Connect with us

Cuba

“El señor de las pesetas”: un singular personaje de La Habana de hoy

Published

on

Texto, fotos y videos: Flavia Viamontes

Cada mañana en la parada de ómnibus de G y 25, en el Vedado capitalino, se escucha un pregón sui géneris: “¡Se vende menudo para la guagua! El menudo para alcancías, recuerde que la alcancía no te da el vuelto, echas el peso y pierde los 60 quilos. Me das un peso y te devuelvo cuatro pesetas”.

Y es que en La Habana los ómnibus locales tienen un precio de 40 centavos, pero si pagas con un peso, no recibes el vuelto.

En esta otra deficiencia del transporte en la ciudad,  vio la posibilidad de ayudar al cubano de a pie y de ayudarse él con un negocio tan “diferente” como “vender menudo” para la guagua.

“Ellos vienen y cambian, por un peso yo les doy 80 y con eso pueden pagar dos viajes, mientras que sí no lo cambian un solo trayecto les sale en un peso. Imagínate, si usted coge tres guaguas en el día ya son tres pesos que está pagando”.

“El cambiador o el señor de las pesetas”, como le dicen,  tiene 78 años y es jubilado. Desde el 18 de marzo de 2010 se animó a comenzar este negocio luego de leer en la prensa que alguien, no recuerda quién, tuvo la idea de ofrecer un trabajo semejante a los jubilados como una manera de reemplearlos.

Portuondo lleva ocho años haciéndolo y de a poquito, acumula un ingreso que le sirve para cubrir necesidades básicas. “Gano 20 centavos por cada peso. Con eso ayudo a la población y me da para defenderme, pues mi chequera de jubilado no es muy alta que digamos”, asegura a Cuballama.

Jesús Portuondo en su puesto del Vedado

Cuenta que cada día se traslada desde el Cerro hasta la parada de G y 25 en el Vedado. Ahí instala su puesto de trabajo, despliega sus carteles, su caja de menudo y comienza.

Los guagüeros no dan vuelto

Nuestra plática es interrumpida constantemente por quienes vienen a cambiar. Una señora lo escucha e interrumpe para exaltarlo. “Con este trabajo el público resuelve su problema. No siempre tenemos menudo y si le damos el peso al chofer no nos da los 60 centavos de vuelto, incluso si le pagas con los 40 centavos establecidos te miran con mala cara”.

Aprovecha además Emilia Bejerano para contar a Cuballama que un chofer de la ruta A47 le reclamó un peso para abordar y no el costo establecido. “Discutí con él y le exigí mis derechos”, asevera.

“Cuando no tienes a veces el menudo para echar en la alcancía, la mayoría, no te dejan subir, pero cuando le das el peso, no  te devuelven nada”, afirma, por su parte, Victoria  González.

También pensionada, esta señora viene a cambiarle cinco pesos. Me explica que con su precaria jubilación se tiene que gastar mucho dinero en pasaje. “Imagínese que tengo que ir aproximadamente dos veces a la semana a San Miguel del Padrón y vivo en el Vedado. Necesito coger tres guaguas para ir e igual para regresar. De pagar un peso serían seis. Pero pagando solo los 40 centavos establecidos, el dinerito me rinde un poco más”, explica.

“La ley establece que el pasaje cuesta 40 centavos, lo cual es un deber social y obligatorio. Pero al propio tiempo cada ómnibus tiene un cartel que dice que el chofer no está obligado a fraccionar monedas para dar vueltos. ¿Entonces? ¿Las legislaciones son para los que deben pagar y no para los que se enriquecen  con nuestro dinero?”, se pregunta el señor de las pesetas.

Al “señor de las pesetas” no le faltan clientes

En las guaguas, las personas pierden dinero

Jesús Portuondo considera que su trabajo beneficia a los más necesitados, en especial, a los estudiantes y ancianos. Este sector de la población, a pesar de tener una tarifa preferencial de 20 centavos en el transporte público, sufre el abuso de los guagüeros acostumbrados a no entregar el vuelto. La figura del conductor, desaparecida años atrás, es vital para evitar que las personas no sigan perdiendo su dinero.

