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Cuba

Los payasos: los invitados que no faltan en los cumpleaños de los niños cubanos

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La amplia sonrisa de los payasos encanta y contagia de alegría a los niños cubanos. Muchos piden a sus padres tener uno en el cumpleaños

Daniel se levanta temprano, pone la cafetera, se afeita con mesura, busca el pan y recoge el periódico. A mediodía agarra el maletín y se despide de su esposa. Le da un beso al niño en la frente y sale pensando cómo volver a ser Tristolino, el payaso que todos esperan para que comience el cumpleaños.

En el bolso lleva el disfraz, los zapatos, la toalla, los juguetes para la animación y todo el arsenal de maquillaje que le ha ido dejando su mujer. Tiene un pantalón a rayas que en primera instancia fue un pijama, al que le ha puesto dos tirantes; un pullover de mangas largas, dos medias que no hacen pareja, un par de zapatones que le duplican el número y un sombrero de colores. Suele llegar al cumpleaños como un invitado más, y aprovecha cualquier chance para convertirse en el alma de la fiesta. Aunque han pasado años, asegura sentirse cada vez como si fuera la primera.

En los cumpleaños cubanos es bastante común invitar a un payaso. Hacen prácticamente la labor más difícil: controlar y divertir a los pequeños. La mayoría de ellos no pertenece a un circo ni estudió teatro o dramaturgia. Muchos son aficionados y otros tienen profesiones completamente distintas a hacer reír a la gente.

Para Alexis Hernández, quien se dedica a esto, “se trata de un oficio para el que se precisa de carisma y paciencia. A veces el pago, por muy bueno que sea, no recompensa todo el esfuerzo. Ver la alegría en los rostros, esa es la mayor satisfacción”.

Aunque depende de las opciones del artista y del lugar, contratar a uno de ellos viene rondando los 20 CUC aproximadamente. “Con los años ha aumentado el costo de un espectáculo, pero bueno, quienes tienen la posibilidad no dudan en darlo”, dice Katya Suárez. “Es una experiencia increíble para un niño. Algo que luego se extraña, la fantasía de creer que alguien pueda tener en realidad una sonrisa tan grande”.

Yaneisis Martínez, madre de Thalía, asistió junto a su niña de siete años a una función de circo en el cine de su pueblo. “Allí mismo había uno repartiendo tarjetas con su contacto. Como me gustó su actuación y lo que hizo con los que estaban allí lo contraté para el cumpleaños de mi hija. También existen páginas en Internet donde se puede reservar el servicio. Incluso, algunos tienen cuentas en Facebook, en las que le dan promoción a su trabajo”.

Con el acceso a Internet se les ha hecho más fácil la cuestión publicitaria. Muchos ponen fotos y videos de los shows, además de recomendaciones de padres e infantes desde la experiencia. Existen los que trabajan solos y están quienes tienen un equipo que se enriquece con magos y otros animadores.

Lucas Martínez está en primer grado y disfruta de las celebraciones cuando están estos personajes. “Siempre pregunto, ¿habrá payasos? El regalo que le pedí a mi mamá el año pasado fue que llevara uno a mi fiesta”.

Hace una década que Marcel Alayón se pone una nariz roja y un polvo blanco en la cara. “No importa si es invierno. Yo siempre sudo. Es la corbata, las medias, todo el vestuario y encima la tensión de que las cosas salgan bien. En todas las actividades me fijo en los niños que lloran o que le temen a los payasos. Les pido que me acompañen después de la función y dejo que observen como me quito el maquillaje. Les presto la nariz o los pinto un poco. Me siento complacido cuando logro que venzan el miedo. A final somos seres humanos con los mismos problemas que tiene todo el mundo afuera de la algarabía. Es nuestra tarea aparentar que somos felices y que los demás lo serán con nosotros”.

Texto y fotos: Lucía Jerez


 

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