Connect with us

Cuba

Los avatares de un viejo “hacker” del Internet de los 90 en Cuba

Published

on

Texto y foto: Flavia Viamontes

La Cuba del 6 de diciembre de 2018 dejó de ser la misma. Una leve ventana al mundo se abrió y los cubanos de a pie pudieron asomar su nariz y, a través de sus móviles, percatarse de que existe vida —lo que realmente se llama vida— más allá de lo que siempre nos vendieron como “malo, negativo, imperialista o mal enfocado ideológicamente”.

Antes, en julio del 2015, la sociedad cubana había conocido sobre el acceso a Internet.  Comenzaron a habilitarse los puntos públicos de wifi en los principales parques de cada ciudad de la isla, permitiendo que los cubanos pudiesen satisfacer su deseo de comunicarse con sus parientes distantes, viajar virtualmente a lugares lejanos, compartir cultura, consumir y contar historias de otras personas.

Para la mayoría de los cubanos la Internet llegó el día 6 de diciembre a Cuba, pero para unos pocos, puede ser una expresión de nostalgia. Lo es para este viejo conocedor del Internet en la isla, que hackeó e inventó cuanto pudo durante los años 90 para conectarse.

Y hoy recuerda sus peripecias entre módem y conexiones robadas. R.C.,  cómo accedió a llamarse, comparte sus experiencias con Cuballama, pero, recalca, lo hace en el más absoluto secreto porque quizá “todavía debe haber alguno que se acuerde de él”,  me apunta con un poco de paranoia.

“En el 97 había Internet en la Habana, pero era más restringido que ahora y los módem para la conexión apenas servían. Claro, la tecnología de entonces no es la de ahora, no solo para Cuba, sino en general”.

Lo que hacíamos era mandar una especie de comandos a “servidores dedicados” regados por el mundo —dos de ellos se llamaban www2net, o algo así, y Collaborium—. Hasta allá le enviamos un comando (la URL) en el asunto o el cuerpo del correo, y por esa misma vía nos devolvían la página.

¿Y nunca tuviste problemas?

“No, nunca, igual yo lo que hacía era buscar información deportiva generalmente. El deporte me apasionaba.  Nunca mandé un correo pidiendo la página de El Nuevo Herald, por mencionar una que yo sé que me hubiese provocado problemas”, afirma con cara de resignación.

También un amigo del grupo de los Merchise, de  la Universidad Central de Las Villas —pioneros de la programación de videojuegos en Cuba en la década del 80— tenía Internet en su casa. Los fines de semana, cuando no trabajaba, se conectaban también a través de un módem, y cuando la conexión con la UCLV fallaba, la cogían del Ministerio del Turismo en Cienfuegos.

Más adelante, aproximadamente en 1999,  en casa de Luisito, un amigo que vivía en La Habana, nos podíamos conectar a través de la embajada canadiense, recuerda R.C.

Para entonces accedían desde tres sitios distintos, con una lentitud de muerte. Habla de un tipo llamado Aneiros, que les daba acceso. O si no con Owen, otro que era informático de la Facultad de Ciencias Médicas en la provincia de Cienfuegos, que también les proveía el servicio.

Rememora que una vez un amigo, Noel Villegas, en medio de una borrachera soltó que en casa de otro amigo de ellos había Internet.

Hasta allí se aparecieron las Tropas Especiales de la policía, y con una gran parafernalia cerraron la calle. Se llevaron computadora y todo, que luego devolvieron porque el dueño era profesor de Informática en la Universidad Central de Las Villas y porque en el equipo no había nada “extraño”.

“ A otro compañero, que es periodista, por poco lo botan de un trabajo porque un día dijo que la información la sacaba de Internet. El jefe planteó que la red era solo para que los terroristas subieran sus planos para hacer bombas, o pervertidos que buscaban pornografía”.

“Había una gran desinformación, una desinformación total, con respecto a la Internet. Tener Internet era algo que consideraban MUY PELIGROSO. Como si en vez de buscar información quisieras revertir un orden político, o convertirte en el mismo diablo”, señala.

Ya a inicios de este siglo las cosas comenzaron a cambiar un poco. Cuenta que en 2002 comenzó en un hotel y le pusieron Internet nada más que al gerente, pero yo me colaba en la oficina de los informáticos y podía navegar. Tenía que tener la luz apagada, como si no hubiera nadie.

“En ocasiones no podía hacerlo, porque venía el de la Seguridad del Estado a revisar los correos electrónicos. La gente lo usaba para comunicarse con sus familiares y amigos en el exterior, lo cual estaba prohibido. Y había hasta quien le escribía a algún extranjero que había conocido para pedirle ropa y zapatillas, por ejemplo,” narra.

“Cuando venía el del G-2, yo me metía en el Departamento de Relaciones Públicas, y verificaba que el gerente tuviese su computadora apagada, y lo que hacía era cambiar la IP.”

¿Y cómo tenías acceso a tantas oficinas?

“Mis conocimientos de informática eran empíricos, pero “prácticos”. Cuando los virus llegaron a Cuba, y llegaban varios por semana, yo me dediqué a estudiar el asunto. Me informaba, me conseguía los llamados parches. Cuando una computadora se infectaba, a veces los especialistas preferían formatear el disco duro, sin importarle el contenido que había en las PC. Muchas personas sabían que yo podía salvarles los datos y preferían que “actuara primero”. Incluso a veces los informáticos me pedían ayuda. Por eso cuando yo quería la llave de alguna oficina me la dejaban con total confianza”, evoca con nostalgia.

Con total convencimiento, R.C me aseguró que fue una de las primeras personas en Cuba que vio abrirse una página web. “Quizá no de las primeras 100, pero sí de las primeras mil. ¡Cómo se sufría con aquel Windows 95 o 98. La barrita caminando y cuando ya pensabas que se abría la página, de pronto se desconectaba!”

Comentarios

LO MÁS TRENDING

LO MÁS VISTO