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Cuba

Cubanos marcados en la piel para entrar en las tiendas

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Con la crisis de alimentos en Cuba, con las enormes colas, en las tiendas, cada vez más vacías, a los cubanos parece no importarles dejarse marcar en la piel con un plumón. Y tú, ¿qué opinas?

Por estas horas de angustia en la web, en que unos cubanos critican fuertemente a otros por pedirle a Joe Biden que levante las sanciones impuestas por la administración Trump a Cuba, a tenor -dicen- de que el lenguaje empleado en la misiva es lastimero y deja “muy bien parado” al gobierno de la isla, no pocos afirman que luego de publicado ayer un listado de las formas no autorizadas para el cuentapropismo en la isla, no hay mayor bloqueo que el interno.

Mientras todo eso sucede, en Matanzas, parece ser que “el bloqueo” -mental, sin dudas- llevó otra vez a un funcionario a marcar en la piel, como si fuesen vacas o esclavos, a los cubanos de una cola.

Hago énfasis en la foto aquí debajo -aunque dejo el análisis de la misma a la colega Mónica Baró Sánchez- porque una amiga, joven, cubana, me comenta por interno que “esa medida es necesaria”.

“Si no es así, la gente no se organiza”, dice y justifica así el marcado en la piel de las personas.

Parece imposible, claro, visto desde la distancia, que una tienda pueda ser vaciada en su totalidad. Lejos parece el día en que los cubanos en la isla puedan organizarse, en una cola, como personas, y no como ganado.

El fenómeno -asociado sin dudas a la crisis que vive el país desde hace ya más de medio siglo- ha impulsado a lo largo de estos años a que los cubanos formen una “molotera”, hasta en lugares y momentos donde los productos parecen alcanzar para todos. O incluso en lugares donde ellos no saben si sacarán productos; o qué productos son los que van a sacar.

Por estas horas, en que muchos se divierten con el video del camión que llega a una localidad en Cuba y la gente lo ve, le cae detrás y ahí mismo, a pie de cañón, caminando detrás del vehículo, hacen una cola, no es menos preocupante el hecho de que un cubano asuma como “normal” que lo marquen en la piel con un número.

Pudiera ser, expresa vía telefónica una amiga contadora en un negocio del NW de Miami, que es la única solución que han encontrado para que, en lugares donde escasea el plumón, el papel, el bolígrafo, la tecnología, se organice así la cola.

“Uno vive aquí, no allá. Si estuviéramos allá, y la única forma de garantizar que alcance un pollo para llevarle a mis hijos, para que coman, es dejarme marcar un número en mi piel, lo hago gustosa”, dijo esta mujer, madre de dos hijos; los dos, afortunadamente, viven con ella aquí en los EE.UU.

“En Cuba todo es así, en abstracto”, admite Nery Pulido, contenta de haber emigrado a los EE.UU. hace 8 años.

Y recuerda:

“En la beca de la Universidad, un día, durante toda una mañana, apenas 4 personas habían donado sangre. Era voluntario, recuerda. Sin embargo, a las 12 del día, el presidente de la FEU se parqueó en la puerta del comedor, y de conjunto con la administración, no dejaron entrar a almorzar a nadie, hasta que no hubiesen pasado por la enfermería, porque esa, dijo, era una tarea de la máxima prioridad del país: donar sangre”.

“Luego dio tremenda muela, de que si los estudiantes de la Universidad tenían que ser los primeros y más revolucionarios… resumiendo: se salvaron solo los que tenían la hemoglobina con menos de trece”, dice casi que atacada de la risa, antes de añadir:

“Oye: el cubano de allá, si tiene que comer, se dejaría hasta clavar una banderilla, como los toros”.

Ariel P.



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