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Cuba

La venta de flores en La Habana, entre los privados y los estatales

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Texto y fotos: Liliana Suárez

Julián, uno de los vendedores de flores que se estacionan en la esquina de 25 y 10, cercana a la necrópolis de Colón, en la barriada del Vedado, dice que todos los días le habla a las flores porque “se deben querer, cuidar y las palabras les dan vida”. Asegura que en los ocho años que lleva en esta faena, casi la prefiere más por la espiritualidad que le transmite que por los dividendos.

“Aquí cerca tengo un local donde confecciono, además, coronas y voy poniendo en agua las flores para que no se me pongan mustias; es una premisa imprescindible para mantener la calidad”, sostiene.

Como él algunos de sus colegas de oficio le apoyan en esas pasiones y cada día, desde la mañana hasta la puesta del sol, llegan en sus carritos-bicicletas para complacer el gusto o los requerimientos de los que se dirigen al camposanto a entregar una ofrenda a sus seres queridos.

Ellos son “floreros” como comúnmente le llaman los habaneros en cualquiera de los municipios donde se encuentran los tantos que pululan por la urbe; trabajan de manera privada. “Nuestra ley es la oferta y la demanda, no tenemos horarios, lo ponemos nosotros según las ventas que tengamos en cada jornada y aunque las ganancias no son tan altas nos da para vivir y sustentar a nuestras familias”, comenta a Cuballama Horacio, otro de los comerciantes.

Usualmente les suministran sus mercancías dueños de fincas de los occidentales poblados de San Antonio de los Baños y Artemisa fundamentalmente, aunque en ocasiones les llegan también desde la provincia de Pinar del Río. Por medio de los propios dueños de las propiedades o de intermediarios. “De esto depende el precio que les ponemos a las flores; si hay terceros en los negocios debemos elevarlos algo más, pero no crea, nunca nos vamos muy por encima de quienes laboran para el Estado y la gente nos prefiere porque nuestros productos están más cuidados y frescos”, precisa Horacio y asienten al unísono los cuatro que están junto a él.

El pasado 14 de febrero indagamos sobre las ofertas por el día de San Valentín o de los Enamorados. “Verá, periodista, hoy es una fecha especial y vendemos algo más caro, pero siempre nos pueden comprar. Si hacemos un sencillo arreglo floral, lo damos a 50 CUP o 2 CUC. Igualmente los creamos otros días como los de las Madres, del Maestro, del Médico…”

Ese día, Carlos Alberto y Maikel apostaron sin dudarlo por una solitaria pero hermosa rosa aún sin abrir sus pétalos totalmente. Coinciden en la exquisitez de obsequiarlas a sus parejas como parte de otros regalos por el  Día de los Enamorados y en lo módico del precio. “Las dispuse con la idea de entregarlas a los compradores a 25 CUP o su equivalente, 1 CUC, detalla Luis Manuel, quien de esos adornos tenía repleto su carro.

Ana Luisa y su hermana pidieron un ramo grande de flores blancas para colocarlas donde yace su madre, fallecida un 14 de febrero hace cuatro años. “Desde entonces venimos aquí, ellos tienen un trato exquisito y sus preparados florales son muy atrayentes”.

Las azucenas tienen un costo de 3 CUP, como las mariposas, los girasoles o las siemprevivas. Los gladiolos y las rosas pueden adquirirse a 5 CUP. “Estas son más delicadas y elegantes, muchos las buscan cuando quieren hacer un obsequio bonito”, aclara Julián mientras atiende a varios clientes.

Los “floreros”, de manera general, siempre han transitado en sus vehículos de cuadra en cuadra y por corto tiempo paran en cualquier parte de La Habana. Son las condiciones que les establecen para el desenvolvimiento de su quehacer. Por esta razón podría causar sorpresa tropezarse con varios de ellos reunidos. “Hace ya un tiempecito que la policía nos deja tranquilos aquí, no puedo decirle el motivo, antes nos mandaban a circular. Para nosotros es mejor, ya tenemos personas que nos conocen y vienen directo a comprarnos”, me explica Julián.

Uno de los más antiguos “floreros” del Vedado

Por  17 y L estaba Alberto, con su carricoche repleto de flores y el pequeño Bertico, el hijo de 10 años que atiende si una dama pasa cerca de ellos para que su padre le regalara alguna azucena, un gladiolo o una rosa. Es un gesto para fechas especiales y el padre sonriente lo complace.

“Creo que soy uno de los vendedores más antiguos en la zona del Vedado. Ya llevo 30 años. Ahora estoy aquí, pero me muevo; alguna vez me podrá localizar por el Hotel Cohíba. Pedaleo para cumplir mi faena y me da satisfacción”.

Alberto detalla que desde su natal Lawton, en el municipio 10 de Octubre, viene hasta el Vedado. Narra que próximo a su casa tiene un sembrado y cultiva su propio producto. Tiene licencia de vendedor por cuenta propia y asevera que le permite andar con más seguridad. “Antes lo hacía bajo riesgo de que la policía me llamara o me pusiera una multa,  pero ahora tengo más facilidades. Me entusiasma lo que hago y contribuyo a que hasta los jóvenes aprendan que dar flores representa una acción de buena voluntad y de valor humano”.

En cuanto a las predilecciones de los consumidores relata que siempre conversa con ellos y hay los que quieren las flores para adornar habitaciones y perfumarlas; otros por hacer rituales religiosos, “algo bastante común”. Relata como para homenajear a San Lázaro, en la santería Babalu-Aye, le piden flores moradas; para la Virgen de la Caridad (Oshún) amarillas, en especial girasoles; o para Santa Bárbara (Shangó), rojas.

La feria de las flores de 12 y 23

Antes de autorizarse el trabajo por cuenta propia, existía la denominada Feria de las Flores de 12 y 23 que sigue siendo concurrida por estar ubicada en el paso hacia la entrada principal del cementerio de Colón y ser popular entre los habitantes del municipio Plaza de la Revolución y otros colindantes.

Pero hoy enfrentan la competencia de sus contrincantes, los particulares que les están llevando la delantera en cuanto a calidad y sin significativas diferencias en los importes de sus servicios. Cuballama comprobó que en 1 CUP menos difieren en la venta de las flores más sencillas, y en 2, de las más finas.

Mercedes compraba azucenas, gladiolos y rosas. “Yo acostumbro desde siempre a venir aquí, ya estoy familiarizada con las vendedoras, pero reconozco que los privados venden mejor y sin abusar de los precios. Ya son más los que se dirigen a ellos. No es como antes”.

De todas maneras allí están las otras “floreras”, que reciben sus mercancías de los jardines aledaños Flor de Liz y La Dalia, y aman lo que hacen. “A fin de cuentas no nos afectamos estatales y privados, todos agradamos a los que nos necesitan”.


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