Cubanos no creen en covid, si hay galletas y salchichas

El diario Escambray reseñaba en las últimas horas que la cifra más alta reportada en la última semana, 27 nuevos casos de coronavirus fue en la provincia. Paralelo a eso, la página de Facebook del diario independiente 14ymedio publicaba fotos tomadas en una calle de Sancti Spíritus, donde un grupo de sus pobladores se encontraban en el medio de la calle, agolpados unos sobre otros, sin temor alguno a contraer el covid, arriesgándose con tal de conseguir un paquete de galletas de sal y unas salchichas.

Increíble, pero cierto. Tal parecería que la covid no está sumando enfermos en Sancti Spíritus, Jatibonico, Trinidad, Yaguajay y Cabaiguán. En esos territorios fueron diagnosticados los nuevos pacientes contagiados con la covid.

Decía el director provincial de Salud, el doctor Manuel Rivero Abella, que lo más inquietante es que “se va haciendo rutina que de los infectados algunos no puedan precisar aún cómo se contagiaron”.

Y claro, con estas imágenes habituales en todas las provincias del país, ¿cómo alguien va a precisar cómo se contagió si todo el mundo anda despreocupado con la covid?

¿Qué son estas imágenes sino la confirmación del desespero por conseguir algo de comer en medio de una pandemia? Del otro lado el desprecio y la absoluta falta de percepción de riesgo.

Galletas y salchichas parecen más importantes en estos momentos en La Sierpe, Fomento, Taguasco, Jatibonico, Trinidad, Yaguajay y Cabaiguán. Y el resto de los municipios.

“Que en los últimos 15 días se hayan diagnosticado 169 casos positivos en la provincia, que se hayan tenido que abrir más centros de aislamiento, que aún resten por analizar 552 exámenes de PCR… son síntomas de empeoramiento. No es pesimismo, como muestran las estadísticas la curva en las próximas jornadas seguirá y seguirá subiendo”, dice el oficialista Escambray, y a mi me recuerda el triste caso de un inspector de vectores que multó hace un par de años a un cubano por una larva de mosquito aedes aegipty encontrada en el tanque de su casa.

El multado le abrió la puerta que da a la calle, le mostró un salidero de años que rodaba por la calle y que acumulaba agua pestilente y le preguntó por el nombre de la persona que respondería por las larvas que de seguro allí habían, y el inspector le respondió: “ESE NO ES MI PROBLEMA”.

Ariel P.

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