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Una película tan imprescindible como Plantados, acerca de esa Cuba que se nos quiere esconder, desata pasiones y algún que otro silencio

Luego de que durante el fin de semana piratearan Plantados, el último film de Lilo Vilaplana, y en YouTube ya muchos la vieron, las opiniones abundan. No tengo culpa alguna en decir que pienso que la película es mala, se mire por donde se mire.

Este criterio lo he escuchado repetir a a algunos casi en susurros. No es políticamente correcto admitirlo, quizás. Pero no pasa nada si a algunos nos gusta y a otros no. Siempre ha sucedido con el arte. Y que esta obra sea tan necesaria para Cuba, para quienes nacimos en la isla, para los plantados que aún están vivos, o los familiares de los ya muertos, no nos debería coartar en lo que expresar libremente lo que creemos.

He sabido, por ejemplo, que algunos de los protagonistas de la historia que cuenta la cinta se estremecieron y solo tienen hacia ella palabras de agradecimiento. También algunos jóvenes cubanos han llorado mientras la veían. Y es que duele esta historia de la década de los 70, cuando la llamada Revolución no llegaba ni a los veinte años. Ya era palpable a qué atenerse con Fidel Castro y sus seguidores.

Para quien escribe -no soy para nada crítica cinematográfica- el guión tiene fallos evidentes. Cualquiera que haya visto mucho cine, probablemente concuerda conmigo. O no. Pese a que hay reconocidos actores cubanos en Plantados, las actuaciones aquí son otro hándicap.

Hoy mismo el medio independiente El Estornudo publicaba una entrevista con uno de los guionistas, el escritor cubano Ángel Santiesteban. Santiesteban, el director Lilo Vilaplana y el periodista Juan Manuel Cao son los responsables del guión de Plantados.

En el 38 Festival de Cine de Miami ya han sido merecedores del Premio del Público. Muchos piden que se detengan las apreciaciones artísticas, y nos centremos en lo esencial. Como mi gran amigo, el músico cubano Michael Gil, que escribe:

“Voy a ir al cine con mi hija, americana ella por cierto, para que vislumbre lo que su abuelo materno, que fue un preso plantado, vivió. Ocultar no puedo, el profundo temor que me invade al pensar en el posible contra ataque cinematográfico del ICAIC”.

Neus Francino



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