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Cubano enfermo puede, por fin, conseguir “sus jabones”

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Lázaro Proenza Sedeño, un cubano residente en Santa Cruz del Norte, Mayabeque, quien escribiera angustiado el pasado 5 de julio al diario Juventud Rebelde buscando una solución para encontrar unos jabones específicos, ozonizados, únicos posibles con los cuales él puede bañarse debido al raro problema en la piel que tiene, ha dado saltos de alegría tras conocer que no tendrá que ir hasta Bejucal a conseguirlos. La solución es otra.

Y no es que Lázaro no quiera “moverse” hasta Bejucal a conseguir los jabones tal y como le recomendaron. No. El problema es que Lázaro no puede ir, pues la enfermedad que padece en su piel, la llamada enfermedad del hombre pez, que cubre su cuerpo de una escamosis, le impide salir a la luz del día a coger Sol. Tampoco puede hacerlo de noche, pues es él, y solo él, quien cuida y puede cuidar a su madre, postrada por un accidente cerebrovascular.

Sí, Lázaro padece de ictiosis laminar congénita y donde él vive se acabaron los jabones Dalmer ozonizados, para asearse; pero, ojo, dice Elena Martínez Rodríguez, especialista en Información y Comunicación de la Dirección General del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC), entidad responsable de la fabricación del jabón ozonizado, que “no hay problemas de producción”.

Lo que hay, es al parecer, un mal problema de gestión. No de Lázaro, sino de la “gente en Mayabeque”.

Serían estos los que no se han encargado de pedirlos.

Elena apunta en su respuesta enviada al portal Juventud Rebelde que “la empresa tiene capacidad productiva para responder a la demanda que se nos haga de este producto, por lo que lamentamos esta situación generada, que está relacionada con la salud de Lázaro Proenza Sedeño. Ya trasladamos a Emcomed nuestra inconformidad con la ausencia del producto en farmacias y recibimos una acertada respuesta para la solución de este caso. Nos explican que esta semana serán vendidas a Lázaro 12 unidades de jabón correspondientes al mes de julio y garantizan además, la sostenibilidad del tratamiento”.

¿Qué le habían dicho a Lázaro en Mayabeque? “Que ya la provincia consumió la asignación de este jabón del año.”

“No traen más hasta el año que viene. Y me lo localizaron en Bejucal, pero mi “helicóptero está roto”, ironizaba en su primera carta al diario oficialista el hombre.

“Es una burla decirme que tengo que ir a Bejucal, si apenas puedo caminar una cuadra al sol”, afirmaba.

Ahora, gracias a la queja, aparecieron los jabones. Y apareció la solución para gente como Lázaro, que no son tantos.

El problema más difícil de superar es “el síndrome del pez” o del “gorrión”. Ese que tienen no pocos funcionarios que, constantemente, viven esperando que las cosas caigan del suelo, sin mover sus traseros de las sillas. Sin siquiera levantar un brazo para hacer una llamada telefónica.

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