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Cuba

“Shopitrapo”: lo usado también se estrena

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Texto y fotos: Lucía Jerez

En Cuba, el principal motivo que lleva a una gran parte de la población a adquirir ropa reciclada, es que en los comercios por divisa es muy difícil encontrarlas con ese estilo y calidad y, de haberlas, los precios serían elevados

Cuando era niña mi mamá llegaba con un bultico de ropa. Por su olor y lo mucho que me gustaba sabía de dónde venía, además, casi siempre antecedían varias llamadas telefónicas a la casa: “Oye, entraron cosas nuevas en la reciclada”.

En ese entonces no sabía qué era segunda mano, tampoco entendía el término donación, solo escuchaba que esas prendas habían pertenecido a otras personas, y que había que lavarlas bien y ponerlas al sol. Lo único que me disgustaba del asunto era que, una vez fuera de la lavadora, ya no olían igual.

Así aprendí a reconocer marcas y tejidos ausentes de los mercados en divisa. Mi madre me contaba que igual a los míos, eran los pantalones Levi’s que ella y sus amigas usaron durante la universidad, cuando un primo de mi abuela le mandó un regalo por sus buenas notas.

A mi corta edad, supe comparar la cantidad de piezas que podían comprarse en la “tienda por dólares”, como solían llamarle, y las que adquiríamos en las recicladas. Ya por aquellos años tenía definido qué usaría cuando fuera grande. Guardaba la esperanza de que algún día pudiera estrenarla yo, encontrar mi talla en las perchas y sin husmear los bultos, o tener la oportunidad de escoger entre varios modelos y estilos similares el de mi preferencia.

Resulta que el tiempo ha pasado, la vida ha seguido, no siempre igual, y, quince años después sigo siendo la niña que bucea en los volcanes de ropa de segunda mano, que encuentra ahí lo que en otro lugar se extraña y que corre luego hacia la costurera para dejarlo todo en una o dos tallas menos.

Meses atrás, en uno de estos centros, ubicado en la calzada habanera de Ayestarán, una señora de moño grisáceo forcejeaba entre montones de abrigos, mezclados en una cesta gigante. La mujer tomó varios y comenzó a colocarlos sobre el cuerpo de sus nietos. Medía ancho de hombros, largo de torsos, extremidades, y rectificaba con recelo algún daño en la tela.

“Lo malo es que tengan manchas, porque da idea de suciedad y abandono. Los huequitos pequeños no importan porque yo con paciencia los zurzo bien, con hilo del mismo color, y eso queda como nuevo”, comentaba la señora con una sonrisa.

Durante otras ocasiones he coincidido con muchachas jóvenes como yo, que entusiasmadas encuentran soluciones para las carencias del armario. “Esto me sirve lo mismo para andar que para salir, lo único que si es de noche ya lo usaría con zapatos altos”, decía una estudiante de la Facultad de Lenguas Extranjeras, mientras miraba el talle de un vestido de guinga azul.

“Shopitrapo” o “pulguero”

Es cierto que en todo el mundo, aun en las ciudades opulentas, existe la venta de artículos de segunda mano. Incluso, hay personas que lo anteponen por cuestiones tanto económicas como espirituales, pues hallan cierta mística en usar lo que ya fue de otro, y puede venir con el karma ajeno y las experiencias vividas.

No obstante, en Cuba, el principal motivo que lleva a una gran parte de la población a adquirir estas piezas, es que en los comercios por divisa es muy difícil encontrarlas con ese estilo y calidad y, de haberlas, los precios serían elevados.

“Las cosas de invierno suelen ser las preferidas porque abundan menos y son caras cuando aparecen, aunque también se venden los shorts y los pantalones de mezclilla, que, como te decía, son las prendas que suelen tener fuera de aquí un precio mayor”, explicaba apoyada en el mostrador una vendedora en Mayabeque.

Tratar bien a los otros y respetar debería trascender la proveniencia del producto que se venda, y lamentablemente, si un elemento distingue a estos lugares es el desorden y la aglomeración de las piezas, las cuales, casi siempre, se encuentran tiradas al suelo. En esto no creo que influya el bloqueo, tampoco las carencias, pero sí la motivación de quienes allí trabajan por darle al público un mejor trato y evitar una imagen desaliñada de lo que a muchos les está salvando la vida.

Precisamente en una de estas tiendas a la que por su fama y apariencia, llaman “shopitrapo” o “pulguero”, escuché a una señora decir que dentro de la miseria absoluta es posible toparse con una limpieza desconcertante, que en casas adineradas ha visto adornos muy sucios y descuidados, y, que, para estrenar una prenda no es necesario ser uno quien le rompa la etiqueta.

 


 

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