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Cuba

La reunificación familiar: las historias tras la espera

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La espera, la distancia y la incertidumbre rodean las historias de los procesos de reunificación familiar de muchos cubanos

Lía ha llorado mucho en estos cuatro años, hoy lo vuelve a hacer. Como en otras ocasiones, no tendrá consuelo. Pasados unos minutos, seca sus lágrimas y sigue adelante.

Este 2019 estuvo lleno de decepciones para ella. La primera, no poder pasar el fin de año con su padre; la segunda escuchar, una vez más, que todavía.

Hace ya cuatro diciembres Yasdiel no está en la casa. Según cuenta desde Estados Unidos, lleva el mismo tiempo sin irse de fiesta o amanecer con la persona correcta. “Salí cruzando, con la ayuda de mi hermano. Las cosas me fueron fáciles, ya tengo una vida creada aquí; solo me faltan mi mujer y mi hija”, sostiene.

Aunque sacarlas para él sería cuestión de días, pues ha financiado buena parte del éxodo de su familia al norte, el hecho de que lleguen sanas y en calidad de residentes, es fundamental: “Mis sobrinos me contaron todo de primera mano; no quiero verlas sufrir de un país a otro, menos en un centro de detención. Mi ilusión sería recogerlas en el aeropuerto, mostrarles la ciudad, vivir sin el miedo de ser ilegales”.

Pasan a un segundo plano las horas delante del timón, llevando su rastra de Houston a cualquier punto de la geografía americana; los miles de dólares gastados en el abogado para tramitar una solicitud de reunificación familiar -muy demorada-; o los meses pasados desde las últimas noticias que ha recibido sobre cómo va su proceso: “Solo quiero tenerlas a mi lado de una vez. Los papeles están puestos desde hace dos años y nada. Me preocupa que tal y como está la cosa, quiten el parole y mi esfuerzo sea nulo”.

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La espera y la reunificación familiar

En la isla los ánimos no son otros. Con lo que se escucha, los rumores que llegan, de la posible desaparición del programa de reunificación familiar, muchos se cuestionan qué pasará con sus solicitudes, en curso desde hace varios años. El temor de muchos radica en que los cubanos, anteriormente beneficiados por este parole, deban esperar en el país los 10 o 12 años de este proceso migratorio.

Para Kikito, por ejemplo, este sería un paso atrás. El músico ha intentado ya más de una salida ilegal del país, dada la constante negativa de dejarle reunirse con sus parientes, todos ya con nacionalidad estadounidense.

“Decidimos hacer las cosas bien, aunque con la reciente apertura es muy fácil viajar a un tercer país para realizar la travesía de los valientes. Lo hago, entre otras, porque me interesa tener un estatus migratorio cuando llegue, pero no me es imprescindible. Si quitan el parole, me tiro de nuevo”, finaliza.

La tramitación obligatoria en terceros países, debido al poco personal diplomático estadounidense en la isla, es otra traba para el normal desenvolvimiento de las gestiones. Si bien antes el gasto resultaba considerable y “podías esperar a que quien te reclama, avisara sobre la disponibilidad de los documentos, ahora es mejor agilizarlos por todas las vías posibles, antes de quedar fuera”, señala Ana.

Loraine viajó a Nicaragua en el pasado mes de julio. Su idea era, como la de otros, atravesar los países que la separan de Estados Unidos para reunirse con su pareja. Sin embargo, esto no es fácil y tiende a complicarse.

“Estaba pendiente a entrar en el centro, pero quería disfrutar un poco más antes de entregarme. Ahora estoy preparando para hacerlo pues, de continuar retrasándolo, seré ilegal durante años”. Las dudas de la joven no son del todo infundadas. Muchos de los cubanos que salen de las cárceles de inmigración, lo harán en calidad de ilegales.

“El problema es complicado y triste”, refiere Armando. Él salió de Cuba hace ya más de cinco años. Con un trabajo estable, ha intentado llevarse a su mamá infructuosamente. Ella salió como doctora a Ecuador y se quedó allí: “pero entonces no podía hacer nada por ella, por lo cual decidimos que se repatriara, a fin de poder resolver por reunificación”.

Aún recuerda los años que estuvo esperando para obtener sus papeles cuando su padre lo reclamó. La demora fue significativa –alrededor de seis años- “pero llegué directamente a trabajar, con todos mis derechos como cualquier americano”.

Dos años después de presentados los documentos, la unión entre el joven y su madre no se ha materializado. Cuba continúa siendo el punto de encuentro entre ambos, quienes deben acordar una fecha para reunirse dentro de la isla.

Postdata

Lía ha llorado hoy con sentimientos encontrados. Su padre la llamó esta tarde para decirle: “dado los problemas con el parole, es muy probable que adelanten las solicitudes más antiguas, ¡antes de junio estaremos todos juntos!”.

Su alegría se opaca, y su mente queda anclada a la desaparición del beneficio. De ocurrir, sus planes de casarse con su novio cubano y llevarlo a vivir con ella serían larguísimos. Igual verá pronto a su padre, eso le interesa más.

María Carla Prieto


 

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