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Cuba

Cinco horas de interrogatorio del G2 a un joven periodista

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Los que reprimen, esos pobres diablos, ¿creen que con cinco horas de interrogatorio bajarán la cabeza de Abraham Jiménez Enoa?

Un país que intenta silenciar, tapar la boca, de sus voces más jóvenes, está muriendo irremediablemente. Lo de menos es cuánto durará la agonía, porque los estertores son altavoces. Someter a Abraham Jiménez Enoa a cinco horas de interrogatorio es síntoma de que a quienes gobiernan solo les queda la represión.

Sucedió ayer. El propio periodista lo explicaba así en su perfil de Facebook: “Acabo de llegar a casa después de pasar casi 5 horas de interrogatorio. Antes, cuando llegué a la supuesta estación policial donde sería la cita: me desnudaron para registrarme, me esposaron y me obligaron a ir con la cabeza abajo en un carro con tres agentes vestidos de civil hacia Villa Marista, el departamento de la Seguridad del Estado”.

En una de esas otras torpezas que pueden cometer quienes se ven acorralados y sienten que el barco se hunde, justo en el momento en que despojaron a Abraham Jiménez Enoa de sus ropas y lo esposaron, fueron ellos -la Seguridad del Estado, Miguel Díaz-Canel, Raúl Castro y el resto de los adictos- los que se desnudaron. Un impecable efecto boomerang: Quieren desnudar la honestidad de un joven periodista y consiguen dejar en cueros toda la sordidez de la represión.

Cuenta Abraham además en su post: “Ahí me dijeron que si vuelvo a publicar en The Washington Post me procesaran por usurpación de funciones porque el medio no está acreeditado en Cuba, que comenzarán una guerra contra mi familia y mis allegados, que todo esto era porque detrás de mí está el gobierno de Estados Unidos. Después de muchas otras amenazas, al regreso, no me esposaron, pero igualmente me trasladaron con la cabeza abajo. Este post es, sobre todo, para aquellas personas que creen que en Cuba no impera un régimen dictatorial”.

Quieren amordazar a un periodista y solo consiguen apoyos y ánimos de colegas de todas partes del mundo. Solo hay que detenerse y seguir el hilo del tuit de Abraham, o las numerosas reacciones a su post en Facebook.

En los años 90, cuando la Internet en la isla era escasa, los cubanos estaban aún más carentes de información. Para los que llevan más de seis décadas en el poder, las redes sociales son un enemigo potente. Y que muchos jóvenes periodistas estén contando al mundo la otra realidad de Cuba, esa que siempre han querido tapar, les fastidia. Y mucho. Ese es el pecado de Abraham Jiménez, lo que no le perdonan. Sus artículos en las páginas de El Estornudo, The Washington Post o Gatopardo no gustan a esos que repiten que Cuba es el mejor de los mundos posibles y a los que hacen coro.

Ania Liste

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