Desde que realiza esta labor, Portuondo ha sido bien aceptado por la población. No tiene licencia porque este oficio no está tipificado en las leyes del trabajo por cuenta propia, pero todos le aceptan y agradecen. “Claro, al inicio hubo algunos inspectores y policías que quisieron arremeter contra mi trabajo, pero no fructificaron en su mala intención.  Hasta me llevaron en una ocasión a la estación de policía pero ni siquiera me pusieron la multa”, aclara.

Los trámites bancarios en Cuba son complicados a veces. Las colas, las lentas conexiones en las redes y que el horario solo es de oficina, hacen que cualquier gestión en el banco sea engorrosa.

Cada vez que lo necesita, Portuondo va al banco, hace su cola y cambia una bolsa de monedas de 20 centavos que equivale a 600 pesos: “Vengo para mi puesto y desde acá hago la transacción. Cuando se me acaba, vuelvo a ir y así… Las personas tienen una vida agitada y no siempre hay tiempo de ir al banco para cambiar y tener menudo. Yo les ahorro ese trabajo y resuelvo también”.

Las guaguas en La Habana: antes y hoy

Años atrás las guaguas tenían alcancías. Los que rondamos las cuatro décadas recordamos aquellas que sonaban cuando echabas los cinco o los diez centavos, costo del pasaje entonces.

Luego surgió la figura del conductor que le entregaba al pasajero un comprobante por su pago y se conservaba mientras estuviese a bordo del ómnibus. A veces debías mostrarlo al  inspector, una figura que subía esporádicamente a la guagua y le solicitaba el ticket al pasajero.

¡Ah!, el conductor siempre tenía menudo para el cambio. El pasajero pagaba, digamos, con una peseta y el hombre le devolvía los 10 centavos.

Existía también la transferencia. Si la guagua se rompía o sufría alguna avería,  el chofer disciplinadamente le entregaba un comprobante que le permitía seguir su recorrido en otro ómnibus sin pagar nuevamente.

Luego cuando caímos en aquel hueco oscuro que se insistió en llamar “Período Especial” (de especial solo por lo amargo que fue) y empezaron a poblar La Habana los espantosos camellos, también la figura del conductor se apostaba en cada una de sus puertas.

Hoy en las guaguas tenemos además el reguetón a todo volumen, el mal humor y la poca sensibilidad de los choferes que maltratan y hasta fuman mientras manejan, a pesar de que está estrictamente prohibido.

Con muy mal aspecto,  el chofer de una ruta 55, que recoge pasaje en la parada de 23 y F, me responde con desgano cuando le pido su versión sobre el pago de la guagua. “Esto cuesta 40 centavos, el que paga el peso es porque quiere. Nosotros entregamos la recaudación al Estado que es lo que nos piden. Y lo que quede, pues ya tú sabes…”, reconoce sin reparo alguno.

Billletes marcados

Jesús Portuondo, este guantanamero de  nacimiento y radicado desde hace décadas en La Habana, lleva una caja con sus monedas, y unos cuantos carteles con especificaciones de las tarifas del cambio desde un peso hasta 20. Y además se ha tomado a la tarea de sensibilizar a las personas con el cuidado del billete, de nuestra moneda nacional.

En uno de sus carteles especifica que no se aceptan billetes marcados o rotos. Y para ilustrarlo tiene una serie de muestras que le enseña a todo el que quiera aprender. Tiene billetes de un peso, de tres, marcados con números o escrituras: “Los billetes no son un libro de matemáticas, ni espacios para enviar cadenas absurdas”.

Cree que en ese sentido ha sensibilizado a la gente, pues “desde hace bastante tiempo no llegan a mí este tipo de billetes”, afirma.

Comentarios

LO MÁS TRENDING

LO MÁS VISTO