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Cuba

Taxis ruteros en La Habana: un remedio peor que la enfermedad

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Por Lucía Jerez

En los taxis ruteros de La Habana hay ahora personas de pie. El precio sigue siendo el mismo por trayecto, aunque la comodidad ya no es la misma

Los ruteros o microbuses de color amarillo son una opción de transporte estandarizada en la capital cubana. Por mucho tiempo constituyeron una alternativa cómoda y económica. Se trata de autos climatizados, con asientos relativamente confortables que pueden recorrer extensas rutas por cinco pesos cubanos cada tramo, lo cual resulta asequible si se compara con los privados.

Sin embargo, las cualidades que antes distinguían a estos vehículos se han ido extinguiendo ante la vorágine de contrariedades que enfrenta el transporte en Cuba. “No vale la pena tomar uno de estos porque es casi igual a una guagua, demasiada gente y el precio sigue siendo el mismo”, comentó disgustada una señora en la parada de 3ra y 28 en Miramar, Playa.

Inicialmente los conductores no permitían pasajeros de pie. La ley así se los exigía. Calculaban la disponibilidad y, en función de eso, recogían en las paradas. Se veían amplios y para los viajeros resultaba fácil tanto abordarlos como bajarse, ya que el pasillo permanecía despejado.

“Hoy vi desmayarse delante de mí a una muchacha”

Ahora, como parte de la “situación coyuntural” que afronta Cuba, las autoridades permitieron el traslado de personal de pie, si las capacidades sentados están agotadas. “Fue una modificación que nos orientaron a propósito de las complicaciones con el combustible, y de este modo es posible mover mayor cantidad de transeúntes”, explicó un chofer, quien regularmente realiza el recorrido desde San Miguel del Padrón hasta el Hospital Pando Ferrer, también conocido como La Ceguera, en el municipio Marianao.

“Tratando de resolver un problema crean otro. Es muy incómodo ir en ellos aun sentado. Los del centro van prácticamente encima de uno, a veces llevan bultos grandes”, protesta un señor.

Carmen Suárez estima que al no ser por la climatización es preferible acceder a un ómnibus,  la diferencia es de cuatro pesos y la calidad del viaje es casi la misma. “Ya no se nota el cambio. Solo pienso que si va a ser así deberían disminuir el costo”.

Estos carros son pequeños tienen solo dos hileras de puestos, conformadas de dos en dos. Como tienen aire acondicionado se encuentran cerrados totalmente, pero cuando la cantidad de personas excede lo establecido la temperatura comienza a subir y la hacinación es perceptible.

“Hoy vi desmayarse delante de mí a una muchacha llegando a 23 y 8. Había aproximadamente diez sin sentarse. Era imposible alcanzar la puerta si uno se encontraba en el medio o al final. Entonces los que van a montar no se percatan  que deben esperar a que el resto abandone el taxi. Se hace un nudo en el centro que limita cualquier tipo de movimiento, pues el espacio es muy estrecho”, expresó una mujer.

Parece ser que en este caso, como cuenta el refrán popular, el remedio ha sido peor que la enfermedad.

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