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La Merkel dice hasta luego

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Angela Merkel pertenece a un selecto club de líderes que siguen creando el mismo problema: ¿quién va a calzar esos zapatos de ahora en adelante?

La Merkel se va con la misma cara de póker con que vino, con la misma actitud austera, el mismo ‘no lo digo, lo hago’.

15 años al frente de un país donde durante la última larga estancia de alguien en el poder, provocó un holocausto mundial por segunda vez. En el mismo país del muro, la Stasi y el beetle. En la locomotora de Europa, para lo bueno y para lo malo.

15 también al frente de la Europa de Berlusconi, al tanto de la Rusia de Putin.

Un epítome de la discreción, su capital político es solo comparable al de la Reina y Obama; su carisma, al de nadie. Sus años ‘in the making’ fueron los de la reunificación alemana. Aprendió haciendo.

Para 2005, en busca de la consolidación europea de fronteras abiertas, la Merkel trajo el liderazgo necesario. Empezó por casa, reduciendo el gasto del gobierno, así como el desempleo. Por eso la crisis de la deuda europea y la recesión no agarraron a Alemania en paños menores. Grecia fue por donde la burbuja explotó y la Canciller advirtió: Europa está primero. Por eso aprobó la ayuda helénica, pero los obligó a controlar sus gastos, lo cual sirvió de ejemplo para todos.

Así comenzó a cimentarse la leyenda de la líder con dedos en pirámide invertida, pero que rara vez hizo del género un issue. Se concentró sin embargo en la inmigración cuando la norma era barrer bajo la alfombra. Entendió la naturaleza interactiva del problema y por primera vez rompió el consenso de manera notable. Apareció sola en público para declarar que ni los muros ni la expresión eran el modo de lidiar con el éxodo. Al inicio fue bien, pero crímenes cometidos por inmigrantes en Alemania erosionaron incluso la unidad de la coalición política que había formado.

Tras dimitir del liderazgo de su partido precisamente a causa de ello, y el Brexit, la Merkel permanece como la última gran defensora de la Unión Europea, que ha servido para modelar los mecanismos de integración regional en el resto del planeta: lejos de la polaridad y más cerca de la sabiduría de las culturas antiguas. Ha construido consenso en un mundo dominado por el nacionalismo y otros personalismos. Hierática, sigue proyectando la estabilidad que no solo Alemania necesitaba en medio de las peores crisis.

Movió a su partido al centro, procuró mejores servicios infantiles, eliminó el servicio militar obligatorio, redujo la dependencia energética nuclear, añadió perspectiva a la emigración y dimensión a Europa.

Precisamente por sus logros, Angela Merkel pertenece a un selecto club de líderes que siguen creando el mismo problema: ¿quién va a calzar esos zapatos de ahora en adelante?

Héctor S. Martínez

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