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Cuba

Los sinsabores del azúcar que consumen los cubanos

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Por Lucía Jerez

El azúcar que hoy consumen los cubanos se importa desde Francia

Cualquiera que haya vivido la época en que Cuba era uno de los mayores exportadores de azúcar en el mundo, le entristecería observar que ahora la importa de países tan lejanos como Francia. Muy distante quedan los tiempos en los que la melaza de la isla caribeña fue un atractivo indiscutible.

El cierre de los centrales no solo les apagó la vida a las miles de personas que vivían en torno a ellos. Se convirtieron en dolorosas ruinas y se quedaron para mirar una nación con más sabores amargos que dulces.

Su tímida producción y la pésima calidad con que llegaba a los establecimientos, entre otros diversos factores, contribuyeron para que la industria francesa fuera la principal emisora del azúcar que se consume actualmente. Piedrecillas, pequeños cristales y basuras fueron algunos de los elementos hallados en los sacos que iban a parar a las bodegas, antes de que la importación de la nación europea fuese una alternativa.

“Yo lo vi. Eran como unas piedrecitas negras, planitas. Venían dentro. Parecidas a las que trae a veces la sal”, dijo Omar Martínez, campesino.

“Realmente la diferencia ha sido grande. Ya la blanca se ve distinta, finita, limpia. Aseguran que viene de Francia. Yo no sé qué era lo que nos estaban dando antes. Qué horror”, sostiene Mireya Rodríguez.

Sin embargo, este, como gran parte de los insumos, es normado por la canasta básica. Al igual que pasa con tantos,  la ración del mes resulta insuficiente en los hogares.

En los mercados industriales está liberada su venta. Una libra de blanca representa ocho pesos en moneda nacional, mientras que la prieta o morena equivale a la mitad.

“Con lo que poco que es una libra y lo que roba el bodeguero ya es suficiente para que no te dé la cuenta. Y uno siempre trata de comprar la refina, porque la oscura generalmente viene con una apariencia bastante desagradable”, comenta Fina García.

Otra de las quejas de los clientes van dirigidas al estado de la turbinada que llega a estos centros. “Yo la he visto húmeda, incluso con un olor raro que le cambia el gusto a lo que se la pongas”, añadió Zara Jiménez, quien si bien la prefiere para el café, ha tenido que sustituirla luego de notar los cambios en el sabor.

Según Lidia Venero, trabajadora de la bodega de la calle Lombillo entre Hidalgo y Panorama, en el interior de su almacén no se ha dado el caso, pero bajo condiciones de humedad y poca ventilación, el producto puede adoptar estas características.

Lo cierto es que sin el azúcar, la mayor de las Antillas ha perdido parte de su esencia. Al azúcar van referida desde la famosa canción de Celia Cruz hasta los desvelos de Fidel Castro, obsesionado con una utópica zafra que jamás llegó a los diez millones. Hoy es otra de las carencias en la extensa lista que llevan los cubanos a cuesta.

 


 

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