Cuba
El alcohol, un peligroso acompañante en la vida de algunos cubanos
Texto y fotos: Ariel Peñate
Rubén M. tiene 56 años y sabe que de un momento a otro puede morir. Ingeniero de profesión, dejó su puesto en una fábrica del Cerro hace 10 años para dedicarse por completo a realizar arreglos de equipos electrodomésticos. Durante más de 5 años sus negocios fueron viento en popa. En ese tiempo pudo comprarse una moto rusa, un aire acondicionado de uso para su apartamento de dos cuartos y mantener dignamente a sus dos hijos y a su esposa, una enfermera devenida manicuri, que también contribuía a la economía familiar. Pero la estabilidad en la vida de Rubén se rompió completamente cuando su esposa –sin avisarle– se llevó a sus hijos, de 15 y 17 años a Estados Unidos en una salida ilegal. Después de aquella noche, a pesar de reiterados intentos, apenas ha sabido de ellos.
El ingeniero convertido en cuentapropista se transformó en una persona totalmente desconocida para el resto de sus familiares y amigos. Comenzó a beber, dice, para ahogar las penas y su vida quedó reducida a las cuatro paredes despintadas de un bar cerca de su casa en Centro Habana. Al principio tomaba tres o cuatro tragos junto a los amigos de ocasión en la barra, luego no dejaba el bar hasta que se acabara la botella y, también, compraba otra para acabar la noche en su casa.
Rubén, entonces, ya reunía todos los requisitos que lo definían clínicamente como un alcohólico. Sin embargo, desoyó las recomendaciones de los familiares que le quedaban en Cuba, y nunca visitó a un psiquiatra ni se asomó al grupo de alcohólicos anónimos que se reúne en la iglesia católica aledaña al hospital Hermanos Amejeiras. Todo cambió cuando una tarde empezó a vomitar sangre frente a la barra y lo llevaron de urgencia al hospital.
Jesús, uno de sus amigos más cercanos, recuerda que en el cuerpo de guardia le hicieron un chequeo y lo ingresaron de inmediato. “En breves días, tras ultrasonidos, análisis de sangre y tomografías, le diagnosticaron cirrosis hepática”, comenta este antiguo compañero de Rubén, que lo acompañó durante su estancia de unos 15 días en el hospital Salvador Allende.
Le dijeron, cuenta Jesús, que si se cuidaba estrictamente y no probaba un trago más podía vivir, pero que si reincidía sus días estarían contados. Rubén cumplió al pie de la letra los consejos de los médicos y no tomó un trago por un par de años.
Hace más de 6 meses volvió al bar, saludó a sus amigos de siempre y pidió una línea de ron Castillo, el más barato que se vende en moneda nacional. En ese instante inició el final de su vida. Hoy ha bajado más de 30 libras, está ebrio el día entero y los galenos ya no cuentan con él. “Nunca pudo superar la partida de su familia. Lo va a matar la soledad”, dice con lástima su viejo amigo que ha hecho todo lo que estaba en sus manos para que Rubén no se vaya de entre los vivos.
Alcoholismo en Cuba
El ingeniero devenido alcohólico es solo un ejemplo de las muchas personas en Cuba que, por motivos de diversa índole, han arrojado su vida por la borda debido a las adicciones. En los últimos años el alcoholismo es una de las causas frecuentes de visitas al psiquiatra y a los médicos de atención primaria.
Desde la pasada década la ingesta de alcohol a partir de los 15 años se ha incrementado considerablemente. “En la actualidad más del 45% de los cubanos consumen alcohol, un número que representa a cuatro millones de los 11.1 millones de habitantes de la isla”, se admitió en el diario oficial Granma. La alerta ha llevado a que se creen más grupos de terapia para aplacar esta enfermedad, que afecta sobre todo a hombres.
“En los jóvenes este fenómeno está creciendo considerablemente. Empiezan como simple diversión y después algunos se aíslan con el alcohol para escapar de los problemas de la cotidianidad. En nuestra consulta hemos tratado pacientes que dejan de ir a clases porque el estado de embriaguez o la resaca del día anterior se los impide”, explica una doctora con más de 8 años de experiencia en el Hospital Psiquiátrico de La Habana “Comandante Doctor Eduardo Bernabé Ordaz, más conocido como Mazorra.
Son varios los factores que inciden en el consumo de alcohol entre la población cubana, reconoce la doctora, y cita entre ellos el estrés, la depresión, la situación económica, las separaciones familiares y de alguna forma el fácil acceso a las bebidas, sin distinción de edad.
