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Cuba

Cubanos rehacen su vida en México tras cese de política de “Pies Secos Pies mojados”

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El diario TBO recoge este miércoles en sus páginas las historias de varios cubanos que “quedaron atrapados en México” tras el cese de la política de “Pies Secos Pies Mojados” con las que habitualmente eran admitidos en territorio norteamericano hasta el 12 de enero de 2017.

Un año y seis meses después de que las autoridades migratorias, siguiendo un decreto presidencial firmado por el entonces saliente presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, cubanos como Lourdes Lisett De La Torre,  Yudalmis Quesada y Esteba Joel Arroyo Blancart son el ejemplo de otros cubanos que cruzaron fronteras de hasta diez países; navegaron por ríos, cruzaron ríos crecidos, treparon montañas y vivieron horrendas jornadas en la selva.

Arroyo Blancart era taxista en su natal Bayamo. De esta ciudad salió con sus ahorros y voló a Bolivia, donde logró abrir un un pequeño restaurante cubano hasta que partío el 19 de diciembre de 2016 viajando en autobuses a través deBolivia, Perú y Ecuadorcon la esperanza de convertirse algún día en camionero como sus primos en el estado de Oregon.

Sin embargo al llegar a México se enteró de las malas nuevas:  los cubanos estaban siendo rechazados por Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos.

De La Torre fue una de las primeras que llegó a uno de los puentes que delimitan la frontera sur de los EE.UU con la frontera norte de México. Lo hizo el 18 de enero, seis días después del cierre. Ella, al igual que el resto de los mencionados forma parte de los 1.200 cubanos que quedaron viviendo en la zozobra, pensando en la posibilidad de lograr algún día el sueño americano, pero desde ese fatídico 12 de enero quedaron  viviendo en las calles, en albergues de migrantes y en iglesias.

Casi sin esperanzas De La Torre decidió hacer de Nuevo Laredo un hogar temporal. Su visa de turista le permitió permanecer en México por 180 días. Limpió las habitaciones del hotel para poder pagar su parte de la tarifa diaria, y abrió un pequeño restaurante cubano con algunos amigos.

“Necesitaba sobrevivir’, dijo De La Torre. ‘No quería que mi hija (en Texas) me enviara dinero”.

Allí conoció las historias de otros que se aventuraron a cruzar ilegalmente, mientras otros tantos eran  deportados a la isla después de que sus solicitudes de asilo fueran denegadas.

Mientras, se casó con un mexicano que frecuentaba su restaurante. Su hija la ha visitado y aún alberga la esperanza que su madre pueda vivir con ella algún día.

Yudalmis Quesada , ahora, se pasa varias horas al día ejerciendo el oficio de manicure. Ella y su esposo obtuvieron asilo político en México y se hicieron amigos de los otros cubanos que ahora viven aquí, mientras aún se preguntan sobre su futuro en los Estados Unidos. Dice que ya no piensa en cruzar, pues teme ser deportada o retenida en un centro de detención.

Diferente ha sido la historia de Arroyo, quien se casó con una ciudadana estadounidense que vive en Nuevo Laredo, la cual visitaba a su familia en México cuando conoció al ex taxista. Ahora se encuentra a la espera de una aprobación de residencia permanente. En su teléfono, guarda fotos de su viaje por el desierto colombiano: las hogueras, el barro, la serpiente que mataron cerca de su campamento. Y dice a modo de consejo:

Foto: Cortesía Joel Arroyo Blancart tomada de Cubanos por el Mundo

“Si tuviera que cruzar otra vez’, dijo Arroyo, ‘no lo haría’.

 

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