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Cuba

Médicos cubanos viven gracias a “ayuditas” de sus pacientes

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Las “ayuditas” que reciben los médicos cubanos van desde alimentos, productos de aseo y hasta recargas para los celulares

¿Qué se le regala a un médico en Cuba?, es una pregunta frecuente sobre todo para quienes se atienden en La Habana y viven en el interior, como se le llama a las provincias de la isla. A diferencia de otros lugares del mundo, tener un gesto con ellos no es permitirles un lujo, es ayudarles a sobrevivir.

Los pacientes sienten que quienes curan sus padecimientos merecen algo más que el escuálido salario que le abona el Estado. Es así como en la extensa fila de personas que nutren la sala de espera de los hospitales, sentados o de pie, nunca faltan las bolsas de nylon, de tela y, hasta de saco, donde llevan “ayuditas”.

“Una vez le di dinero en un sobre y el doctor se ofendió. Desde ese momento le traigo siempre una jabita con viandas, frijoles, algún pedacito de carne de puerco y hasta bolsas de leche en polvo. Tú sabes, las cosas que aquí en la ciudad son difíciles de conseguir”, comenta Aurora Santos, quien vive en Mayabeque, mientras espera su turno para la consulta de Nefrología en el Hospital Clínico Quirúrgico Hermanos Ameijeiras.

“Yo llevo un buen tiempo atendiéndome aquí, ya conozco al especialista y sé sus preferencias”, dice Norberto Abreu, artemiseño. “Intento traerle queso, yougurt, mantequilla y productos lácteos que escasean en La Habana. No es un secreto, aquí sí tú traes el mandado, avanzas”.

https://www.cuballama.com/envios/categorias/alimentos/combos

Según Armando, ortopédico en el centro hospitalario Fructuoso Rodríguez, una novedad ahora, sobre todo, si de habaneros se trata, es recargar los teléfonos celulares de los galenos. “Te dicen ay, ¿cuál es su número? Entonces te ponen una remesa de 5 o 10 CUC. A mí me daba pena al principio, ya me adapté. Con eso llamo, paso mensajes y me conecto a Internet”.

No solo los médicos son beneficiados con estas “ayuditas”. Desde el técnico que hace ultrasonidos, enfermeros, camilleros y hasta choferes de ambulancia, corren con la suerte de recibir muy a menudo tales atenciones.

“Cuando uno está, por desgracia, en un lugar de estos, lo único que quiere es resolver. Si puede, claro. También te encuentras con el pobre infeliz que no tiene donde caerse muerto y se ve obligado a hacer las colas y aguantar todo el peloteo que se forma. Es la realidad, triste, pero cierta”, agrega Magdalena Ortiz.

Al doctor Jorge Luis Linares no le apena reconocer cuánto le debe a sus pacientes. “Te lo digo con el corazón en la mano. Yo vivo gracias a ellos, no gracias al gobierno. Desde productos de aseo, hasta la mayor parte de la comida de mis hijos viene de las manos agradecidas de las personas que atiendo. Te digo más, me han invitado, incluso, a viajar al exterior”.

Lucía Jerez


 

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