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Fuertes lluvias tienen a habaneros alertas ante derrumbes

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Las torrenciales lluvias que han azotado en las últimas horas a La Habana deben tener en vilo la vida de no pocas personas temerosas de los derrumbes

Dos personas conversaban ayer en una panadería del municipio Playa con relación a las fuertes lluvias que antier y ayer azotaron a la ciudad de La Habana y que, hasta el momento, no ha traído ninguna mala noticia o catástrofe con relación a derrumbes.

“Preocúpate no por la lluvia, sino cuando salga el Sol”, le dijo uno de ellos a otro que preocupado, en la cola del pan, manifestó sentir miedo de regresar a su casa y encontrársela en el suelo.



Ailán vivía en una de esas casas que “pueden estar hoy y mañana no estar”, pero le da gracias a sus padres “y a la vida” que le dieron inteligencia para ganarse unos dólares y poder comprar un apartamento más moderno, de dos cuartos, lejos de Centro Habana.

“Es probable que ya donde yo vivía eso no exista. Temíamos por cada lluvia. Por cada ciclón o huracán, fueron 12 años, desde que más o menos tuve conciencia de vida, marcados entre el “sube el televisor”, “lleva el refrigerador para casa de” y las evacuaciones. A veces en casa de vecinos, a veces en albergue. Tuvimos mucha suerte”, cuenta desde México, donde cursa una maestría en el TEC de Monterrey.

Unos y otros tienen razón. Las torrenciales lluvias que han azotado en las últimas horas a La Habana -y en general al occidente y centro del país- deben tener en vilo la vida de no pocas personas.

Una nota del portal Cubanet fue la que me hizo recordar esta anécdota que me contara ayer una excolaboradora de Cubacomenta. Pensé además en el  sobrino de un viejo amigo -ya fallecido- y que debo preguntarle por sus casi 20 años viviendo entre “posibles derrumbes”.

Pedazos de placa, partes de balcones, y en general estructuras, decenas de ellas, “viven” ahora mismo en la incertidumbre de saber si estarán en pie mañana. La parte más dolorosa de esta aseveración que ojalá nunca fuera cierta, es que no son edificaciones vacías.

Algunas, me recuerda Ailán, tú las ves y sabes que les queda poco; hay otras que no avisan, se caen y ya.

“La gente tiene miedo hasta de hacer fiestas”, asevera.

Por suerte, ahora con la pandemia del coronavirus las fiestas están prohibidas, aunque siempre habrá quien se arriesgue a hacerlas.

Por suerte, también ahora, al menos en La Habana, está cayendo mucha agua y la gente no se está aventurando a salir.

Por desgracia, los pocos que salen suelen caminar protegiéndose de la lluvia y por debajo de los balcones.

Sandro Nieto

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