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Cuba

Desaparecen las firmas de las paredes de la Bodeguita del Medio

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Hablar de la Bodeguita del Medio es hablar de un recinto del arte y un tesoro de la cultura cubana.

Las firmas, en sus icónicas paredes, ya no existen.

La Bodeguita del Medio ya no podrá ostentar, como siempre, como antes, como hasta ahora, el inmenso legado que atesoraban sus paredes con la firma de miles de luminarias del patrimonio mundial de las artes, la cultura y la historia; cubanas y universales. Un sesudo dirigente, al más puro estilo estalinista, mandó a pintar las paredes de ese inmueble, enclavado en el corazón de la Habana Vieja, a un costado de la Plaza de la Catedral.

Hablar de la Bodeguita del Medio, como recinto del arte y tesoro de la cultura cubana, y no mencionar que allí, en sus paredes, se conservaba la firma de artistas como Elena Burque, Bola de Nieve; de pintores como Wilfredo Lam, René Portocarrero; futbolistas de la talla de Diego Armando Maradona, para no hablar de escritores como Alejo Carpentier y José Lezama Lima, y actores de Hollywood como Marlon Brando. Además estaba la rúbrica de Alicia Alonso y una de las más notorias, la del Premio Nobel de Literatura Ernst Hemingway. Hablar de Cuba sin mencionar ese pequeño restaurante que, con el tiempo, devino símbolo -junto al Floridita- de los restaurantes y el turismo en la isla.

Sus paredes, en las que más de una luminaria mundial reseñó su estancia en La Habana, en Cuba, con una firma, eran la esencia misma del lugar; más allá de sus famosos mojitos, o de los platos de comida cubana que, como la ropa vieja, deleitaban a visitantes foráneos y cubanos.

Sin embargo, algún dirigentucho cubano, de los muchos que pululan a lo largo y ancho del territorio nacional, sin gota de respeto por la cultura y la historia, habría aprovechado -quizás- hasta el deceso de su más fiel guardián, el Historiador de La Habana Eusebio Leal, para borrar con un brochazo de pintura el tesoro de sus paredes.

No hay que decir mucho más. Los emisarios culturales de baja preparación y nivel cultural, pero dizque “revolucionarios”, se empeñan en hacer trizas el legado histórico de una ciudad. De todo un país.

¿Qué toca después? No mucho.

Ya sucedió con la Rampa habanera. Sucedió también con el mural de Amelia Peláez en el Habana Libre.

Lo que nos queda es la barbarie. La desmemoria.

Ariel P.



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