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Cuba

Muchos cubanos “resuelven” medicinas mediante las ventas ilegales o en divisas

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Texto y foto: Liliana Suárez

Amalia decidió madrugar para estar entre las primeras en la fila de la farmacia cercana a su casa en el municipio Cerro en busca de los medicamentos. A última hora se enteró de que tras los 10 días establecidos para el ciclo de distribución, habían llegado y serían vendidos el jueves siguiente. La abuela sesentona llevaba en su bolso las recetas de casi todos los de la casa, muchas de las cuales casi cumplían el mes establecido para su vencimiento y no había podido conseguirlas.

“Pero Lía, tú estás loca, mandarte esa cola con el frío que está haciendo para que luego te digan que no hay casi ninguno, incluso los de los tarjetones”, le espetó su vecina más cercana que se queja, casi a diario, de no alcanzar buena parte de sus medicinas controladas y de que ya está cansada de buscar las otras por la ciudad cuando va o viene del trabajo. Siempre llega cuando se han terminado “porque enviaron pocas cantidades” o simplemente que están “en baja” o “en falta”.

A pesar de los malabares financieros del Estado para la compra de materias primas en el exterior y el enfrentamiento con buena parte del atrasado equipamiento tecnológico de la industria, lo cierto es que desde hace ya casi cuatro años en La Habana y el resto de las provincias del país la entrega de fármacos no se mantiene estable.

Según cifras oficiales, en 2015 la isla contaba en el cuadro básico con 857 productos (hoy la cifra ha descendido a 761 al dejar de producirse algunos como el digestivo Carbón y pepsina o el antimigrañoso Ergofeína, entre otros incluso de alta demanda).

Directivos del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) reconocieron en 2018 que existían dificultades con medicamentos como el Alopurinol y la Colchicina, empleados para el tratamiento de la Gota; la Pentoxifilina utilizada en problemas circulatorios; los antiarrítmicos  Amiodarona y el Verapamilo; la Levodopa y la Carbidopa, aplicados en el tratamiento del Parkison; e igualmente el Valproato de sodio, antiepiléptico.

“Yo no alcanzo nunca la Duralgina, pero por favor doctora, si puede darme una receta, es que padezco de fuertes dolores de cabeza”, le pedía una señora a la médica de guardia en el policlínico Rampa. De este analgésico las estadísticas del MINSAP señalan que se consumen en Cuba cada mes 70 millones de tabletas; y entre 870 a 900 millones anuales.

Escasean severamente algunos tan comunes como la Ranitidina, reductor del ácido en el sistema digestivo, así como el Omeprazol, de similares características, pero este registrado en los denominados tarjetones; el proxinético Domperidona; el carbonato de calcio, para evitar la osteoporosis; determinados antihistamínicos como la Difenhidramina o el Meclozine; el Enalapril, para la presión; los antibióticos Ciprofloxacino, Tetraciclina, Nitrofurantoína y hasta las tabletas de Prednisona de 20 mg, para asmáticos, y cremas para la dermatitis como la Prednisolona y el Clobetazol, o antibióticas como el Miconazol o Ketoconazol.

Especuladores y ventas ilegales

“Tengo Duralgina, Ibuprofeno, Paracetamol a 10 pesos (CUP) y Omeprazol a 25, íntimas, lo que le haga falta”, decía con cautela una mujer  en la calle Monte. Cuballama estuvo por la zona con el propósito de tantear la venta ilícita de medicamentos. A media cuadra de esta, otra vendedora, de unos cincuenta años, lanzaba anuncios similares aunque era mayor su oferta.

Esta conocida arteria del municipio Centro Habana es popular entre los habaneros por las ventas ilegales de artículos sustraídos de las farmacias, o acaparados por medio de recetas obtenidas en policlínicos u hospitales fingiendo falsas dolencias. Luego los expenden al doble o al triple de lo que cuestan en los comercios del Estado.

A este personal ambulante se le conoce como especuladores: “Ello hace que solo una pequeña cantidad se distribuya directamente al pueblo, generando desabastecimiento artificial, ansiedad y la compra a  cualquier precio por parte de algunos ciudadanos”, comentaba recientemente a medios oficiales un funcionario de salud. Añadía que todos los medicamentos en Cuba se venden a precios subsidiados.

Autoridades reconocen que estos delitos y otros hechos de corrupción han sido protagonizados por personal que labora en las farmacias, y que en el momento en que se detectaron las violaciones fueron de inmediato trasladados hacia otros quehaceres de menor responsabilidad.

“Periodista, eso de ofrecer medicamentos por fuera en las mismas farmacias nunca se acaba, aunque sustituyan a unos farmacéuticos por otros, yo le digo porque lo sé bien. Todos lo sufrimos, pero es una vía que ellos tienen para vivir porque el salario no les alcanza. Es triste, pero es la verdad”, afirmó una vecina de las calle 23 y E, en la barriada del Vedado.

Farmacias en divisas: para los cubanos que pueden

Los habaneros que por alguna vía reciben alguna entrada en divisas, sean las remesas del exterior, el trabajo por cuenta propia o las estimulaciones que otorgan algunos centros industriales o de servicios especialmente vinculados a la esfera de investigación científica, tratan de solucionar sus carencias en farmacias como las del Hospital “Cira García”, y las de los hoteles “Habana Libre” y “Comodoro”.

Pero no siempre hallan en estas lo demandado. Y si tienen la posibilidad, deben pagarlas a precios exagerados. Por ejemplo, de la Ranitidina, se consiguen 30 tabletas por 15.15 CUC; y el Omeprazol 30 pastillas, 23.35 CUC. Son costos imposibles para el cubano medio, cuyo salario oscila en los 30 CUC mensuales.

En la actualidad la sección digital de clasificados en Revolico es muy recurrida. Aparecen medicinas que no están en ningún centro farmacéutico de Cuba, ni tan siquiera se fabrican en la isla como el Diclofenaco de Sodio o de Potasio, la Glucosamida con Chondroitin, el Milt Tliste, bastante perseguido por quienes padecen patologías del hígado; el Ginkgo Biloba;  o la Leche de Magnesia, laxante y antiácido que fue eliminado en la década de los 90 del Cuadro Nacional de Medicamentos sin dar información al respecto.

La ausencia de medicamentos vitales es una de las realidades que más afecta a los cubanos, sobre todo a las personas de más edad, a quienes se les oye regularmente aconsejar a los menores para que se cuiden la salud: “lo último que quieran en la vida es enfermarse”.

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