Connect with us

Cuba

Quejas de los habaneros por el servicio de la heladería Arlequín

Published

on

La heladería Arlequín, asequible por los precios para muchos habaneros de pocos ingresos, ofrece un pésimo servicio al cliente

Texto y fotos: Vladia Rosa García

El eterno verano de Cuba demanda lugares donde se obtengan productos refrescantes como jugos, comida ligera o helados. A lo largo de toda la ciudad existen varias opciones de este tipo pero el cubano promedio evita los elevados precios de los negocios particulares y opta por sitios más económicos.

Uno de estos espacios es la cremería Arlequín, ubicada en el bulevar de San Rafael, en La Habana. Debido a que esta es una calle populosa, al establecimiento asiste gran cantidad de público durante todos los días de la semana. Sin embargo, el trato ofrecido allí ha sido blanco de varias quejas por parte de la población.

“Nosotros entendemos que llevan varias horas de pie, atendiendo al público pero nada justifica la mala forma ni las faltas de respeto”, declara una anciana de la cola. Según comentan los asiduos al local, a veces se sienten maltratados por los trabajadores y aunque las reclamaciones han llegado a los responsables, en vez de solucionarse se ha convertido en un denominador común en todos los turnos laborales.

Afuera la fila se extiende, mientras dentro se observan mesas vacías para ser ocupadas. “Pregunté y el dependiente me dijo que tenían pedidos atrasados. ¿Para que entrar si igual vas a esperar un buen rato?, fueron sus palabras”, aclara Mayelin, que lleva ya más de 45 minutos aguardando.

Al parecer, la demora no es un secreto incluso entre los propios trabajadores. Sin embargo, sería preferible que las personas permanecieran en el interior del local y no en la calle, expuestas al intenso sol de la isla. “Siempre sucede igual, como vivo cerca prefiero venir bien temprano para ser de los primeros. De lo contrario, puedes pasarte la tarde entera hasta que llegue tu turno”, explica Francisco, vecino de la calle Águila.

El cartel de información de la puerta solo brinda un sabor al día. En el momento de la visita había rizado de guayaba pero la realidad mostraba un color y un gusto totalmente distintos. “Esto es vainilla ligado con jugo porque una parte está cremosa y la otra llena de hielo”, le espeta molesta una muchacha a la encargada del salón.

“Uno como es pobre tiene que venir aquí porque es lo más barato. No es posible que pague 40 CUP por un pote de helado en la tienda, cuando hay, porque el bolsillo no da para eso. Pero es incomprensible la falta de sensatez y de educación al trabajar con el público. Ser pobre no es un delito. No necesito discriminación”, me comenta Miguel, jubilado.

Otros problemas en la heladería Arlequín son los desechos de comida en el piso, las goteras por el aire acondicionado y la ausencia de agua potable. “Esta zona tiene dificultades con las tuberías. Nosotros tenemos que traer los pomos de la casa para pasar la jornada”, aclara una de las que labora allí.

Teresa, quien esperaba su turno para ser servida, reitera: “En otras ocasiones he sido eco de quejas similares que evidencian el maltrato hacia la población: lo digo en las reuniones del CDR, me quejo con los administradores de cualquier centro, escribo en el libro de Quejas y Sugerencias. No me puedo quedar callada. Sin embargo, los derechos del consumidor no son respetados en ninguna instancia. ¿Qué más debe pasar? ¿Acaso no basta el descontento social?”.

 


 

¿Quieres reportar algo? Envíanos tu información a:

[email protected]

Comentarios

LO MÁS TRENDING

LO MÁS VISTO