Circulan por La Habana ómnibus belgas sin ventanillas ni climatización

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Ya circulan por las calles de La Habana los 20 ómnibus belgas descontinuados que ese país le donara recientemente a Cuba, para compensar el deficiente parque automotriz del transporte público, que durante décadas ha sido parte cardinal de la odisea cotidiana del ciudadano “de a pie”. Solo que estas nuevas adquisiciones que cubren las rutas P12, P13 y P16, agregan un nuevo reto a la resistencia cubana (y humana): no cuentan con ventanillas corredizas ni con climatización que justifique la hermetización.

A la par de los ómnibus belgas por las calles, circulan por las redes sociales fotos de estas atestadas de personas, como bien se puede apreciar a través de las amplias pero completamente selladas ventanillas. Su amplitud ayuda a la apreciación más plena y precisa del calvario que resulta viajar en estos vehículos, donde literalmente se puede correr el riesgo de asfixia.

En los interiores de una guagua cubana siempre habrán más pasajeros que partículas de oxígeno, gas vital que es de inmediato inhalado por la nutrida concurrencia, que en dos o tres respiradas devuelve dióxido de carbono, quien se enseñorea del espacio, sin que el aire oxigenado del exterior pueda entrar al medio de transporte y refrescar su atmósfera emponzoñada.

Las guaguas belgas tienen explotación de entre 5 y 8 años en su país natal, donde circulaban con una carga mucho más ligera y una atmósfera interior definitivamente más acogedora, que protegía a sus pasajeros del clima exterior, generalmente frío. Al arribar a Cuba y no ser modificado para las condiciones climáticas de la isla, estos gráciles ómnibus se han convertido en verdaderas pesadillas tropicales. En cámaras de tortura que somete a duras pruebas a sus ocupantes.

Cada parada, más que una oportunidad para los que aguardan de abordar el transporte, es una opción de vida para los que ya están en el interior de estos monstruos belgas, y se cocinan en sus entrañas a fuego rápido, como en un círculo infernal, pagando por culpas y pecados de los que no tienen plena consciencia. ¿Dios mío, qué he hecho para merecer esto?, debe haber clamado más de una víctima de estos buses herméticos.

En la antigüedad, el rey tirano Falaris, de Acragas, en la actual Sicilia, Italia, ejecutaba a sus enemigos con un sofisticado y terrible método: el conocido históricamente como “Toro de Falaris”. Consistía en una estatua de bronce de un toro, en cuyo interior se introducía al condenado, y luego se prendía una hoguera que iba calentando el interior de la figura. Las víctimas sin consuelo comenzaban a gritar, y sus alaridos salían por la boca del toro a manera de mugidos terribles. Compare usted…

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