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Cuba

Multa de 2000 pesos por cumplir con su deber

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Una multa a todas luces injusta, donde se demuestra que al Macondo cubano -entiéndase finca de Bartolo- no lo arregla ni el médico chino.

La soga se reventó otra vez por el eslabón más débil. El infeliz cumplidor de orientaciones deberá pagar 2000 pesos.

Un custodio de la fábrica de tabacos La Casita Criolla, de Chambas, provincia de Ciego de Ávila, ha escrito a la sección Acuse de Recibo del diario oficialista Juventud Rebelde a ver si Pepe Alejandro, con sus influencias, logra quitarle de encima al hombre una multa que le fue impuesta por cumplir con su deber. Con el deber de custodio.

El caso se las trae, y es muy explicativo y resume muy bien el desastre macondiano en la isla, donde el Estado ha encontrado un “método ideal” para captar dinero: imponer severas multas.

En el saco han caído coleros, acaparadores, revendedores; pero también gente que se bajó un momento el nasobuco para comer algo, como fue el caso del periodista cubano Jesús Jank Curbelo.

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Y custodios, como Rigoberto Fernández.

Multado por “cumplir con el deber de la Patria”.

¿Cuál es el deber de un custodio de una empresa estatal? ¡Proteger los bienes del Estado. Máxime si recibe orientaciones precisas al respecto.

Ese fue el caso de Rigoberto Fernández, quien además de ser custodio en la mencionada fábrica de tabacos es un laureado decimista del territorio.

Sin embargo, ni siquiera ser “famoso” le quitó los 2000 CUP de multa que le metieron por la cabeza.

El anciano, en su carta al diario Juventud Rebelde, al mismo tiempo que expone su cuita, descarna hasta con ingenuidad si se quiere, el desmadre burocrático imperante en la isla.

Su caso, que Pepe Alejandro llama “Víctima por acatar”, se resume así:

El pasado 24 de febrero la directora y la económica de la fábrica de tabacos resultaron positivas a la COVID-19. A los trabajadores se les orientó irse para sus casas y aislarse.

Sin embargo a los custodios como Rigoberto, se les dio otra orientación “dada la urgencia de preservar los recursos”. Se les indicó seguir en sus turnos, pues cada uno trabajaría solo, y no existe riesgo de infectar “al otro”.

La orientación se la dio a Rigoberto, Julio Antonio Torres, jefe de Producción, y Ricardo Varona Pestana, director de la Empresa Agropecuaria de Florencia. Ambos funcionarios dijeron haber confirmado y “haber hecho las consultas necesarias en tal sentido.”

Dudoso tal vez, Rigoberto llamó al Consejo de Defensa Municipal. Allí le respondió Yudelsy Gutiérrez Pestano, quien dijo conocer el caso. Rigoberto le pidió contactar y coordinar con la Directora de Higiene y Epidemiología de Chambas, pero le fue imposible a Yudelsi localizarla. La orientación que le dio entonces a Rigoberto fue que permaneciera en su puesto de trabajo.

Finalizada la llamada telefónica, a los cinco minutos se apareció en la Fábrica de Tabaco una inspectora del MINSAP. Identificada como Lisvania López, al parecer esta funcionaria andaba “baja” en la tarea a ella asignada, que no es otra que repartir multas a tutiplén, pues no escuchó ni quiso escuchar los argumentos del custodio, celoso velador de los bienes de la Patria. Lisvania, ni corta ni perezosa le impuso a Rigoberto una multa de 2 000 pesos.

Rigoberto, acorde a lo establecido por “la Patria” para estos casos, pagó la multa y reclamó después. Pero todavía “la Patria” tendría reservada para él una sorpresa. Días después de reclamar, la misma funcionaria que “no aparecía” y que él había estado solicitando por teléfono en el Consejo de Defensa Municipal, Damarys Ferrón, directora Municipal de Higiene y Epidemiología, le comunicó que su apelación había sido denegada.

Rigoberto se siente desamparado. Traicionado. Desanimado. Hizo lo que le orientaron hacer, cumplió con su deber, y le encasquetaron 2000 pesos por la cabeza.

“A veces la toma de decisiones involucra a tantos directivos en un círculo tan estrecho, y errores y contradicciones llevan a un punto tal donde no hay marcha atrás legalmente, que al final revientan por el eslabón más débil. La pérdida de 2 000 pesos se siente, pero mucho más se sufre en lo moral, pues agobia y mortifica ser víctima de una situación inexplicable, a partir del acatamiento correcto de las orientaciones superiores,” dice el anciano en su carta.

Una vez más se demuestra que “aquello”, como diría el viejo mío, no lo arregla ni el médico chino.

Ariel P.

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