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Cuba

El derrumbe de la calle Oquendo: el discurso oficial no satisface a los vecinos

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Texto y fotos: Silvia Alemán Fundora

La calle Oquendo está llena de solares y edificios derruidos. Cada amanecer en uno de ellos puede ser el último. “Aquí no sabes cuándo te toca, mi niña”, me dice con cierto desenfado la señora de rojo. En la noche del 25 de julio le tocó a La Aurora, el solar número 358 de esa calle de Centro Habana.

Cerca de la una de la mañana ya estaba precintado. El panorama para los curiosos era desalentador: escombros, polvo y gente que, una y otra vez, se llevaba las manos a la cabeza. “Lo que pasó -me explica la señora- fue que se cayó la escalera principal, y la del lateral está en veremos”.

Al amanecer, las brigadas de comunales recogieron los escombros, y la policía se está encargando de que los vecinos, ordenadamente, recojan las pertenencias que sobrevivieron. “El paso solo se permite a quienes viven aquí. Ya se apuntaló la escalera lateral para que la evacuación se haga de la manera más rápida posible porque el otro acceso puede colapsar en cualquier momento”, me dice uno de los policías que hace posta en la calle San Rafael desde que ocurrió el incidente.

Mientras, por Soledad, una grúa se encarga de transportar a quienes viven en los apartamentos superiores, incomunicados; descargan sus pertenencias en un camión sin rumbo. El trajín de las personas en el aire es un espectáculo para quienes no tienen más que hacer.

“¿El discurso oficial? El mismo. Que si no hay albergue, que si ya se verá. Un albergue es morirse ahora mismo. Yo me voy a acomodar en casa de mi hermana, pero ¿y los que no tienen para dónde coger?”.

Los vecinos cuentan que el edificio de al lado, Oquendo 356, se cayó hace unos años “y míralo: ahí está, vacío”. Las autoridades construyeron una pared para clausurar la fachada y los vecinos siguen en albergues.

“Ahora te meten el mismo cuento de siempre -reflexiona Alberto, vecino de la calle Soledad, mientras ayuda a transportar las cosas que bajan de la grúa a los camiones-, que si están construyendo apartamentos en no sé dónde, que si es un problema transitorio”.

Lo cierto es que el discurso oficial no satisface a los vecinos que, siguiendo aquello de “no llorar sobre la leche derramada”, suben a los camiones y no miran atrás. Ellos tampoco tienen rumbo.

 


 

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