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El oficio de carbonero no es muy placentero que digamos. Es un oficio duro; pero Modesta Villa asegura que continuará haciendo carbón en Las Tunas.

“Se ve que son esos los que hacen el mundo, y engrandecidos, sin saberlo acaso, por el ejercicio de su poder de creación, tienen cierto aire de gigantes dichosos, e inspiran ternura y respeto”, dijo el apóstol cubano José Martí.

Uno de los oficios más duros del mundo, el de carbonera, ha sido el sustento de Modesta Villa desde hace ya más de 20 años.

Esta residente en el poblado de Jobabo, en Las Tunas, lleva su profesión con orgullo. Dice que lleva 20 y que le gusta, por lo que de sus palabras se desprende que esta mujer luchadora, seguirá haciendo carbón, porque no existe mayor honra que trabajar, y vivir del sudor propio y no del ajeno.

Dice que, además, “se siente bien”, y es que como diría el apóstol de todos los cubanos, José Martí, “quien quiera vivir no puede sentarse a descansar”. O como expresa ella misma: “Para vivir, hay que esforzarse“.

Modesta Villa, mujer carbonera

Foto: Yaidel Rodríguez Castro

Empezó a trabajar en la agricultura a los 17 años.

“Llevo 32 años de trabajo,” dice esta mujer que, más adelante, rememora cómo se quedó sola, con dos hijos, y comenzó en el oficio de carbonera para – expresa – “irme buscando la vida”.

Cuenta Modesta Villa que jamás hubo diferencias entre la norma que debía hacer un hombre y la que hacía ella.

“Hombres y mujeres hacían todos, los 60 sacos”. Rememora que años atrás, el saco de carbón se vendía a $1.80.


Ahora, reconoce, se hacen los 60 sacos, “pero con un poco más de sacrificio”.

“Antes nos daban más cosas para trabajar; mes por mes te daban machetes, pero ya no”.

Modesta Villa tiene su marabuzal a unos cuatro kilómetros de El Aguacate. Allí, dice Periodico26 “tiene montado par de hornos en un claro de monte.”

“Alrededor de los dos montículos de tierra ennegrecida de tanta candela, hay unos haces de troncos cuidadosamente picados del mismo tamaño y más o menos de similar grosor.”

Es la primera mujer carbonera de todo Jobabo. Vive entre el marabú y el carbón, y asegura que “su mayor preocupación no está en el trabajo duro, sino en que en sus 15 años como obrera de Flora y Fauna nunca le han dado a firmar la tarjeta de salario.”

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