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Trump se blinda con gente fiel y muchos se preocupan

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El despido o renuncia de varios funcionarios claves dentro de departamentos de Seguridad Nacional y de Defensa, preocupan. ¿Qué busca Trump? ¿Conservar la democracia? Expertos no lo tienen claro y hasta se muestran preocupados porque “así comienzan los caudillos”.

En medio del debate sobre presuntos fraudes en las elecciones celebradas el 3 de noviembre en los EE.UU., analistas de política, tanto dentro de los EE.UU. como del extranjero, expresan preocupación por el hecho de que el mandatario norteamericano Donald Trump haya despedido a funcionarios claves en departamentos claves del gobierno y haya situado gente fiel a él en esos puestos.

No es la primera vez que Trump quita y pone a alguien en determinado puesto. Su administración se ha caracterizado por eso, entre otras muchas buenas cosas. Como norma también, los despedidos luego se sientan frente a una computadora y escriben un libro donde revelan anécdotas que, en su momento no revelaron, tal vez por la confidencialidad y el juramento hecho al cargo que desempeñaban.

Sin embargo, estos últimos despidos son ciertamente preocupantes, como también es preocupante el hecho de que el mandatario se niegue a concederle aún la victoria al demócrata Joe Biden a pesar de que, por ejemplo, la Agencia de Seguridad de Infraestructura y Ciberseguridad de EEUU consideró ayer, en un comunicado, que las elecciones del 3 noviembre fueron “las más seguras en la historia” de los EE.UU., aunque reconoció que en algunos estados se volverán a contar los votos.

Sin embargo, la declaración hecha por la agencia adscrita al Departamento de Seguridad Nacional, al decir que presuntamente no existen evidencias de que se haya cometido irregularidades durante el proceso de votación desmonta buena parte del discurso sobre el fraude.

Un discurso alimentado por supuestas pruebas que no acaban de aparecer y para las que ni los mismos que defienden su existencia, tienen una respuesta concreta.

De hecho, resulta preocupante la cantidad de fake news que han estado saliendo en las redes sociales donde internautas “muestran pruebas del fraude”.

Ayer, portales que se dedican precisamente a eso, a desmontar fake news dieron a conocer que, por ejemplo, el supuesto trabajador de un colegio electoral que apareció en un video rompiendo unas papeletas electorales marcadas como para Donald Trump, era en realidad un trabajador de Amazon haciendo lo que él mismo llamó después como “una broma”.

Otro supuesto “fraude” en Wisconsin, relacionado con un supuesto error en el sistema de conteo de votos del condado de Rock, y por el cual se cambiaron los votos de Donald Trump por los de Joe Biden, y que eventualmente le dio a Biden la ventaja y, en última instancia, la victoria en ese condado, también fue desmentido.

El hijo de Trump había tuiteado sobre este asunto, pero ya se comprobó que no es cierto.

https://twitter.com/EricTrump/status/1326017351960174592

La agencia Associated Press dijo que el reclamo publicado por thegatewaypundit.com por Joseph Hoft, el 10 de noviembre de 2020, bajo el título ‘EXCLUSIVO ÚNICO: Fallo del sistema’ también descubierto en Wisconsin: la reversión de los votos intercambiados elimina el plomo de Joe Biden era falso, e inmediatamente Leadstories contactó a Lisa Tollefson, secretaria del condado de Rock. Esta declaró:

“Tuvimos nuestra junta de escrutadores reunidos ayer [9 de noviembre] para revisar nuestros resultados y los únicos cambios que tuvimos fueron boletas provisionales y algunas escrituras. Los votos agregados después de la reunión representaron menos de 20 votos y no se encontraron errores durante la reunión”.

Una explicación más detallada sobre otro caso, que involucra incluso un tuit del presidente donde afirma que “Dominion borró 2.7 millones de votos favorables a Trump a nivel nacional”, también ha sido desmentida (ver link)

En medio de todo esto sucede lo que muchos afirman es un peligro para la democracia en EE.UU.

France24, por ejemplo, en un artículo titulado “Trump y los peligros para la democracia estadounidense por su negativa a aceptar la derrota”, afirma que “a falta de pruebas que respalden la acusación de fraude electoral, el presidente saliente Donald Trump diseña otras estrategias para tratar de conservar el poder”.

AFP va más allá y dice incluso que estas maniobras, “en otros países serían catalogadas de golpistas”. En el texto, por ejemplo, fustigan al Secretario de Estado Mike Pompeo, por decir que “habrá una transición pacífica a un segundo mandato del presidente Trump después de que contemos todos los votos legales”.

La verdad es que estos despidos no están siendo bien vistos.

El hecho de que el mandatario norteamericano en funciones, haya despedido a su Secretario de Defensa, máxima autoridad militar del país, y que ubique en su puesto a Christopher Miller, recién nombrado director del Centro Nacional de Contraterrorismo, no es tan “preocupante” como el hecho indiscutible de que Miller tiene poca experiencia en cargos ministeriales, mientras tiene como “consigna, serle fiel al presidente”, según declaraciones de Adam Smith, congresista demócrata y director del Comité de Servicios Militares.

Ezra Klein, director y editor en jefe de Vox Media apunta que “estos hechos han llevado a varios líderes de opinión a decir que “Trump está intentando un golpe de Estado a plena vista”, amparado en su creencia de que ha ocurrido un fraude y que le quieren robar las elecciones.

