore y Lili. También su casa fue incluida ese año «en el plan de la vivienda.»

Soneira tuvo «más suerte» que Diosdado y Clara. Una brigada levantó la vivienda «casi hasta la altura del arquitrabe».

«Luego, los albañiles se marcharon y no volvieron más,» señala Ronald, en su nota.

«Eso pasó hace tanto tiempo que yo perdí la cuenta», expresa Ricardo, que como colofón a su martirio le dice al reportero que ha sufrido dos infartos y tiene un ictus cerebral.

Con la vivienda a medio construir, inhabitable, Ricardo vive hoy, como un ilegal, junto a uno de sus hijos en las ruinas de una nave del estado abandonada.

Tienen techo, dice, pero «la corriente es de una tendedera que nos dejó poner un vecino que vive allá atrás.»

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