Cuba
Avenida Carlos III: siguen cayendo balcones en La Habana
Permanecen todavía en la acera los restos del balcón que cayó del edificio situado en Avenida Carlos III esquina a Almendares
A poco más de un mes de que el derrumbe de un balcón terminara con la vida de tres niñas en el barrio capitalino de Jesús María, un suceso similar, pero sin víctimas, ocurrió en la céntrica Avenida Carlos III esquina a Almendares en La Habana.
“Yo pasaba por allí y cuando crucé la acera sentí un estruendo enorme y el grito de varias personas”, cuenta aún impresionada Yohana Elizalde. “Volteé la espalda y vi un bulto de escombros cayendo como si alguien los hubiese botado de un tirón. Miré hacia arriba y advertí un hueco en el balcón. En ese momento me atacó el pánico no solo por lo que acababa de ocurrir, porque nadie había sido lastimado, sino por lo que pudo haber pasado. Pensé en mis hijos que tantas veces transitan por ahí y en el caudal de personas que recorren esa calle diariamente”.
Una de las vecinas del inmueble de Avenida Carlos III esquina a Almendares dijo a Cubacomenta que “el mal estado constructivo de ese edificio y del resto de los balcones es algo que no es noticia para nadie, mucho menos para los funcionarios de Vivienda, a quienes con anterioridad se les ha advertido del problema. A nosotros nos sorprendió, claro, pero es que estábamos preparados. Eso estaba colgando de un hilo. Yo no me tomé ni el trabajo de informar a las autoridades sobre el desplome del balcón, para qué. Si en otros casos ha habido muertos y no ha pasado nada”.
“Y no quiero que digan que había alguna cinta o señalización que advirtiera del peligro, porque vivo aquí hace 32 años y nunca he visto nada de eso. Solo las quejas de los vecinos y el miedo de no saber cuándo te tocará a ti”, añade Néstor Torres.
“No vivo tranquilo con ese techo, ni con los balcones, míralos desde abajo y obsérvalos. No están apuntalados y se están cayendo. Además estamos en una calle súper céntrica, donde cientos de personas transitan diariamente y donde a solo unas cuadras hay una escuela primaria. Siempre le estoy diciendo a los niños y a mis clientes que no se paren debajo de los balcones, pero es que tú no sabes dónde se está seguro”, refiere el barbero del establecimiento número 1025, situado en los bajos del edificio.
Aún los escombros del derrumbe del pasado domingo en Avenida Carlos III esquina a Almendares están allí para hacer el cuento. Permanecen ahí no solo como un símbolo de abandono, sino como la prueba callada del peligro al que se encuentran expuestos los ciudadanos.
“Parece que las famosas multas por depositar escombros fuera de lugar no se han puesto en práctica, porque la primera debía aplicársele entonces a Vivienda o Comunales. Al no ser que, encima de que nos dejan caer las casas arriba, también van a responsabilizar a los habitantes del inmueble. Qué horror”, alega consternado Fernando Perdomo.
Si bien este derrumbe ha impresionado particularmente a los ciudadanos dado lo céntrico de la zona, no es la única estructura en la Avenida Carlos III que representa un peligro para los transeúntes. En la misma intersección de esta arteria con la calle Infanta, punto neurálgico de la capital, un balcón se precipitó hace algún tiempo, y es evidente que los fragmentos que quedaron en pie no demorarán mucho en caer.
“Cada vez que me paro en esta esquina trato de correrme unos pasos y alejarme de ese puntal. Eso es un peligro horrendo. En este lugar se para la gente a tomar taxis o a pedir botella, incluso, a esperar a que el semáforo ponga la luz en verde para cruzar de acera. Estamos hablando de una de las esquinas más concurridas de La Habana”, sostiene Sonia Bermúdez.
Sin embargo, ni los balcones desplomándose en Carlos III, ni las tres niñas fallecidas en Jesús María bajo una loma de escombros, ni los tantos derrumbes parciales o totales que ocurren en la ciudad parecen ser suficientes para las autoridades del país. Este miércoles, mientras el gobierno estaba pensando qué hacer con Luis Manuel Otero Alcántara o con el coronavirus, un desplome de otro edificio multifamiliar en Inquisidor 515 entre Luz y Acosta, Habana Vieja dejaba un saldo de un muerto y un herido.
“Que la cifra de muertos por derrumbes aumente es solo cuestión de tiempo”, agrega Raúl Figueroa. No quiero ver cuando llegue mayo, comiencen las lluvias, salga el sol y los edificios empiecen a drenar esa arenilla, a la que yo le suelo llamar el calcio del diablo. Pero eso no le duele a nadie, salvo al que lo sufre. El fondo habitacional de La Habana es un desastre, estamos claros, pero el alma de los dirigentes es mucho peor”.
Lucía Jerez