Cuba: tiendas MLC y el cuento de la buena pipa

Gil Fernández, ministro de Economía y Planificación, dice que en Cuba las tiendas MLC son una decisión de justicia social

Como “inquietudes” califica el portal oficialista Cubadebate lo que se le ha venido arriba con las tiendas MLC a quienes gobiernan en la isla.

Ayer en la Mesa Redonda, Alejandro Gil Fernández, viceprimer ministro y titular de Economía y Planificación, nuevamente intentó explicar lo inexplicable. Que lo poco que se encuentra se venda en una moneda en la que los cubanos no reciben sus salarios.

Pero… Gil Fernández volvió con la excusa del recrudecimiento del bloqueo y la aplicación del título III de la Ley Helms Burton. Para luego rematar: “dijimos que no íbamos a responder a ese escenario con medidas neoliberales ni de choque y que debíamos buscar la manera de reordenar la economía y enfrentar ese escenario protegiendo a la población”.

O sea que cuando venden productos de primera necesidad en dólares -moneda en la que el cubano de a pie no cobra- están cuidando a la población de la isla.

Es el eterno cuento de la buena pipa, en el que nunca se llega a nada. El titular de Economía responde así al respecto: “Sí, pueden decir, se está vendiendo en una moneda en la que a mí no me pagan. Pero lo que se está vendiendo en esa moneda es para captar divisas para financiar y comprar producciones que se venden en una moneda en la que sí se paga”.

Pese al descontento que se respira entre los cubanos por estas tiendas MLC, Gil Fernández ni se ruboriza cuando explica: “Esa decisión es una decisión de justicia social y de socialismo, porque seguimos dando el arroz, el poco pollo por la libreta, la leche a los niños, y el pan por la canasta familiar normada y el pan liberado”.

Es lo de siempre. De lo que padecen los cubanos, de sus calamidades diarias para sobrevivir, quienes gobiernan Cuba desde hace más de seis décadas no se sienten responsables. Son otros los que quieren destruir la isla. Lo peligroso para el poder es que cada vez más la gente se cree menos el cuento.

Andreu Romero