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Cuba

Santa Bárbara-Changó: hacha y cáliz para los cubanos

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El 4 de diciembre, los cubanos rezan lo mismo a Santa Bárbara que a Changó

Dice Barbarita que no tiene miedo/ que ella sí se sube con cualquier pañuelo. Aún recuerdo cuando, en cada celebración de cumpleaños, le cantábamos esa canción a Mima. De pequeña prometió no hacerse santo: ‘Yo solo creo en Santa Bárbara’. A sus 87 años, no ha cambiado de parecer”, cuenta Lala.

Pocos son los elementos religiosos en esta casa de campo amplia, tranquila. Solo un pequeño retrato de la virgen, alrededor del cual se disponen velas e imágenes de figuras destacadas de nuestra historia. “Todas las mañanas le rezo, y pido la protección de espíritus fuertes”.

La mujer no necesita santuario. “La tengo en mi casa. Aquí le rezo, pongo sus ofrendas y le pido. No necesito vestir de rojo en su día ni hacer una gran fiesta, pues para mí, 4 de diciembre es todos los días”. Llama la atención que sus ofrendas a la santa católica pertenecen a la religión yoruba. “Siempre le tengo su manteca de corojo, quimbombó, plátano o harina. Es lo que le gusta comer”.

“Además del nombre, me dio su fortaleza para crecerme en los momentos difíciles. Mis alegrías se las debo a ella, por eso acato cada una de sus decisiones”, dice mientas se le escapa una lágrima. Hoy se celebra el primer aniversario de muerte de su hermano, por lo cual su altar estará encendido para dos.

***

Lala celebra a Changó como Dios manda. Su anciana madre, quien lo coronara hace años, se ha encargado de todo. El altar, la comida, la música. En su casa, como cada año, se esperará a las 12 de la noche.

Cuando los invitados llegan, ya está todo listo. La mesa está llena, como si fuese un cumpleaños: dulces finos, pancitos, ensalada fría, croquetas. La joya de la corona es un cake rojo, con una imagen de la virgen de Santa Bárbara impresa en papel de arroz y colocada cuidadosamente en el centro.

La velada transcurre entre los gritos y la risa de los niños. Los mayores conversan sobre temas de moda: la futura desaparición del CUC, los preparativos de fin de año.

A las 11 menos cuarto, Mirta se pone inquieta. Luego de pedirle varias veces un cuchillo a su yerno, decide traerlo ella misma. Con la ayuda de su bastón atraviesa la casa enorme, para volver en pocos segundos. Corta en dos las pocas velas y reparte un pedazo a cada uno de los presentes.

Por turnos, cada uno se arrodilla frente a la batea roja, que descansa sobre un elefante de cerámica. Luego de encender el pabilo y con la maraca en la mano, piden. A la par, la anciana pronuncia cosas ininteligibles para los demás. Una vez terminado el proceso la fiesta continúa.

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A altas horas de la noche, la señora y su hija limpian un poco el desastre. Cuando Lala va a dormir, su madre está sentada en el sillón junto a su santo. Permanecerá ahí toda la noche.

María Carla Prieto




 

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