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Cuba

Sabores y sinsabores de la Fábrica de Arte Cubano

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Por María Carla Prieto

No hay nada más triste que ser víctima de discriminación por parte de tus compatriotas, y en la Fábrica de Arte Cubano algunos aseguran que sí que saben de eso

Representa La Habana para los foráneos. Muchos que llegan a la isla por primera vez, sufren si no pueden llevarse una foto que evoque su paso por el lugar. Músicos de primera calidad, exposiciones de alto vuelo creativo y una barra bonita y barata, hacen de la Fábrica de Arte Cubano (FAC) un lugar de obligatoria visita.

Para los cubanos es casi lo mismo, pero con un poco menos de misticismo, tal vez por los sinsabores que allí hemos sufrido. No hay nada más triste que ser víctima de discriminación por parte de tus compatriotas, y en FAC sí que saben de eso.

 

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¿Cómo se traga que un lugar representado por X Alfonso –y toda la cultura afrocubana que él trae consigo– prohíba la entrada a personas con rastas?  ¿O que los cubanos deban presentar su documento de identidad y los extranjeros no?

Para Yanquier, joven de seguridad del lugar, esto no tiene relación con ser o no criollo: “Tú sabes que nosotros los cubanos siempre estamos inventando, y ya se han dado casos de menores de edad que intentan entrar, y si nos cogen uno aquí nos ‘parten las patas’. Lo de las rastas es otra cosa, la casa se reserva el derecho de admisión y punto”.

Carlos Baratuti no lo tiene tan claro. Cliente asiduo del lugar afirma que ese problema tiene un fondo más complejo: “Ellos saben que uno viene a buscar lo suyo. Como las yumas buscan negros con moños, todo el mundo se los ha hecho a ver si se lleva una. La gente ya está a la cara, hasta los segurosos, y eso les puede poner el pica’o malo con la policía”.

Aun sin contar estas prohibiciones, los nacionales tenemos reservas hacia este sitio, tal vez porque, aunque baratos, los tragos se nos quedan muy por encima del bolsillo, y casi siempre hay que recurrir al socorrido mecanismo de “esperar a que te inviten”.

Para quienes viven del “tiburoneo” es el lugar indicado. Los turistas se mueven ahí sin rumbo fijo, dispuestos a conseguir una compañía capaz de mostrarles La Habana que se escapa del discurso oficialista. Y haces buenos amigos, compartes una noche de tragos y risas, y vives fuera de Cuba unas horas porque, como me dijo Paul un día, el lugar se parece a una de las grandes discotecas de Barcelona.

Otro pro son las casualidades. “Niña, casi me quedo mudo cuando miré para el VIP. Eran los Jonas Brothers, sentados ahí, como si tal cosa”, me cuenta un amigo. Otros tuvieron la suerte de ver de cerca a Katy Perry, luego de que fuera a bailar a la nave cuatro como si no fuese una superestrella.

Pero sin duda, el pistoletazo de salida al mundo se lo dio la familia Obama, cuando estuvieron en Cuba y apartó un espacio de su apretada agenda para ir, cual paisanos, a esta gran casa de las artes.

Hacer que todas las manifestaciones artísticas confluyan en la isla, sin atropellarse, es complicado. Lograr que la pintura más encumbrada mire al grafiti sin recelos es casi imposible y es, precisamente ese, el mérito de X Alfonso: tejer aristas diferentes para hacer que todos se sientan parte.

 


 

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