Al Rey del Queso habría que estimularlo, no sancionarlo

Surtía semanalmente, con puntualidad kantiana, a tres paladares del municipio Playa, con queso de excelente calidad. ¿Por qué no ayudarlo a crecer lejos de desmantelarle su negocio? Esa es la pregunta que todos se hacen ahora, con relación al futuro del llamado “Rey del Queso”, en Artemisa.

La aparición en la Televisión Cubana de un reportaje en el que, actuación policíaca mediante, se desarticuló una fábrica de queso clandestina en el municipio de Artemisa, ha tenido un efecto boomerang entre la población cubana, a juzgar por la reacción en las redes.

Lejos de conseguir el escarnio entre los televidentes, el reportaje ha puesto en el tapete varias cosas que, internautas con más de dos dedos de frente o, dos dedos de frente al menos, se han dado cuenta.

El arresto y detención del sujeto han puesto contra la pared al oficialismo: sobre todo al oficialismo más radical; al extremista y “fidelista”; al seguidor a rajatabla de las ideas y reflexiones del “Comandante en Jefe”, aquel que nunca quiso la propiedad privada y que se las ingenió para darle la tierra a los campesinos en el 59 y 61, y quitárselas después con las cooperativas.

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Sí, esos que defienden a capa y espada la propiedad estatal sobre los medios de producción y satanizan la propiedad privada a la cual consideran un rezago capitalista, anti marxista incluso, y que según ellos entorpece el desarrollo de las fuerzas productivas, andan un poco o bastante contrariados con las reacciones que en internet ha provocado el material.

Aunque ya es “ciencia probada” que el Estado -mucho menos el cubano, golpeado por el embargo externo y el bloqueo interno; la burocracia, la militancia  y la más absoluta falta de iniciativa- no puede encargarse de todo, por más que los jerifaltes cubanos insistan (buena parte de ellos siguiendo las ideas del viejo dinosaurio de Machado Ventura), esta gente insiste en sembrar arroz en el diente de perro.

Del otro lado, un hombre, con unas cuarenta vacas para ordeñar, entregaba 70 litros de leche al estado a precio de ganga, porque ya sabemos que el Estado lo compra todo muy barato y que además lo quiere todo para él, y con el resto, fabricaba quesos. Con los quesos surtía semanalmente, con puntualidad kantiana, a tres paladares del municipio Playa.

Las imágenes mostradas, lejos de sugerirle a la gente “un ladronzuelo”, mostraron tal grado de pulcritud y eficiencia de esta minindustria a la hora de elaborar el queso, que en Facebook, principalmente, entre los internautas cubanos, se gesta un movimiento de apoyo con el llamado “Rey del Queso”.

Si no ha salido aún una carta en Change.org, probablemente es cuestión de tiempo. La gente quiere que al hombre “lo perdonen”, y que lejos de sancionarle le permitan no solo continuar su producción, sino además orientar y establecer estrategias entre las ineficientes industrias cubanas elaboradoras de queso de muy mala calidad, que a duras penas si pueden abastecer con regularidad cuatro o cinco pizzerías que ofertan pizzas de dudosa masa.

Todo dicho así, maravillosamente y real contado, no deja de ser tan cierto como que dos y dos son cuatro. Muestra, sépalo usted, que si el Estado cubano abandonara esa tendencia paternalista de querer dirigirlo todo -pizza y queso incluidos- y le diera más margen a la propiedad privada y a la iniciativa de los particulares, otro gallo cantaría en la isla.

A fin de cuentas, si el hombre tuvo que “desviar” 80 litros de leche de los contratados, seguramente fue porque tal vez, nunca se los pagaron como deberían y tampoco le ofrecieron la oportunidad de elaborar quesos de tres variedades, tal cual hacía por su cuenta el hombre, pues al Estado parásito le conviene más importarlos. Comprar en el extranjero tiene esa ventaja a los muchos comerciales y dirigentes de empresas del país que defienden el socialismo cubensis: les permite ingresar unos dólares extras por detrás del telón.

Si en Artemisa hay un sujeto que los hace mejores y más baratos, es la competencia y me jode “mi negocio”. Como yo no estoy autorizado a comprarle, pues no le compro. No puedo buscar las vías para comprarle porque “me lo tienen que autorizar de arriba”. Así funciona el diabólico engranaje. Así piensan esas mentes “de economía socialista”.

La Empresa Eléctrica, quejosa de los 300 mil y tantos pesos que el hombre, por conceptos de kilowatts “robados”, tal vez debería acotejar con el monto de la deuda a cambio de unas cuántas bolas de queso.

por Roberto A.

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