Cuba
Primeros días de precios topados: “Los carros no paran”
Todos tratan de conseguir un carro, pero no paran. El ambiente en los primeros días de precios topados agobia a los habaneros
El transporte está nuevamente malísimo; aunque creo que nunca ha dejado de estarlo. El sábado último entró en vigor la ley de precios topados para el transporte privado, en la cual se establece como importe máximo la cantidad de 10 pesos cubanos por pasajero, sin importar el horario y siempre que el recorrido del carro se desarrolle dentro de la ciudad.
Durante el fin de semana no se sintieron mucho los daños de esta regulación pero en la primera jornada laboral, fue casi imposible trasladarse. El ambiente este lunes en las calles lo evidenció: guaguas abarrotadas, colas interminables y un número importante de optimistas intentando parar un carro.
María ha estado cerca de dos horas en la parada del Parque de la Fraternidad, en espera de un rutero que la llevara hasta su casa en Mantilla. En otro tiempo, quienes debían llegar hasta La Palma o a algún otro tramo en esa dirección, podían optar por uno de los taxis privados. Ya no.
“Los carros particulares no paran: algunos porque están abarrotados, otros porque son directos y, como todo el mundo sabe, piden una millonada. Eso hace que la gente muera con el P8 -en su punto en hora pico- o venga para acá, pues están cansados y desean hacer un viaje más cómodo”.
La cola continúa creciendo y el abasto de ruteros no es mucho. “Entra uno cada 45 minutos, una hora; para el reparto Eléctrico casi todos. Imagínate tú, cada uno de esos vehículos tiene veinte y pico de capacidades solamente y, con el tiempo que se demoran en llegar aquí, se suman 50 personas a la fila, por eso parece interminable”, acota un vendedor de maní de la zona.
Al frente del Parque de la Fraternidad la situación es, si se puede, más crítica. Entre las personas prestas a abordar el P7, se mezclan agentes de la policía. Una patrulla permanece parqueada en la parada, en espera del ómnibus, para establecer el orden al subir.
“Esta ruta -que llega hasta San Miguel del Padrón- es una de las más codiciadas, aun en los mejores tiempos del transporte; con la situación ahora hay broncas. Los choferes no podemos con eso. Yo mismo he tenido que ponerme fuerte unas cuantas veces y los oficiales están aquí, todo se hace más organizado, pero en miles de ocasiones las broncas empiezan en otros puntos del recorrido. Nada te asegura una llegada sin problemas al destino”, declara Ángel, quien maneja el P7.
Las principales arterias están llenas de personas a la caza de un auto privado. Reina es una de ellas. En el parque El Curita hacen fila más de una decena de personas, sin resultado a la vista. “Si pasa un carro, de casualidad, ya está lleno o tiene solo un asiento disponible. La mayoría pasan vacíos, haciendo propuestas indecentes que uno no puede pagar”, dice una de las afectadas, quien espera con su niña alguna solución.
En la esquina de Coppelia la situación es similar. “Hermano, te doy 5 CUC hasta La Víbora, y te dejo recoger gente en por el camino”. En el mismo lugar, otros pasajeros ofrecían la tarifa normal, de 25 pesos, por llegar hasta sus hogares.
Más tarde, Alex, transportista privado, explica que “a quien cojan con un pasaje “multado”, le parten las patas. De entrada le quitan la licencia y le ponen una sanción del copón. Nadie quiere arriesgarse”.
Aunque inconformes con la medida, no ha existido una protesta contundente. “Nadie nos consultó nada. Nosotros seguimos pagando las piezas caras, y cada dos por tres. ¿Qué nos dan el petróleo a ocho pesos? Antes también lo cogía barato por ahí. En lo personal, prefiero pagarlo más caro, con un margen para hacer unos pesitos más, a estar en esto”, concluye.
“Yo saqué la cuenta. En un viaje se me pueden ir 5, 6 litros, pero eso no me garantiza la cantidad de personas: si se me montan todos los pasajeros el principio de la ruta y se bajan al final, trabajé por 10 CUP, o menos. Por eso hay tanto taxi directo. Ellos gastan combustible en las vueltas vacíos, pero lo reponen en un viaje”, comenta Alexei, conductor capitalino.
Texto y foto: María Carla Prieto