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Cuba

Picadillo de soya: “Eso no se sabe ni qué es”

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En la mesa de muchos cubanos, el picadillo de soya es habitual. Aunque desconozcan qué es lo que están comiendo exactamente

Decir picadillo en Cuba es como mencionar el más autóctono de los símbolos caribeños. “El salvavidas”, así le llaman los ciudadanos a este invento. Pero si bien es cierto que trae la solución a los platos vacíos de las casas y a la famosa interrogante de ¿qué haremos de comida hoy?, la calidad de este alimento no roza los parámetros de lo correcto.

Todos los meses Mercedes es la primera en comprar en la bodega. Es jubilada y entre las colas de las farmacias, los turnos del mercado y las chácharas en la esquina con las demás vecinas del barrio reparte su tiempo. Ella se declara fanática a este producto. “Muchos no lo comen, se hacen los finos, pero a mí me encanta. Lo malo es que cada vez viene peor. Ya no es carne molida, es pura soya”.

Por su mínimo costo, apenas de 25 centavos la libra, dentro de la canasta básica cada núcleo tiene derecho a una cuota mensual. “Maneras de hacerlo hay varias, yo primero le quito todas las cosas blancas, esas que no sabes si es nailon o cualquier invento para aumentarlo, lo paso por manteca caliente y después lo cocino, de lo contrario no tiene ningún sabor”, comenta Blanca.

Caridad solo lo come en croquetas, “para condimentarlo bastante y molerlo bien” porque el aspecto original no le agrada. Asegura que así sabe mejor, más agradable al paladar. “Con eso me quito de encima los pellejos que no puedes ni masticar, sino sacarlos de la boca a cada bocado. No disfrutas la comida”.

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“En mi mesa no sirvo picadillo de soya”

“¿Alimento? No sé cuál sea la palabra correcta para describir esa cosa. Según amistades que son carniceros es una mezcla que hacen en el matadero con órganos de animales. Sin embargo, al menos cuando el congelador está vacío, te queda la esperanza de ir hasta la bodega y pedir tu ración. En momentos de necesidad, ha sido el único sustento del cuerpo”, afirma Eunise, madre soltera.

Algunos, prefieren donárselo al bodeguero o a las personas de la cuadra. “En mi mesa no lo sirvo. Me da asco, siempre he pensado que es una falta de respeto con la población. Eso no es comida en ningún lugar del mundo. Yo lo regalo, siempre va a existir quien le saque provecho. Sino el dependiente vende la jaba a 20 CUP por la libre para que no se eche a perder en la nevera”, aclara Celia, de 55 años.

“¿Alguna vez ellos han probado otro tipo de picadillo? Los demás, el de res, el de pollo o el de pavo, con unos dientes de ajo, quedan riquísimos. Pero en este sí hay que poner ganas para que salga más o menos. A eso súmale que no encuentras los condimentos, que los paqueticos de sazón completo están en 5 CUP y casi vacíos; con sal no se prepara un plato”, reclama Nadina.

En los últimos tiempos algunas provincias han reducido la oferta de dicho producto. ¿Por qué? Quizás se han dado cuenta después de mucho años que los ciudadanos merecen algo mejor. “Ahora llega jamonada especial a 3 CUP, esa gusta más y tiene menos complicaciones para hacerse. Sobre todo a los niños para la merienda, porque el picadillo ni adornándolo se lo meten en la boca”, explica un señor residente en Mayabeque.

Vladia Rosa García

 


 

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