EEUU
Tras 44 años preso injustamente, afroamericano sale de la cárcel
El drama comenzó en mayo de 1976 cuando Long, afroamericano, fue acusado de irrumpir en una casa en Concord, Carolina del Norte, y violar a una mujer blanca de 54 años, Sarah Bost.
Un afroamericano residente en Carolina del Norte y que fuera condenado injustamente hace ya más de cuatro décadas salió de prisión a fines de la semana pasada.
Ronnie Long pasó 44 años en prisión por un crimen que no cometió. Fue encarcelado en 1976 por los delitos de “robo y violación” y sentenciado a 80 años de cárcel.
El hombre, que siempre dijo ser inocente, fue víctima de “mala conducta policial extrema y continua”, según definió un tribunal federal de apelaciones que fue el que dictaminó su liberación; esa que Long reconoció como “impresionante”.
La fiscalía del estado de Carolina del Norte admitió que ya no podía defender el caso -eso es, explicar ante un tribunal el porqué Long fue acusado- y pidió a un tribunal que anulara sus condenas, en la revisión del caso.
Su abogado, Jamie Lau, de la Clínica de Condenas Injustas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Duke, lo llamó por primera vez para dar la “extraña” noticia. Que una Fiscalía decida no defender su caso, es algo que no sucede frecuentemente. Long simplemente no podía creer que regresaría a casa.
Sin embargo el estado mantuvo su palabra y Long pudo salir en libertad.
Con eso, dice CBS News “la batalla de cuatro décadas de Long por la libertad terminó repentinamente”, pero la batalla por la injusticia de un sistema que según cientos de abogados está diseñado para que el que sea pobre y sea condenado injustamente jamás pueda salir en libertad, continúa.
Long ni siquiera tenía idea de que sería puesto en libertad. Al menos no sabía cuándo sucedería.
Salió de una prisión de Carolina del Norte el jueves pasado, mientras fuera le esperaban amigos y familiares. Muchos de ellos, apunta CBS, “nunca habían perdido la fe en su inocencia”.
El drama comenzó en mayo de 1976 cuando Long, un hombre negro, fue acusado de irrumpir en una casa en Concord, Carolina del Norte y violar a una mujer blanca de 54 años, Sarah Bost.
Aunque no había evidencia física que lo vinculase con el crimen, un jurado compuesto exclusivamente por blancos lo condenó, y Long recibió una sentencia de 80 años.
“Siento que el sistema de justicia penal aquí en este estado me falló”, dijo Long, evidentemente desconociendo que el sistema penal de los EE.UU. ha fallado en cientos y miles de casos similares en otros estados.
La condena a este afroamericano comenzó a desmoronarse cuando, hace 30 años, Long supo que los investigadores de la policía de Concord habían probado más de una docena de pruebas y habían ocultado los resultados. Esa evidencia que ocultó la policía, tal y como describió su abogado Lau en una entrevista el mes pasado, respaldaba su inocencia.
En la investigación criminal, los policías hallaron 43 huellas dactilares en la escena del crimen. Ninguna de ellas coincidían con las de Ronnie Long, pero el abogado que lo defendió en aquel momento jamás conoció de esto.
Tampoco el abogado que defendió a este afroamericano supo que la policía había tomado pruebas en la víctima y que ninguna de las pruebas lo vinculaba.
De hecho, su abogado nunca supo, y por ende no lo supo ni el jurado ni el juez, porque la policía lo ocultó, que en la escena del crimen habían encontrado un cabello que no coincidía con el de Ronnie Long.
A pesar de esas evidencias, “descubiertas” hace 14 años atrás, y en otro evidente fallo de la justicia norteamericana, los abogados del estado argumentaron que nada de esto habría cambiado el veredicto original, y Long permaneció en prisión, a pesar de las crecientes protestas y demandas de su liberación.
Ronnie Long walks free
“Tengo 64 años y voy a cumplir 65. Me quitaron la vida cuando tenía 20 años. No tengo nada más que recuerdos. Pero, sin embargo, ¿dices que las pruebas reunidas en el caso eran irrelevantes?”, se cuestionó el hombre a su salida.
No fue hasta la semana pasada, cuando la Corte de Apelaciones del Cuarto Circuito de Estados Unidos finalmente dictaminó que los derechos de Long habían sido violados por “un patrón preocupante y sorprendente de supresión policial deliberada de pruebas materiales”.
El hecho provocó el despido de la oficina del fiscal de distrito del condado de Cabarrus, pero ninguno allí, ni de los policías que ocultaron las pruebas, será juzgado ni llevado a la cárcel por haber enviado injustamente a la cárcel a este afroamericano en plena juventud. Una vida tronchada, se llama esto.
A lo más que podrá aspirar Long es a pedirle al gobernador Roy Cooper lo que se llama un perdón de inocencia, para que pueda cobrar dinero de un fondo estatal que le da a los condenados injustamente.
Lo más triste para él es no haber podido vivir junto a sus padres, en los últimos días de sus vidas.
“Sé que mi madre y mi padre murieron con el corazón roto. Les diré ahora, cuando visite la tumba, ‘Tu hijo está libre”.