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Coronavirus Cuba

Más de 2000 cubanos en cuarentena total por brote de coronavirus

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En estas situaciones de cuarentena total, muchas veces los pequeños son los que más padecen

Tres edificios de una barriada en el Consejo Popular Nuevo Vedado, con 475 apartamentos, están en cuarentena total desde hace más de 10 días por casos de coronavirus.

A esta zona de La Habana no puede entrar ni salir nadie salvo que ocurra una emergencia médica o de otra índole. Las inmediaciones están acordonadas y las brigadas de policía custodian la entrada a los inmuebles.

En estos edificios viven más de 2000 personas, entre ellas numerosos ancianos, embarazadas, adolescentes y niños. Las familias han hecho malabares para que los más pequeños pasen lo mejor posible este tiempo de cuarentena total. Pero no la han tenido fácil para lidiar con los pequeños en esta cuarentena total en medio del confinamiento que vive la Habana hace más de 15 días.

Cuando se destapó el brote de coronavirus se confirmaron seis casos. Ya cinco eliminaron el virus y queda un paciente ingresado hasta el día de ayer con la enfermedad, confirmaron a Cubacomenta especialistas asentados en el lugar.

Recientemente una joven pareja se mudó a uno de estos edificios. Ellos, que prefieren mantener su nombre en el anonimato, tienen una pequeña hija. Me muestran a través de Facebook las fotos del infante con un orgullo que no les cabe en el pecho.

En los bajos del edificio han instalado puestos de venta de alimentos y otros productos imprescindibles. Han ofertado panes con queso fundido, queso crema, mortadela, paquetes de perros calientes, pan por la libre y viandas. También íntimas, culeros desechables, compotas… A la mayoría de estos alimentos solo se pueden acceder en La Habana después de grandes colas que pueden extenderse durante más de 5 horas.

“No sé si es mejor que nos quedemos confinados ahora mismo”, bromea el padre de la pequeña, que trabaja en un establecimiento privado.

La madre, que dice llamarse Claudia, explica que su hija cumplió dos años en plena pandemia. “Es una edad en que deberían socializar más. Ha sido muy difícil mantenerla todo el tiempo en casa. Cuando más curiosidad siente por el mundo exterior, ese mundo le ha sido inalcanzable por el virus. Es muy difícil mantenerla en la casa cuando lo normal es que saliera a dar una vuelta en el coche, a relacionarse o jugar en el parque. Ha sido muy duro. Pero si difícil es para los niños, para los padres es una total odisea”.

Cuenta que en ocasiones ha pasado trabajado para convencer a los policías que la Organización Mundial de Salud y el propio Dr. Durán, director de Epidemiologia del Ministerio de Salud Pública, han expresado que los niños de dos años o menores pueden estar exentos de usar el nasobuco porque la mascarilla puede causarle problemas respiratorios.

“Hay algunos policías que no están bien informados y te quieren multar porque mi hija no tiene el nasobuco puesto. Ha sido difícil convencerlos de las dificultades que presenta cuando se lo pone”, lamenta.

Las ayudas extras

“Me he mantenido trabajando desde mi casa lo cual es un reto porque siempre que hay una jornada que cumplir es difícil. Mi hijo está en edad preescolar y comienza un nivel importante como es primer grado y tiene ya seis meses de encierro. Es difícil porque para cuidarlo tienes que manejar mucho los tiempos y trabajar en horarios que no son los habituales, con dosis más elevadas de estrés. Mi trabajo está basado en la conectividad a Internet lo cual también es un reto en Cuba. Los niños tienden a mover los horarios y sus rutinas. Es muy difícil tenerlos en casa porque a veces también tienen los antojos de salir a jugar o pedir algo, como es el caso de un dulce o un helado, que no puedo salir a buscar”, refiere una joven de 33 años.

Ella, que prefiere la llamen Giselle, vive junto a su madre y su hermano en uno de los edificios cercados por la pandemia. El padre del niño no ha podido visitarlo por esta cuarentena total. Cuando él ha venido le ha pasado a Giselle jabas con medicinas y alimentos, sin cruzar la cinta amarilla que divide a los edificios del resto de la localidad.

“Al principio los policías estaban reacios a ese tipo de contacto pero luego lo entendieron y han dejado que el padre del niño me alcance algunas provisiones básicas aunque en verdad las autoridades locales han suministrado la mayoría de los productos”, cuenta Giselle.

Mariam, otra joven madre, admite que si no hubiera sido por su madre le habría sido prácticamente imposible afrontar estos días. Ella tiene un niño pequeño y un trabajo en una empresa extranjera.

“Tengo la ventaja de que yo tengo el apoyo de mi mamá. Ella también ha estado trabajando desde la casa de manera intermitente. Es un apoyo a diferencia de las madres que están solas. Al mismo tiempo es un reto para ella porque está mayor y tiene que desdoblarse para ayudarme a cuidar de mi hijo. Y este encierro total ha complejizado más esta situación familiar”, dice.

Las autoridades de Salud Pública han hecho más de 400 PCR a los vecinos de los edificios. Frecuentemente con un altavoz un médico pone al tanto de la situación sanitaria a los habitantes de los inmuebles. Todas las pruebas para detectar el virus han dado negativas, según nos cuenta otro vecino.

Todavía les restan al menos diez días por delante para salir de esta crisis que los ha mantenido encerrados completamente. Todos esperan que no se confirmen nuevos casos para poder desarrollar, en lo posible, sus actividades cotidianas en medio del estrés y las carencias de una ciudad que vive uno de los momentos más críticos de su historia reciente.

Texto y fotos: Lucía Paz



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