Alcohol para todos los bolsillos
En las cafeterías estatales se venden botellas de ron, a diversos precios, junto a distintas marcas de cerveza importada. Una de los más baratos es el ron Castillo, seguido del Galeón o el aguardiente Mulata, todos de fabricación nacional. También se vende mucho el “Planchao”, un ron en caja de cartón que compran sobre todo las personas de bajos recursos. Igualmente se expenden botellas de Havana Club, a precios que oscilan entre los 4 y los 20 CUC.
“Nosotros vendemos mucho ron a todas horas del día. Lo mismo vienen clientes al amanecer, que en la tarde o por la madrugada. Casi todos se llevan los más baratos, especialmente los grupos de muchachos”, admite el dependiente de una cafetería cercana al restaurante Castillo de Jagua, en el Vedado.
En un recorrido el último fin de semana por el Malecón habanero, Cuballama vio a decenas de grupos de jóvenes y adolescentes ligando ron con refresco de cola en vasos plásticos que pasaban de mano en mano. Algunos de los chicos parecían no llegar a los 15 años y a nadie en los alrededores la escena parecía alarmarle.
¿Qué edad tienes, no eres muy pequeño para beber?, le pregunto a uno de los muchachos del grupo que conectaba el celular a una de esas grandes bocinas que proliferan por toda La Habana. Del aparato salía algo parecido a Maluma o Bad Bunny. “Hace rato cumplí 16 y siempre que salimos compramos una botella o un “planchao” para terminar en el Malecón. No tenemos dinero para mucho más”.
En Cuba la mayoría de edad son los 18 años; sin embargo, existe cierta permisividad para vender no solo ron, sino también cervezas y cigarros, a jóvenes que aún no son adultos. En bares o cafeterías, tanto estatales como privadas, no están a la vista los anuncios con lo que al respecto estipula la ley.
Indago con un dependiente en un centro de la calle Galiano sobre la venta de alcohol a menores de edad y se encoge de hombros. “Nosotros cumplimos aquí todo lo que está establecido –afirma– pero nadie nos obliga a pedir carnet para ver si eres mayor o menor de edad. Incluso a veces algunos padres mandan a niños a comprarles una botella de ron”.
El alcohol parece estrechamente vinculado a la identidad del cubano. Para celebrar o recibir a una visita, se abre una botella como si fuese lo más natural del mundo. En el consumo de alcohol también se reflejan las diferencias en el nivel adquisitivo.
En los bares privados se encuentran los tragos más exquisitos a precios de Primer Mundo. Pese a la crisis económica que vive Cuba, estos sitios se llenan de personas y muchos compran Caipiroska, Mojitos, whisky de marcas selectas, Piña Colada o Vodka Tonic, y pagan entre 3 y 6 CUC.
En estos sitos no se venden las mismas bebidas que en los centros estatales, ni el trato al el cliente es el mismo. “Yo vengo habitualmente desde que se fundó. Es caro pero puedo pagarlo, al igual que mis amigos”, exclama Yenis, una joven relacionista pública de una paladar privada, que antes había trabajado en el famoso restaurante “de las celebrities”, La Guarida. La muchacha, entre risas, sostiene un Manhattan (cercano a los 8 CUC) en el bar Fantaxy, de Miramar.
El ron del “Médico”
El ron también se puede comprar, muy barato, en negocios clandestinos de venta de alcohol. Es una bebida de elaboración casera muy poco recomendable.
En uno de los callejones que desemboca en un solar de Centro Habana vive un singular personaje que se hizo famoso precisamente por la venta ilegal de un ron que, según rumores, “te abre un hueco en el estómago”.
El ron del “Médico”, como curiosamente llaman a este hombre de tez trigueña que, por razones elementales prefirió no hablar sobre su “producto”, vale 30 pesos en moneda nacional. Uno de los compradores de esta bebida dijo a Cuballama que visita al “Médico” todos los días y con el dinero que hace en la calle se va a la esquina del solar para compartir el “pepino” con otros como él que no pueden vivir sin un poco de ron en la sangre.
Tera
July 12, 2020 at 7:38 pm
Me gusta cuando la gente se junta y comparte puntos de vista. Gran lugar en la web web web, ¡sigan así!|
Redacción Cubacomenta
July 13, 2020 at 1:28 pm
gracias tera por leernos. saludos