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Cuba

Interrogatorio a Carlos Manuel Álvarez: “no te hemos golpeado”

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La Seguridad del Estado quiso disfrazar de diálogo amistoso y sin maltrato el interrogatorio a Carlos Manuel Álvarez, joven periodista a quien el gobierno cubano ha montado una campaña de difamación.

Después de casi tres horas de interrogatorio a Carlos Manuel Álvarez, la Seguridad del Estado liberó al periodista cubano, una de las personas desalojadas por la fuerza de la sede del Movimiento San Isidro (MSI), con una frase con regusto a cinismo, y con un gran contenido simbólico: “tú has visto que no te hemos golpeado, que no te hemos dañado”.

El joven escritor ha vivido un cerco desde que entró en Damas 955 junto a los huelguistas de hambre del MSI, al cual sucedió el desalojo, un encierro domiciliario en casa de una amiga, una campaña de descrédito y un nuevo intento de presión este martes.



Álvarez contó en su cuenta de Facebook que fue sometido a un interrogatorio por casi tres horas, pues salió del lugar en donde se queda a las 10:40 am y volvió a la 1:53 pm, siempre escoltado por las autoridades.

Se trató del clásico modus operandi de la Seguridad, pues Carlos Manuel fue transportado en un auto Lada y llevado a una casa reservada y apartada que queda en el exclusivo reparto Siboney, en 202 y 23.

Allí los agentes intentaron distender el momento y parecer “amigables” en lo que llamaron “conversación” -pese a que era un interrogatorio-, pues le brindaron queso, jamón, chorizo, jugo de mango y almuerzo, aunque Carlos solo aceptó agua.

“Me comieron a preguntas sobre El Estornudo, sobre OSF y la NED. Dijeron que yo era inteligente pero que me hacía el bobo. Me llamaron mentiroso muchas veces y dijeron, otras tantas, que el gobierno de Estados Unidos me financiaba. Intentaron crear las típicas divisiones entre amigos y colegas. Que Mónica [Baró] nos dijo esto de ti, que Abraham [Jiménez] dijo esto otro de ti, que en San Isidro creen tal cosa de ti. No se tragan —qué se van a tragar— que entré a San Isidro por solidaridad. Están convencidos de que alguien me manda, de que obedezco órdenes de agentes extranjeros para lo que ellos llaman la subversión”, describió.

En la puesta en escena montada por los interrogadores estaba solo Carlos Manuel ante varios agentes, entre los cuales se encontraban dos que lo habían interrogado con anterioridad en marzo pasado a su paso por el aeropuerto. Uno de ellos le discutió incluso la veracidad de uno de sus trabajos y le preguntó sobre sus “planes futuros”.

“Les dije que no voy a dejar de ver a Luis Manuel Otero bajo ningún concepto y que me preocupa profundamente su estado de salud, que necesito recuperar mis libros y mis zapatos (estoy obsesionado con eso), y que voy a participar en las discusiones públicas del ámbito cultural que suceden hoy en Cuba”, contó el joven periodista con numerosos artículos para diarios prestigiosos como El País, The New York Times o The Washington Post.

El justo reclamo de Carlos ha sido sostenido también por otras de las personas desalojadas, pues desde que el gobierno los sacó por la fuerza tras días de protesta por el encarcelamiento del rapero Denis Solís, la sede del MSI permanece cerrada y las cosas de quienes se encontraban allí incautadas, en franca violación de los más elementales derechos.

“Me dijeron que el límite era: ‘Con la revolución todo, contra la revolución nada’. Les dije ‘sí, esa frase nefasta’. Ahí empezaron con consignas. Dijeron de nuevo revolución y les dije que no era revolución, que era dictadura. Se molestaban cuando les disputaba el lenguaje, como si alguien los estuviera oyendo y no pudieran no salir al paso, so pena de castigo, a la palabra dictadura”, explica.

Los interrogadores intentaron parecer benevolentes -pese a que el solo hecho de que Carlos estuviera allí, en esas condiciones, era ya violentar sus derechos-, como si temieran a lo que pudiera escribir en su cuenta de Facebook el periodista cuando pudiera salir del lugar.

“Sabían que en cuanto saliera de allí iba a escribir este post, y me pareció creer que actuaban un poco en función de eso, lo cual explica que me hayan preguntado cómo me sentí en la conversación. Les dije que era un interrogatorio y me dijeron que yo no había visto lo que era un interrogatorio, como aclarando ‘tú no sabes nada’. Les dije que habían difamado de mí en la tv, que cómo creían que podía yo creer entonces que lo que allí hacíamos era conversar. Me acusaron de cosas que no hago, pero de las que ellos están convencidos que sí. Les dije que no recibo ni aceptaría recibir órdenes de nadie. Me dijeron: ‘ahora cuando escribas tu post, pon tal cosa’. Pero no voy a poner tal cosa, porque es mi post. Que la pongan ellos en el suyo, no soy el mecanógrafo de la policía política. Me preguntaron de nuevo qué me había parecido el trato. Les dije que me sentía mal. No importaba cuán amables fueran por momentos o quisieran ser, la naturaleza del hecho era en sí misma violenta, y la bondad, en la medida en que intentaba justamente tapar esa naturaleza esencial, lo volvía todo aún más violento o incómodo, antinatural. Así se siente cuando el poder que te quiere mal te trata bien”, describe en su post.

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Finalmente, después de la aparente conversación de buena voluntad de la Seguridad del Estado, cuando habían pasado varias horas, liberaron a Carlos Manuel Álvarez con frases conclusivas que evidencian el verdadero rostro del poder detrás de la amabilidad.

“Me trajeron de vuelta a casa en el mismo Lada rojo. Les dije que solo a través del interrogatorio podrían ellos conversar conmigo. ‘Pero bueno’, dijeron, ‘tú has visto que no te hemos golpeado, que no te hemos dañado’. Me eché a reír. ‘Eso no es un mérito’, les dije, ‘no lo es’”, concluyó Álvarez.

Julio Linares

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