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Cuba

Cabaña: un pueblo que sueña con tener agua

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Texto y fotos: Vladia Rosa García

Hace mucho tiempo ya que en Cabaña es imposible disfrutar de una buena ducha. Los vecinos sueñan con agua

Hace 10 años comenzó el problema con el agua. “La cosa está mala, no llega”, dicen todos los vecinos. ¿Cómo alguien puede vivir sin este líquido vital? Pues los pobladores de Cabaña, consejo popular del municipio Mariel, provincia Artemisa, inventan artimañas para poder subsistir.

Los más antiguos del lugar sienten nostalgia de lo que fue este sitio. “Había tremendo desarrollo, en un tiempo fuimos hasta cabecera provincial. Todos los visitantes querían quedarse aquí y las parrandas del pueblo eran lo mejor”, comenta Diógenes, jubilado de 75 años.

Ahora la realidad es otra. Aquí eso de fregar con las pilas abiertas o disfrutar de la ducha sin preocupaciones no existe. Cada gota es dinero y necesidad. En la localidad el abastecimiento de agua se realiza cada 15 días o más. “Aunque suene triste, para nosotros la felicidad consiste en sentir el ruido de las pilas y verla caer”, declara Amalia, residente del lugar.

La vía de entrada es por el acueducto de Mariel, que se abastece de la presa de San Juan que en la actualidad presenta buenas condiciones de llenado. De este ciclo depende el suministro en más de 10 poblados. Según explican los habitantes, nunca la ponen más de dos horas. “Eso no alcanza para nada. Es a suerte y verdad. En un envío coge una parte del pueblo y el resto en el siguiente. Ya estamos acostumbrados”, afirma Ricardo.

El tamaño del chorro también se convierte en problema. La intensidad de bombeo suele ser tan pobre que dificulta llenar los tanques en alto. “Además que no hay, si no tienes vasijas en bajo, te embarcaste. Nunca viene con presión, eso es como un sueño imposible”, protesta Yuli, vecina de la calle 22.

Como alternativa a la precaria situación las familias se ven obligadas a pagar las pipas a los particulares a un precio de 200 CUP. “A mí me dura el mes exacto. Entre eso y lo poco que alcanzo cuando deciden ponerla, voy tirando”, aclara Marta, madre soltera de 45 años. Pero hay quienes gastan el doble. “En mi casa la cisterna no sobrepasa las dos semanas. Son 400 pesos casi todos los meses por una irresponsabilidad del gobierno. Así no se puede”, expone José, dependiente de un paladar en 24, la avenida central de Cabaña.

Resulta paradójico que un territorio rodeado de mar, presas y ríos presente tal dificultad. Aunque mayor preocupación nace si pensamos en el pueblo como vecino de la Zona Especial de Desarrollo del Mariel. Apenas los separa 22 kilómetros y un desvío. ¿Cómo un área con tantas inversiones extranjeras y posibilidades de transformación se rodea de un panorama tan lamentable?

El descontento social se ha apoderado de la zona. “Fueron demasiados reclamos, protestas y parecemos un recinto olvidado.  Hace aproximadamente ocho años dijeron que la culpa era de una avería en el motor. Lo cambiaron y siguió igual”. Después recayó en el tamaño: “es muy chiquito para aguantar tanto trabajo y volvimos al principio, sin agua”.

En Cabaña las reuniones del CDR y las fiestas por el 28 de septiembre desaparecieron. “En el momento que las autoridades del gobierno se decidan a dar la cara entonces esta vecindad tomará otra actitud”. Ese es el sentir de quienes ven este espacio como su único paraje de vida: muchos nacieron, crecieron y han envejecido entre las lomas de las calles y el parque.

 

 


 

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