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Cuba

Los subsidios: otro trámite que perturba a los cubanos

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Texto y fotos: Vladia Rosa García

Los cubanos con problemas en sus viviendas deben enfrentar excesivos trámites para conseguir subsidios del Estado

Yamilka tiene dos hijos. Como la gran mayoría de las madres cubanas ha criado a sus niños sin depender de nadie. Se gana la vida como recepcionista en una oficina estatal, con un salario que apenas le alcanza para cubrir las necesidades básicas. Por eso, los fines de semana plancha la ropa de personas conocidas para hacer un dinerito extra. Viven sin lujos, en una cuartería del Vedado. Lo primero es dar de comer a los muchachos, lo demás viene poco a poco.

Hace un tiempo decidió hacerle unos arreglos a la casa porque cada vez está más dañada.  Con lo que entra en el hogar, no puede destinar un por ciento a la construcción. “Los materiales están más caros. Sola no puedo pagar por todo”. Por eso, hace un año se vio obligada a pedir un subsidio. Pero hasta hoy, la “ayuda”  no llega.

Parece que la demora forma parte de los procesos burocráticos. La espera ya es un denominador común en cualquier oficina de trámites. Pareciera que a mayor urgencia, menor caso por parte de quienes deciden.

Para nadie es un secreto que el fondo habitacional del país  se encuentra en estado decadente. Sin embargo, esto puede empeorar cuando las noticias de medios oficialistas como Granma y Cubadebate se encargan de realzar cifras de 24 500 viviendas terminadas en lo que va de año. De ellas, 584 en condiciones habitables.

Entonces, ¿cuál es la verdad detrás de estos números? A medida que los planes gubernamentales avanzan, varias familias aguardan por una respuesta que les permita disfrutar de mejores condiciones de vida.

Nidia lo solicitó durante tres años. Residía en un cuarto de solar prestado, en La Habana Vieja, donde permaneció como pudo con su familia. “Solo recibíamos el sueldo de mi esposo. Él es custodio de una escuela y cobraba bien poco. Algunos meses nos veíamos apretados. Yo dejé de trabajar para cuidar a mi mamá y llegó un momento que sentíamos que las paredes se nos venían encima”.

Cuenta que anhelaban tener lo mínimo. Porque en aquel espacito la barbacoa se estaba cayendo, la cocina no excedía del metro de largo y las condiciones del baño común de la vecindad no le permitían asear a su madre enferma como era debido. “Tuvimos que esperar mucho. Hablamos con el presidente del CDR, con los del gobierno municipal, enviamos decenas de cartas, hasta que al fin se personaron y vieron la situación”.

Para que sea aprobado el subsidio, el local debe pasar por varios registros a cargo del arquitecto de la comunidad y los inspectores de vivienda hasta que certifiquen  si en realidad  el domicilio lo requiere. El personal encargado, increíblemente, puede o no asistir a los lugares, y posteriormente emitir una declaración contraria a las verdaderas condiciones. Este es otro de los problemas que entorpece las soluciones rápidas.

Con Clara, señora de 58 años sucedió algo parecido. Los escritos realizados por los trabajadores no arrojaban todas las dificultades de su hogar. Necesitaba reparar la cocina, el baño y las paredes exteriores pero el dinero otorgado apenas llegaba. “Nadie quería trabajar por lo que me daba el banco. Hablé con tres albañiles distintos y la respuesta fue la misma: no”. Hasta hoy, Clara, por escasez de presupuesto, no logra terminar con sus reparaciones .

A quienes se enfrentan a estas diligencias muchas veces les gana el cansancio y la desmotivación, aunque existen pocas cosas materiales más importantes que tener un techo donde vivir. La mayoría de las personas en estos trámites son ancianos, enfermos, madres con más de un hijo o casos sociales que reclaman ser escuchados. Las humedades y las grietas en las paredes no esperan a ser atendidas. En algún momento, revientan.

 


 

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