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Cuba

El pescado en Cuba, ¿con espinas de oro?

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Texto y foto: Flavia Viamontes

La Habana entera huele, sabe, respira y habla sobre pescado. En la esquina, las paradas de ómnibus, el trabajo o en las colas las personas solo comentan, llenos de indignación, sobre los precios excesivos y el escaso pescado que se comenzó a repartir esta semana en las carnicerías capitalinas.

Y además, que en esta isla totalmente rodeada de agua, consumir pescado sería lo más natural. Sin embargo llevamos años sustituyendo “pollo por pescado”, pues el animalito del mar nos ha estado vedado en las últimas décadas.

Con el pretexto de que era necesario impulsar las exportaciones, cualquier producto que venía del mar desapareció del mercado libre para ser regulado mediante las estatales pescaderías Mercomar, que comenzaron con una buena oferta en la que se incluía hasta camarones enteros y colas de langosta, pero ya hace varios años palidecen y solo expenden croquetas de muy baja calidad… cuando hay.

Ahora se empezó a distribuir nuevamente a través de la libreta de abastecimiento un jurel “liberado” y “controlado” a 20 pesos moneda nacional la libra, según anunciaron las autoridades. Lo que aún no se sabe es si la venta será por una única ocasión o se repetirá teniendo en cuenta la situación gravísima que existe en el país con el tema de la alimentación.

De acuerdo con lo normado, a los núcleos que conviven entre una y tres personas les corresponde un ejemplar del también llamado chicharro; en las libretas que tienen de cuatro a seis, dos;  y a los que tienen más de siete, tres.

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La macarrónica distribución del jurel traerá grandes broncas en las familias numerosas y que viven “juntas, pero no revueltas”, argumenta Ángel, un vecino del Cerro, al referirse a su propio hogar. “Nosotros somos 10 en una casa enorme en la que todos hemos acomodado nuestro pedazo para estar lo mejor posible. Nos tocan tres. Mi esposa dice que los hará croquetas y las repartirá. Solo hay que ver si el resto está de acuerdo”, añade el cincuentón  entre risas.

Sobre el tema de marras, en la cola de un banco capitalino dos jubilados se quejaban de los precios y la risible repartición. No muy mayores aún y con salarios algo decorosos con respecto a los de la media pensionada de Cuba, ambos se cuestionaban cuántos “viejitos podrían gastarse 20 pesos por libra cuando la mayoría gana menos de 200  de pensión”.

Roberto, el mayor, contaba que en su casa son cuatro de familia y les dieron dos jureles “de tamaño normal” y le costaron 56 pesos cubanos. “Yo gano mensual 436 pesos y me pareció excesivamente caro, ¿que será de los demás?”, se pregunta.

Entre medicinas reguladas que necesita cada día de su vida, las cuentas de luz, agua y teléfono, no le alcanza el dinero para nada y ahora menos… “Y dicen por ahí que distribuirán paquetes de perritos (salchichas) a 24 pesos cubanos. Te imaginas cuánto pagaremos nosotros que somos cuatro. Cada día todo está peor”, asegura.

Con dos jureles enormes regresaba Guille a su casa luego de una cola de dos horas en una carnicería del Vedado. Indignado explica a Cubacomenta que pagó 64 pesos por dos “tristes chicharros. Cuando le quite la cabeza y la cola ¿qué me queda? Somos cinco en casa. Haré un aporreado, es lo único que se me ocurre”.

Las redes sociales también han sido espacio para la irritación y la burla con este asunto del “jurel de oro”. El periodista cubano Jorge Fernández Era publicó una supuesta  carta de “papá jurel” a su hijo, en la que le pide se sienta orgulloso de que los cubanos eleven su cuestionada calidad a nivel mundial gracias a los precios con que la población debe adquirirlos.

“Solo las autoridades cubanas han venido a redimirnos con esa libra a veinte pesos, el salario de un día de trabajo. Hay que tener agallas para distribuirnos así, a expensas de algún jodedor que declare que la dignidad de los peces se ha enaltecido a costa de la de los consumidores. Es difícil de explicar, no lo entenderías, son gente que no está conforme con nada”, explica con marcado humorismo.

“Únicamente esta nación nos da el valor que merecemos, en una relación calidad-precio que va a despertar la envidia de pargos y langostas”, continúa la misiva y evoca aquellos tiempos en que en los comedores de centros de trabajo, estudio u hospitales la combinación arroz, chícharos y chicharro era la constante diaria que todos miraban con desgano.

Cuba, y sobre todo los cubanos de a pie, viven sus peores momentos después de la debacle de los años 90. Se siente muy cerca la amenaza de otro Período Especial, esta vez más duro y complicado que el sufrido entonces, pero con olor a pescado… carísimo.

 


 

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