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Cuba

Día de Fieles Difuntos: una tradición que conservan los cubanos

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Texto y foto: Lucía Jerez

En el Día de los Fieles Difuntos, para muchos cubanos es tradición llevar flores a los familiares fallecidos

El dos de noviembre es en Cuba uno de los pocos días en  que se rompe la tranquilidad y el silencio que caracterizan a los cementerios. Muchos son quienes llegan a estos lugares, distantes a veces de sus casas, para venerar a los que partieron.

Aunque podría llamarse Día de Muertos se conoce como el de los fieles difuntos. Es una tradición tan antigua que nadie recuerda su origen y con el paso del tiempo se ha convertido en una costumbre propia de los adultos, a veces ignorada por los jóvenes.

Si bien ha sido estandarizada en el país, se conserva con mayor fervor en los pueblos o regiones provincianas. En estos sitios, los campos santos tienen una dimensión más pequeña y es fácil verlos abarrotados, sobre todo en horas de la noche, cuando la luz de las velas supera al alumbrado público.

La China, como le llaman a una de las trabajadoras veteranas de la capitalina Necrópolis de Colón, cuenta que llegada la fecha, este lugar se vuelve “un entra y sale” de ramos de flores en honor a los fallecidos. “Viene bastante gente todavía. Lo que pasa es que nosotros mantenemos las reglas de apertura y cierre. Las visitas son hasta las seis de la tarde. Es por eso que en el horario nocturno no se nota, como sí sucede fuera de la ciudad”.

Para María Antonia Fernández, quien vive en San Nicolás, Mayabeque, esto le trae recuerdos de su niñez. “Mi madre me llevaba, me explicaba que ahí descansaban los que de cierta forma habían contribuido a que yo naciera. Rezaba siempre la oración del Padre Nuestro y ponía unos nardos. Después enseñé a mi hija y hoy trato de transmitirlo a mis nietos. Es un acto de espiritualidad que debe ser  legado a las futuras generaciones”.

Algunos sienten que es una jornada emotiva. No solo se acercan a donde reposan eternamente sus familiares, también se reencuentran con amigos y parientes que acuden por la misma causa. Aun así, es asombrosa la cantidad de jóvenes que desconocen esta conmemoración.

“Cuando llegué a la universidad y hablé sobre eso, mis compañeros me miraron extrañados. Simplemente no sabían que existía. Una minoría dijo haberlo escuchado de sus abuelos, pero luego de la muerte de estos, sus padres no continuaron la práctica”, confiesa Elianys Arencibia, artemiseña que estudia en la capital.

“Es increíble. La juventud conoce Halloween y otras festividades foráneas sin tomar en cuenta las que son parte de nuestra cultura. Estoy convencida de que radica en la poca difusión desde los medios y, además en la apatía en el hogar por expresar ciertas vivencias”, expresa Yolanda Rivero, profesora de historia.

Julia Ortiz considera que ahora es un poco  difícil hallar qué llevar al cementerio. “No hay velas, ni flores, salvo las que uno pueda recoger del jardín. Antes vendían la cera en las iglesias y las espigas de gladiolo y azucenas no faltaban en los vendedores de portales. Ya todo se ha ido perdiendo. Igual lo que vale es la presencia. Uno sabe que el alma va a otra dimensión, pero el ser humano necesita un espacio para sentirse próximo y protegido por los suyos”.

En la noche de este sábado, habrá otro noviembre donde muchas bóvedas en la isla tendrán la luz que les falta el resto del año. Añoranzas y plegarias de diversa índole ascenderán al reino de los espíritus en un abrazo sublime entre este mundo y el otro.

 


 

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