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Cuba

Calles desiertas: La Habana sin transporte público

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Texto y foto: Vladia Rosa García

La desesperación se apodera de quienes esperan por tiempo prolongado la salida de las guaguas. Las calles de La Habana están desoladas. El transporte público ha mermado en términos de frecuencia y horarios

En 2012, entre los más jóvenes se popularizó una canción de reguetón con un estribillo pegajoso que incluía un baile. La letra se refería al transporte y decía: “la parada está pelota y la gente no se mueve, no pasa un P6, no pasa un P9”. Siete años después, el escenario es el mismo: por las paradas no pasa ni el P6, ni el P9, ni ningún otro ómnibus fijo o articulado de los existentes.

Desde inicio de semana la situación del transporte público ha mermado en términos de frecuencia y horarios. Los directivos del país afirmaron que se debe a la falta de combustible de tipo Diesel, necesario para abastecer los servicios estatales.

Esta realidad afecta a la llamada población “de a pie” que necesita trasladarse para cumplir con sus actividades laborales y estudiantiles diarias. “Llevo dos horas en la parada y mira como está esto”, comenta Reiner mientras señala al resto de personas que esperan el P2 en la primera parada. “Antes uno marcaba y esperaba para el otro para poder ir más cómodo, ahora hay que irse en el que venga”, asegura.

En la noche de ayer, luego de que el presidente cubano Miguel Díaz-Canel explicara públicamente algunas realidades, aún quedan cosas por aclarar. ¿Se recuperarán los servicios en el tiempo señalado?, o de recuperarse, ¿existe peligro de que continúen existiendo situaciones similares?

Calles vacías y desesperación

La desesperación se apodera de quienes esperan por tiempo prolongado la salida de las guaguas. “Ayer salí a la 1 de la tarde y llegué a mi casa a las cuatro”, dice Gaby mientras hablamos en la parada. A nuestro lado, un señor que le dicen Cheo y siempre está en ese lugar vendiendo maní nos apunta que las guaguas se demoran de 45 minutos a una hora.

Para muchos, el atraso ha dejado de ser el mayor problema. “La situación es que además del retraso del doble de tiempo que tardaban antes, cuando llegan no hay quien pueda montarse. Entonces, es otra hora más esperando”, refiere Claudia, estudiante de medicina.

Los avatares del transporte público antes podían solucionarse con los choferes particulares pero en estos instantes las tarifas exceden los precios habituales. Todas las rutas sin importar la distancia cuestan 25 pesos o como ellos mismos reiteran, “esto está malo para donde vayas es un caña”.

Ante el panorama vigente, el ministro de Transporte Eduardo Rodríguez dictaminó algunas medidas para “aminorar” las circunstancias como reforzar el uso del ferrocarril hacia las provincias debido a la restricción de los viajes para los ómnibus nacionales. “Vine a sacar pasaje por 72 horas y no hay como irse”, esclarece Laura, estudiante universitaria luego de preguntar en la taquilla de información de la Terminal de Ómnibus Nacionales.

Los trabajadores de la terminal nos confirman que está suspendida la venta de pasajes para cualquier lugar hasta nuevo aviso. Solo las taquillas de última hora están disponibles atendiendo a la población. “Aquí siempre había pasajes para Matanzas a cualquier hora y hasta de un día para otro, pero no hay. Voy a desistir, mi mamá que espere unos días para verme”. Anotarse en la lista de espera es a “suerte y verdad” porque no se sabe cuándo pueda salir un carro.

Por ahora, la solución parece estar un poco alejada. El país dio una semana de espera. Las personas se aferran a la esperanza, que es lo último que se pierde, y repiten que es un periódo de tránsito o “una situación coyuntural”. Hay que sobrevivir.

 


 

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