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Cuba

Escandalosos precios en agromercados habaneros

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Texto y fotos: Lucía Jerez

¿Quiénes en Cuba pueden comprar 4 tomates por 35 CUP? Los precios en los agromercados de La Habana escandalizan a muchos

Cualquiera que escuchara los comentarios acerca del costo de determinados productos en los agromercados de La Habana, pensaría que se trata de una exageración hasta que, por fin, la vista hace fe.

Un popular establecimiento habanero, ubicado en la intersección de las calles San Rafael y Gervasio, es de los llamados de oferta y demanda (MAOD), o cuentapropistas, y si bien impresiona lo variado de la mercancía, así como la organización y limpieza, representa uno de esos lugares donde pocos cubanos pueden comprar, a pesar de que está en una zona que no destaca, precisamente, por la presencia de personas con alto poder adquisitivo.

Uno de los elementos que resalta, apenas entrar, es el precio de una libra de tomates. “Mira para esto, cuatro tomaticos 35 pesos. ¿Quién arregla esto, hija?”, protesta una señora.

Con monedero en mano y dudando si llevarlo, dice una muchacha: “nunca pensé que unas rodajas de tomate fuesen un lujo algún día. Yo lo compro por mi niña, que le encanta, de hecho es el único vegetal que come. Generalmente lo dejo solo para ella, porque es abusivo lo caro que resulta”.

Es frecuente que estas cifras provoquen furia en la población, incluso medios oficialistas han hecho reportajes al respecto. El escándalo más reciente fue la libra de carne de puerco que excedía los 50 pesos. Las quejas de los ciudadanos llevó a que el gobierno estableciera un tope en el importe de algunos productos y aquellos que no estén contemplados se comercializan con los valores que apruebe el Consejo de Administración Provincial.

Aun en los que están regulados por las instancias gubernamentales persisten cifras discutibles, pues es inverosímil que cada libra de frijoles blancos y colorados cueste 18 y 20 pesos cubanos respectivamente.

El tomate no integra la lista de costos fijos que determinó el Ministerio de Finanzas y Precios, y es insólito que su valía sea tanta como la de la carne de cerdo. Sin necesidad de estudios ni sondeos, es posible imaginar que ningún trabajador asalariado en Cuba abastece su despensa dependiendo de estas ofertas.

“Todo el mundo tiene que vivir, pero es difícil cuando cada quien hala para su lado”

Ante el exorbitante importe de algunos alimentos en los mercados cuentapropistas, la justificación de sus vendedores es que ellos los obtienen demasiado caros y ese es el primer eslabón de una larga cadena, que pese a las especulaciones, no deja de ser costosa.

Inicialmente el campesino que les surte debe hacerlo de modo que le sea rentable, pues para lograr esa cosecha fue necesario invertir en petróleo, abonos y fertilizantes que el Estado no siempre asigna. Luego está el intermediario que lleva la mercancía y le gana siempre una cantidad considerable. Además de esto, los mercaderes tienen que pagar el transporte, los impuestos, la renta del local a los estibadores y, en algunos lugares, a las personas encargadas de higienizar los artículos.

Es importante aclarar que incluso cuando el gobierno no les proporciona los insumos necesarios, los agricultores están obligados a acopiarle un porciento de la cosecha. No es legal que la primera opción para ellos sean los cuentapropistas, esto solo pueden hacerlo cuando le hayan entregado al Estado la mayor cantidad. “Pero los guajiros necesariamente tenemos que venderle a los particulares porque Acopio paga una miseria y nosotros invertimos mucho para lograr sembrar algo”, aclara un agricultor.

Por otro lado, en los sitios estatales (MAE) los precios suelen ser más baratos, sin embargo, no se halla en ellos la misma variedad. “Casi siempre tienen las tarimas vacías, porque ningún cultivador que invirtió tanto en la siembra va a dejárselos a valores mínimos. Entonces la producción es muy baja y no logran mantener la demanda”, explica un pequeño agricultor.

Los puestos de cooperativas constituyen otro tipo de establecimientos en los que los sembradores abastecen por sí mismos sus comercios; no obstante, también les corresponde entregar parte a las asociaciones a las que pertenecen y posteriormente la ley les regula un precio para la venta de los productos.

“Todo el mundo tiene que vivir, pero créeme que es difícil cuando cada quien hala para su lado. Al final solo se perjudica la población que para alimentarse medianamente es preciso ahorita destinar una fortuna”, cuenta un señor.

Una vez más las autoridades continuarán mirando el show desde las gradas; los campesinos y vendedores pugnarán para que sea rentable su producción y oficio; y mientras el cubano de a pie seguirá yendo a la tarima con la esperanza de que no solo se multipliquen los panes y los peces.

 


 

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