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Vivir del cuento: 11 años entre el humor y la verdad

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Por Lucía Jerez

Muy pocos cambios económicos y sociales dentro del país se escapan de los guiones. Vivir del cuento cumple 11 años, moviéndose ingeniosamente entre el humor y la verdad

Durante la visita de Barack Obama a Cuba, en marzo de 2016, los medios oficialistas de la isla fueron más discretos que de costumbre. Unas nubladas imágenes del entonces presidente de los Estados Unidos descendiendo por las escalerillas del Air Force One, otras igual de difusas de su recorrido por el casco histórico bajo paraguas negros, el discurso en el Gran Teatro de La Habana y algunos planos de su estancia en el Estadio Latinoamericano durante el juego entre una selección cubana y los Tampa Bay Rays, fueron los únicos pormenores que la prensa dio a conocer acerca de la estadía del exinquilino de la Casa Blanca en el país.

El bajo perfil informativo de los medios más importantes para la población cubana, lejos de mantener la calma y aparentar normalidad, generó una incertidumbre entre los habitantes, quienes gracias a las noticias de la prensa extranjera que circulaban por el Paquete Semanal, o por los noticieros de canales del exterior, clandestinos en la isla, pudieron conocer con detalles el itinerario del primer presidente estadounidense que después de 88 años pisaba suelo cubano.

Sin embargo, Obama aún no se había despedido de Cuba cuando ya se comentaba que el muy querido humorista Luis Silva, quien encarna a Pánfilo en el popular Vivir del Cuento, se había reunido con el hombre que en ese entonces se sentaba en el despacho oval. La revelación generó tantas expectativas, que mucho antes de que el programa saliera en su espacio habitual, el paquete, una vez más, propició que muchos cubanos disfrutaran del encuentro entre el gobernante y los actores.

“The real Obama”, como él mismo dijera en pantalla, entró a la casa de Pánfilo, que representa la de muchos cubanos de la tercera edad, jugó dominó con sus amigos y se esforzó por contener la risa ante los chistes que una y otra vez hacía el anciano.

Con esto, Vivir del Cuento solo anotó otra estrella a la lista que desde hacía años ya le había puesto el público. No existe producción televisiva que de manera más fidedigna y simpática refleje los problemas con los que amanecen y se acuestan los cubanos. Pánfilo y sus aliados representan, en su mayoría, a las personas de la tercera edad en la isla, que subsisten con una jubilación perentoria, reciben productos por la canasta básica y engrosan cada mañana las filas del pan.

Del otro lado de la pantalla

Mientras preguntaba acerca del aniversario en pantalla de este programa humorístico, una señora de 74 años expresó: “Los lunes por la noche, después del noticiero, en mi casa se paraliza todo y nos sentamos frente al televisor a ver a Pánfilo. Lo disfrutamos muchísimo, al menos es un ratico que tiene uno para desconectar de los problemas y hasta reírnos de ellos”.

Sobre el tema otro señor agregó: “El cubano es así, se ríe de sus desgracias… tal vez por eso tenemos tantas. Pero el mérito a los de Vivir del cuento no se les puede quitar. Esa gente le tiran a todo, no se les va una. Y no tienen miedo…”

Para los jóvenes es también un programa popular. Juan Carlos, de 25 años dice: “Es lo único que veo en la televisión nacional. No por gusto es el programa con más audiencia en Cuba. Es portavoz de la verdad que pocas veces se puede expresar”.

Y es que, en realidad, muy pocos cambios económicos y sociales dentro del país se escapan de los guiones. Con la sátira que lo caracteriza, hace más de una década que su elenco acompaña a la población en su devenir de cambios, regulaciones y procesos de perfeccionamiento. Pudiera asegurarse que hasta los clásicos personajes que habitan este pedazo de tierra insular hallan un similar en la pantalla.

De esta forma es posible ver al cederista comprometido, fanfarrón y oportunista, de mente geométrica y comportamiento vergonzoso, al que se quedó paralizado 50 años atrás y vive recordando, mientras añora “los tiempos aquellos”,  y a los que con los pies bien pegados al suelo sobreviven día a día, protestan, trabajan, se lamentan y celebran cuando una pequeña claridad alumbra un poco el túnel.

Bajo la idea de que “mientras la gente tenga algo que esconder nada va a funcionar en este país” el sketch humorístico ha sido una vía para denunciar la corrupción y el excesivo burocratismo que padecemos, unido a otros problemas que entorpecen. En una esgrima constante con los recursos, la censura y lo que quiere escuchar el público, Vivir del cuento ha hecho un recorrido de 11 años con más glorias que penas , tal vez, como manifestara Luis Silva en una de las tantas entrevistas que se le han solicitado “han aprendido a respirar bajo agua”.

 


 

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