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Cuba: Coleros y revendedores siguen siendo los “culpables”

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¡Hasta los propios trabajadores LCC -o sea, de la Brigada de la Lucha contra Coleros- ya forman parte del teje maneje, según reveló ayer una internauta que describió lo que fue “su primera experiencia en una tienda MLC. Ojo, y no es solo el testimonio de ella; también la periodista oficialista Rouslyn Navia se quejó; y el Granma hoy dice que coleros y revendedores siguen haciendo zafra en Cuba.

Pero… vayamos por partes.

La historia de Kina Matahari, como se identifica esta internauta cubana, da para un libro. Su relato está lleno de denuncias; desde el modo en que la persona que supuestamente debería controlar la cola tiene su “rejuego” con revendedores, al modo en que llega y pone en la cola a dos o tres cúmbilas del barrio. Hasta una foto que sin dudas dice mucho: el hombre se aparta, se baja el nasobuco y se pone a fumar.

El relato contiene además “un policía ciego”. Es decir: un policía que estaba allí y que se hacía el ciego. Un policía que además maltrata a la persona que le pide su identificación, tras ver lo mal que ejerce su labor este supuesto “agente del orden público”.

Dice la denunciante:

“Yo intentaba fijarme en su número de identificación y al parecer esto le molestó y salió de la tienda a enfrentarme. A lo que educadamente, aún luego del duro día, le dije que me gustaría ver su número de identificación y si él no veía lo que estaba pasando delante de él durante todo el día, a lo que respondió que ese no era su trabajo y que no me iba a dar su número de identificación. Otras personas intervinieron a mí favor y fueron atacadas tanto por el personal de la tienda como por el joven policía.

Yo pasé, compré mi olla y al pasar por la puerta volví a pedir número de identificación del policía y haciendo clara mi intención de dirigirme a la estación de Cuba y Chacón a hacer la correspondiente queja.

Ante mí insistencia, el policía tapando su número y ya molesto, me dijo que si yo quería ir a Cuba y Chacón él me iba a llevar. A lo que respondí que me parecía muy bien, ya que él no quería mostrarme su número , que me acompañara personalmente a hacer mi denuncia.

De camino y bajo la lluvia, se comunicó con su superior, el cual se encontraba también guarezcido en otra tienda, a una cuadra. Allí le expuse lo que había ocurrido, mientras el policía joven tenía el descaro de decir que era mentira lo que yo estaba diciendo. Yo lo invitaba a regresar a la cola y tener testigos.

El policía de tres rayitas regañó al “muchacho” y me dio la razón en que ese número estaba allí para ser visto e identificado, y que al día siguiente se dirigiría a la tienda a ver si se resolvían esos problemas ya recurrentes allí (y sabemos que en cada comercio de este país).

Eso me bastó a esa hora, luego del día entero de pie y varios litros de lluvia encima. Desistí del esfuerzo adicional de ir a hacer una denuncia, de antemano sabidamente infructuosa,” explica la joven que resume sus 1097 palabras con una frase: Yo quiero un cambio.

Lo que dice el Granma sobre coleros y revendedores

El diario oficialista y partidista Granma por su parte, reconoce “el desparpajo”, aunque no incluye por pena -si la tuviese- el relato de Kina Matahari.

Eso sí, recoge testimonios. Testimonios de que hablan a las claras que todo en Cuba es por racha, por embullo. La gente en Cuba está acostumbrada ya a eso, a que de pronto se les diga “ahora sí” y a las tres semanas se vuelva a lo mismo. De hecho, los cubanos llevan años escuchando frases como “ahora sí vamos por el camino correcto”, “ahora sí vamos en el sentido correcto”, y todo es como el ciclo de una centrífuga.

El periodista Ronald Suárez Rivas recoge como “a menos de un año de que (…) se exhortara al enfrentamiento popular contra un grupo de figuras nocivas que han proliferado con la escasez y el desabastecimiento, el problema persiste”.

Reconoce que han vuelto los coleros y revendedores. Y también los grupos de Whatsapp. Y a no dudarlo también, las llamadas “casas almacenes”.

Según asume su culpa el libelo oficialista, todos han vuelto por sus fueros. Y la gente se hace de la vista gorda; mientras que otros prefieren no meterse en eso, pues no quieren chivatear.

“Basta asomarse a una tienda recién surtida, con alguno de los muchos productos que no logran estabilidad ni en los establecimientos en moneda libremente convertible, o fijarse en los grupos de venta que proliferan en Facebook o WhatsApp,” dice el periodista de Granma, quien revela que, justo al momento de ir redactando su texto, “un usuario, identificado como Yury, vendía al mismo tiempo dos ollas, una nevera, un motor de agua y una caja decodificadora de TV digital en el grupo de Facebook llamado Ventas Pinar.”

Otro, ahí mismo, “proponía dos neveras, cemento, muebles sanitarios; Mariana ofrecía arroz, galletas y chocolates; Oriana promocionaba pastillas de sustancias, colonia, gel para la piel y para el cabello; Alex, Claudia, Yoana, Jase y Tadeo tenían ollas arroceras Inpud «nuevas en su caja, a estrenar por usted».”

«Los mismos coleros se pasan de la parte de los electrodomésticos a la del cemento, y hasta para la farmacia. Siempre son las mismas caras. Yo, que voy poco a la tienda, ya los conozco. Es imposible que los que están a diario controlando, no lo sepan», asegura Osmay Pérez, desde el reparto Lázaro Acosta, en Pinar del Río, mientras que Rouslyn Navia, una joven que a menudo defiende el proceso, pero en otras lo critica, sin darse cuenta que el problema es el engranaje del sistema, asegura que en la tienda La Infancia, una tienda de canastilla del Vedado, “sacaron coches de bebé (y) enseguida los acaparadores hicieron zafra.”

“Los coches que costaban unos 1 500 CUP, ahora son revendidos en 5 000”, dijo la joven, no sabemos si sorprendida por el regreso de los coleros y revendedores, o por el monstruo de siete cabezas que muy a menudo suele morderle las piernas.

Ariel P.

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