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Cuba

Nicolás Guillén estuviese enfermo desde noviembre del 2020

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El poeta nacional cubano Nicolás Guillén era todo un camaján cuando la caña se ponía a tres trozos. Su estrategia era “enfermarse” y desaparecer unos días.

Según Manuel Díaz Martínez, en un excelente trabajo publicado en su blog personal con relación al caso que enfrentó al intelectual cubano Heberto Padilla (1932-2000) contra lo más acérrimo del oficialismo cubano -lo que eventualmente lo llevó a ser rechazado por la inmensa mayoría de la intelectualidad cubana, cuando fue juzgado este por la polémica en torno a su libro Fuera del juego, Premio Julián del Casal (UNEAC) 1968-, Nicolás Guillén había descubierto un excelente ardid para escapar de aquellas reuniones de corta pescuezo y esos bochornosos actos de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.

En fin, que tras leer El Caso Padilla , por Manuel Díaz Martínez, a uno le queda claro que, si el poeta nacional estuviese hoy vivo, estuviese enfermo desde hace tres meses. Es lógico que cualquier lector se pregunte porqué, y aquí le va la anécdota.

Cuenta Díaz- Martínez que, por aquellos días, meses y años, del caso Padilla, con la alusión a Luis Pavón como “el primer represor de los intelectuales en Cuba” , un día, él fue invitado “a formar parte del jurado del Premio de Poesía “Julián del Casal” correspondiente a 1968 por haber ganado yo ese premio el año anterior”. En el jurado estaban además otros dos cubanos, José Lezama Lima y José Zacarías Tallet, junto a dos extranjeros, el inglés J. M. Cohen y el peruano César Calvo.

Lo sucedido después, comenzó -diríamos- con una “extraña” visita que recibió Díaz-Martínez en su casa.

“Cuando ya nadie ignoraba que el candidato más fuerte al premio era Fuera del juego, el poeta Roberto Branly me visitó en el despacho que como redactor jefe de La Gaceta de Cuba yo ocupaba en la UNEAC. Venía alarmado: acababa de verse con el teniente Luis Pavón, director de la revista Verde Olivo, de las Fuerzas Armadas, y este oficial, que estaba directamente a las órdenes de Raúl Castro, le había comentado “confidencialmente” que si se le daba el premio al libro de Padilla, considerado contrarrevolucionario por “ellos”, iba a haber graves problemas”.

“Entre Branly y yo existía una amistad entrañable, bien conocida por Pavón, y no me cupo duda de que éste había utilizado a mi amigo para transmitirme, sin que lo pareciera, un mensaje que era toda una amenaza”, cuenta Martínez.

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El autor revela en este precioso artículo que “sí hubo cabildeo, en cambio, por parte de la UNEAC” para que se le diera el premio a Padilla.

“Nicolás Guillén visitó a Lezama e intentó disuadirlo. David Chericián, por cuyo libro apostaba la UNEAC como alternativa al de Padilla, fue enviado por Guillén a casa de José Zacarías Tallet para que persuadiese al viejo poeta izquierdista de lo negativo que sería para la revolución que se premiara Fuera del juego. La noche del mismo día en que Chericián lo visitó -esa noche, por cierto, se velaba en la funeraria de la calle Zapata el cadáver del joven escritor Javier de Varona, castigado por disidente y cuyo suicidio, según la versión policíaca, se debió a frustraciones sexuales-, Tallet me dijo que fue tanta la indignación que le produjo la visita de Chericián, que después de echar a éste de su casa telefoneó a Nicolás Guillén y lo increpó por pretender coaccionarlo. El poeta y cuentista Félix Pita Rodríguez, que era el presidente de la Sección de Literatura de la UNEAC, me aconsejó que desistiera de votar por Padilla”.

Nicolás Guillén, sin embargo, demostraría después ser una cosa por delante y otra por detrás, aunque siempre tuvo claro sus intereses.

Según su relato, “uno o dos días antes de la fecha fijada para la reunión en que el jurado acordaría el premio y firmaría el acta”, Nicolás Guillén le hizo ir a su despacho y allí le dijo:

“No vaya, enférmese”.

El del “tengo lo que tenía que tener” ahora estuviese en cama desde noviembre con mucho dolor de cabeza.

Traigo a colación la anécdota porque un prestigioso intelectual cubano, ya fallecido también, como Nicolás Guillén, le reveló un día a una fuente, que Nicolás Guillén solía enfermarse siempre en esos momentos trascendentales en que debía aparecer y no aparecía.

Curiosamente esta estrategia tan camajana de Nicolás Guillén llegó a mis oídos hace mucho tiempo, gracias a los miles de cuentos que me hizo, durante muchos años una tía, exresidente en París, y que conoció demasiado bien a Guillén.

Lo cierto es que, mirando las cosas en perspectiva, si Nicolás Guillén estuviese vivo, seguramente se hubiese declarado enfermo y en cama desde el pasado mes de noviembre.

Y es que la verdad es esta: las cosas dentro de la cultura cubana están tan paupérrimas -Movimiento San Isidro, Movimiento 27N, 27Ene, manotazo de Alpidio, y esta feroz e irracional campaña contra el tema Patria y Vida- que de seguro, el hombre del “tengo lo que tenía que tener” ahora mismo, si fuese llamado por el dizque ministro boxeador o por su asistente, el guapo Fernando Rojas, para que asistiese a cualquier cosa rara de estas que estamos viendo diría:

“Ay, tengo un dolor de cabezaaaaaaaaaaaa, que creo que estoy enfermo”.

O un dolor de muelas, como en la foto de portada.

Ariel P.

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