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Cuba

Gimnasios privados en Cuba: un lujo que se permiten algunos

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Texto y fotos: Lucía Jerez

De acuerdo a lo que pueden ofertar, el precio de los gimnasios privados oscila entre los 10 y los 30 CUC al mes

Hace años atrás los cubanos solo veían gimnasios en televisión o en los inaccesibles hoteles que se encontraban al paso. En algún que otro municipio, el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER) designaba un área para practicar. Se trataba de espacios con aparatos artesanales, oxidados, hierros en su estado más bruto. Esto condicionaba la presencia de hombres, en su mayoría, dada la dificultad para manipular los instrumentos.

Sin embargo, con la apertura de los negocios por cuenta propia, ciertos emprendedores vieron un nicho en la cultura física y el ejercicio corporal. Muchos en el sector comenzaron desde el 2010. Una vez abiertos, estos centros encontraron, primero la sorpresa, y después la aceptación y asistencia de los habitantes que pueden permitírselo económicamente.

Sergio Gutiérrez, dueño y entrenador de uno de estos locales, nos cuenta: “Las bicicletas las he ido importando de mis viajes a Panamá; las mancuernas me las trajo mi hermano que es marinero; las cuerdas las he comprado aquí, por la izquierda, y otras las he hecho yo, con curiosidad y esfuerzo”. Puso esponjas en las manivelas, encargó alfombras para el piso, consiguió una goma nueva de tractor y, por último, le regalaron unas pelotas gigantes de colores para los abdominales.

La mayor parte de los que han creado emprendimientos de este tipo lo han hecho de esa manera, y, en dependencia de la inversión y la perspectiva, establecen los precios. Defensa personal, entrenamiento general, aeróbicos, guía personalizada, y otras,  nutren las opciones de varios de estos sitios. Las horas semanales o diarias, el tipo de modalidad que se escoja y las condiciones del inmueble, intervienen en el costo mensual.

“Suelen oscilar entre 10 y 30 CUC cada cuatro semanas. Claro, la cifra mínima es, usualmente, en aquellos donde no hay aire acondicionado, porque los administradores necesitan también extraer el gasto de corriente, que es uno de los representativos. Por otro lado, el saldo máximo lo ponen quienes ofertan hasta servicio de ducha, luego de culminar la sesión”, explica Yansel, quien fuera auxiliar de adiestramiento del Olimpo, en el reparto Víbora, Municipio Diez de Octubre.

Si se comparan las tarifas con el salario medio de la población, es casi imposible responder cómo existen tantas personas que van a estos gimnasios, sobre todo en la ciudad. Tal vez, de la misma manera que otra cantidad tiene móviles sofisticados, visita bares nocturnos y compra motos eléctricas. Ya no asombra escuchar a dos amigas despedirse y decir “nos vemos en el gym” y encontrarlas allí con zapatos, ropa deportiva y hasta un pomo de agua con la misma marca del vestuario.

Así funciona para Yuliet Pérez. “A mí me encanta. Me despeja, me libera y aporta beneficios a la salud. Mejora la autoestima porque una se siente conforme con su figura. Son caros, es verdad, pero con la ropa que vendo y lo que me ayuda mi esposo, lo pago”.

No sucede del mismo modo con Minerva, profesora de inglés. “Yo valoro el culto a mejorar y estimular el cuerpo, pero con lo que me gasto en eso le resuelvo unos cuantos problemas a mis hijos”.

Esta, como casi todas las inversiones particulares que florecen en la isla, están destinadas a un público específico, y las reglas que les pone el Estado los obliga, muchas veces, a definirlo así. No obstante, impresiona como desde el punto de vista cultural se van adoptando prácticas cotidianas que emergen como expresión de las bonanzas en este archipiélago.

 


 

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