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Diez películas muy recordadas del Festival de Cine de La Habana

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En la lista de películas muy recordadas, se incluyen las cubanas “Fresa y Chocolate” y “Suite Habana”

¿Hasta qué punto es efímera la memoria? Un equipo de Cubacomenta llegó hasta las principales arterias del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en busca de las diez películas que nos han marcado.

Según la pesquisa, por un elevado por ciento, el galardón se lo lleva el filme cubano Fresa y Chocolate (1993). Mientras aguarda para entrar a la proyección de la cinta mexicana Mano de obra, Grisel, profesora de Educación Física, nos explica: “Recuerdo cuando estrenaron esa película. Alguna gente se levantaba y salía del cine escandalizada. A día de hoy, continúa siendo mi primera recomendación cinematográfica de la producción nacional”.

Dirigida por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, la cinta narra la historia de David –Vladimir Cruz-, joven de férreo pensamiento comunista cuya visión cambia cuando entabla una fecunda amistad con Diego –Jorge Perugorría-, un homosexual que no tiene las cosas tan claras socialistamente hablando.

A pesar de la polémica suscitada luego del estreno, el largometraje mereció un premio Goya a Mejor Película Iberoamericana, un premio Coral del Festival de Cine Latinoamericano y una nominación a los Oscar, en la categoría de Mejor Película Extranjera.

Otro de los títulos cubanos cautivadores es, sin dudas, Suite Habana (2003), del director Fernando Pérez. “Se vive La Habana que no es para el turista. Desde el principio, los nacionales nos vamos identificando con cada uno de los personajes en su lucha constante por salir adelante, resistiendo y creando”.


La soltura empleada para contar una historia cotidiana, la selección de actores no profesionales cuya labor trasciende la mera interpretación. El acto de desnudar Cuba de la manera más cruda, sin descuidar el resultado estético, hacen de Suite Habana una auténtica obra de culto. Por ella, el director obtuvo el Goya 2003 por Mejor Película Extranjera de habla hispana y Película documental, además de, lógicamente, el Coral de su año.

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Más recientemente, la historia de Alejandro Gil, Inocencia (2018), no ha parado de acaparar reflectores. Para Gleimys, el éxito de la cinta está dado “por la sencillez con la que se cuenta un hecho tan trascendente. A mí, hasta ese momento, me parecía un pasaje más a aprender de una asignatura primordial para pasar el curso. Los realizadores supieron emocionarnos sacándola del papel, mostrándonos matices de los jóvenes. Verlos divertirse, bromear entre ellos, como hago con mis amigos, fue valioso para mí”, expresó.

El mencionado largometraje, ovacionado por públicos de dentro y fuera de la isla, trajo a la luz detalles significativos del fusilamiento en 1871 de los ocho estudiantes de Medicina y del empeño de Fermín Valdés Domínguez en demostrar la inocencia de sus compañeros.

Entre los lauros de la cinta se encuentra el Premio de la Popularidad de la pasada edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, el galardón del Festival de Trieste, Italia, y al Mejor Director en el Havana Film Festival.

Películas latinoamericanas

Los países más destacados en estas cuarenta y una ediciones han sido Argentina, Perú, Brasil y Chile. De acuerdo con el profesor y crítico de cine cubano Pedro Noa, no pueden faltar en esta lista títulos como Camila (1984), de la directora María Luisa Bemberg; Hombre mirando al sudeste (1986), del argentino  Eliseo Subiela; la peruana La ciudad y los perros (1985), de Francisco José Lombardi, basada en la novela homónima del escritor Mario Vargas Llosa; La vendedora de rosas (1998), de Víctor Gaviria; y  la mexicana Amores perros (2000), de Alejandro González Iñárritu.

A decir de Noa, su selección está basada en “la calidad de la realización. Aunque es probable encontrar Corales concedidos cuestionablemente, otros se consagraron a directores de culto, que han creado una estética cinematográfica en América Latina. Los anteriormente relacionados – casi todos de los ochenta- cumplen estos requisitos”.

Continuamos con el filme brasileño Ciudad de Dios (2002), de los directores Fernando Meirelles y Kátia Lund. Cuenta la historia de Zé Pequeno y Bené, jóvenes inmiscuidos en la vida delictiva de una peligrosa favela brasileña. A través de esta comunidad, se narra minuciosamente el acontecer de la cara más triste del gigante sudamericano. “Para algunos en Cuba, Brasil es lujo, comodidad, igualdad y cosas bonitas. La película nos pone en las manos la realidad palpable: el racismo, la discriminación, la falta de oportunidades y la pobreza que envuelve a un país tan hermoso, totalmente distinta de las novelas de Globo”, declara Alicia, ama de casa.

Cierra nuestra lista El secreto de sus ojos (2009), drama argentino a cargo de Juan José Campanella y protagonizado por Ricardo Darín. Es “una de esas películas para ver una y otra vez con los mismos ojos. El sabor agridulce del final, la sensación de justicia culpable, nos provoca a entrar al cine para disfrutarla nuevamente”, define Claudia, estudiante de Periodismo.

María Carla Prieto

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