El despido del secretario de Defensa Mark Esper no fue el único realizado por Trump en los últimos días. Cuatro altos funcionarios civiles fueron despedidos o renunciaron desde este lunes. Entre ellos, Esper, su jefe de gabinete y los principales funcionarios que supervisan política e inteligencia. Fueron reemplazados por supuestos funcionarios leales a Trump, incluyendo una figura controvertida que promovió teorías de conspiración marginales y llamó terrorista al expresidente Barack Obama.

“Esto da miedo, es muy inquietante”, dijo un funcionario de defensa a Jake Tapper, periodista de CNN el pasado martes. “Estas son medidas dictatoriales”.

También fueron despedidos, o renunciaron, el subsecretario de Defensa para Políticas John Anderson; el subsecretario de Defensa para Inteligencia Joseph Kernan; la jefa de personal del Pentágono Jen Stewart; y la administradora adjunta de USAID, Bonnie Glick, quien se rehusó a renunciar y fue despedida sin explicación.

¿Les parecen suficientes? Ni tanto.

CNN informaba anoche que La Casa Blanca obligó a dos altos funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional a renunciar.

Según fuentes familiarizadas con las renuncias, entre los “despedidos” se encuentra un alto funcionario del brazo cibernético del DHS, que renunció en medio de una reorganización de la seguridad nacional por parte de la administración Trump.

Se trata de Bryan Ware, quien se desempeñó como subdirector de ciberseguridad en la Agencia de Seguridad de Infraestructura y Ciberseguridad (CISA) del DHS.

Además de Ware, fue obligada a renunciar la subsecretaria de asuntos internacionales del DHS, Valerie Boyd.

Funcionarios del departamento dijeron a CNN que Boyd renunció en medio de la presión de la Casa Blanca. Cuando CNN contactó al DHS y a la Casa Blanca sobre el asunto, ambas entidades se negaron a comentar sobre las renuncias.

Es de destacar que el liderazgo en el DHS ha sido inestable durante toda la presidencia de Trump. El DHS es el tercer departamento federal más grande, y ha tenido cinco secretarios en estos cuatro años, de los cuales solo dos han sido confirmados por el Senado: John Kelly y Kirstjen Nielsen.

Ahora, refiere The Washington Post, “todas las miradas están puestas en el presidente del Estado Mayor Conjunto, el general Mark A. Milley, quien ha perdido el favor de muchos dentro de la Casa Blanca”.

El prestigioso diario afirma que “estos despidos son más preocupantes aun en esta etapa de transición presidencial, ya sea hacia un nuevo presidente o hacia un segundo mandato del actual”.

Mover fichas claves en departamentos de inteligencia, militares y de defensa, es lo primero que han hecho los caudillos para preservar el poder.

Está documentado por la historia y el que no lo quiera ver así, a menudo choca de narices contra la realidad cuando es demasiado tarde; cuando ya se pisoteó la ley e incluso se modificó la Constitución.

En cuanto a la “revisión” ordenada por William Barr, el fiscal general nombrado por Trump, quien autorizó al Departamento de Justicia a empezar una investigación de las elecciones, aun sin tener pruebas del supuesto fraude electoral, esta ha chocado con la firmeza de las autoridades estatales, lideradas en muchos casos por republicanos. Todos han expresado que no hubo fraude electoral y que el presidente y su campaña no tienen pruebas de lo que afirman.

En Pensilvania, la campaña de Trump impuso una demanda porque sus observadores no tuvieron acceso a los puestos de conteo. Sin embargo, uno de los abogados de la campaña del republicano aseguró después que sí tuvieron acceso ante el juez del distrito Paul S. Diamond. Tras estas batallas legales, los observadores republicanos lograron que se les permitiera estar más cerca de las máquinas de conteo y separar los votos que llegaron después de la elección, algo que ya había sido aprobado.

En Arizona, que acaba de confirmarse como otra victoria para Joe Biden, los simpatizantes de Trump alegaron que muchas de sus papeletas de votación no fueron tenidas en cuenta porque les recomendaron usar marcadores Sharpie. Pero de acuerdo con los oficiales electorales del estado, “marcar el voto con Sharpie es la mejor opción porque seca rápido y las máquinas reconocen el voto fácilmente”.

En Nevada, un grupo de simpatizantes de Trump alegó que miles de personas habían votado de forma ilegal en el condado de Clark, donde está Las Vegas. Pero ni la campaña de Trump ni el Partido Republicano han presentado pruebas de los supuestos 10.000 casos de votos ilegales.

Por su parte, en Georgia, el Partido Republicano interpuso una acción legal un día después de las elecciones pidiendo que los votos que llegaron después del 3 de noviembre fueran separados. Alegaron, basados en un documento juramentado, que algunos votos que llegaron tarde se mezclaron con votos que fueron recibidos a tiempo. Un juez estatal falló en contra de la acción legal argumentando falta de pruebas.

Por último, en Michigan, Trump impuso dos demandas alegando que los votos se habían contado equivocadamente. Pero perdieron las dos acciones porque no tenían pruebas.

“La ciudad de Detroit no debe ser afectada cuando no hay evidencia para apoyar las acusaciones de fraude electoral”, escribió tajante el juez Timothy M. Kenny.

Ariel P

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