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A apenas unos metros del árbol donde un leopardo pretendía subir su comida para darse banquete, apareció un perro salvaje y luego otro, y otro más…

¿Alguna vez usted ha presenciado una bronca por comida? No me refiero a esas “broncas” que se formaban en la cola del comedor en el preuniversitario, o en la escuela al campo. Ni siquiera a las que se formaban en el comedor de alguna beca estudiantil universitaria. Me refiero a una bronca de verdad. A dentelladas. A muerte.

Pues si nunca ha sido protagonista de una, mire esta en la que, además, tuvo lugar un típico “quítate tú, pa ponerme yo” entre varios protagonistas. Protagonistas diferentes. Unos con dientes más afilados que otros, pero donde triunfó uno que si algo lo caracteriza, además del mal olor y el aliento, es su inteligencia.

Sucedió en un parque nacional de Sudáfrica. Los protagonistas fueron unos perros salvajes, un leopardo, un impala y par de hienas.

Todo quedó captado en cámara y comenzó con un leopardo cansado y fatigado arrastrando un impala de aproximadamente unos 60 kilogramos, vivo aún, entre sus dientes.

A apenas unos metros del árbol donde el leopardo pretendía subir su comida para darse banquete, apareció un perro salvaje y luego otro, y otro más, con tanta furia y hambre que el leopardo terminó subiendo al árbol, pero solo.

Sí, porque el leopardo, creyó firmemente eso que dicen de que “es mejor que digan aquí corrió y no aquí murió”. Cuando se vio superado, soltó el impala por el que tanto había luchado y se subió al árbol para evitar la dentellada de los perros hambrientos.

El impala se puso de pie, dio par de pasos, pero enseguida los perros le atacaron a las patas. Extenuado por la carrera, el susto, la falta de oxígeno y la proximidad a la muerte, el pobre animal cedió en la lucha mientras el “cobarde” leopardo observaba resignado como una veintena de perros se zampaban la comida que a él le había costado tanto trabajo conseguir.

Pero, ¡ah, siempre hay un pero! y no unos perros, aparecieron en la escena par de hienas y los perros salvajes, aunque eran más, como le temen a este animal, soltaron el impala y comenzaron a ladrar pero sin lograr ahuyentar a las hienas.

Eso sí, sabedores de que las superaban en número, los perros intentaron recuperar la presa que le habían arrebatado al leopardo; pero justo cuando parecía que lo lograrían, apareció otra hiena y luego una cuarta. Fue así como se tuvieron que ir con sus ladridos a otra parte.

Varios visitantes del Parque Nacional Kruger de Sudáfrica grabaron este suceso que nos confirma la teoría de que a veces, “el vivo vive del bobo, y el bobo de su trabajo”.

por Roberto A.

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